Religión

Sociedad laica y secularizada

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Comparto con Uds. la más reciente entrega del sacerdote oblato Gregorio Iriarte. Vean la relación que estos conceptos tienen con nuestra realidad habitual.
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Aunque en Bolivia todavía vivimos mayoritariamente dentro del ámbito de los valores y las tradiciones religiosas, sin embargo, es evidente que a nivel mundial se avanza hacia una sociedad cada vez más secularizada y laical. También nuestra sociedad camina en ese sentido.
El Concilio Vat.II nos dice que las realidades temporales ( políticas, económicas, científicas…etc ) tienen su propia autonomía. (G.S. n.36)
Sin embargo, se debe distinguir entre el laicismo anti-religioso y la sana laicidad para situarnos en una posición correcta.
La laicidad reconoce e impulsa un proceso que lleva a una diferenciación entre lo profano y lo sagrado, concebidos ambos como ámbitos diferenciados con características propias.
No obstante, el laicismo, a diferencia de la laicidad, es una ideología que pretende eliminar de la vida social todo tipo de legítimas expresiones religiosas. Es un rechazo total a todo lo sagrado.
En una sociedad cada vez más multicultural y más globalizada, los distintos credos religiosos tienen que aprender a convivir y aceptar la pérdida de hegemonía y a renunciar a cualquier privilegio. Hay que aceptar esta situación que reconoce la autonomía de la sociedad civil, sin vincularla necesariamente a una cosmovisión religiosa.
Un Estado basado en la sana laicidad es a-confesional pero no es anti-religioso.
Esto es que nos propone la Nueva Constitución Política de Bolivia:
una verdadera laicidad que no es sinónimo de irreligiosidad….
tenemos la impresión, empero, que en nuestro ambiente están surgiendo, impulsadas por el propio Estado, prácticas religiosas ancestrales sin consonancia con el espíritu y la letra de la Nueva Constitución Política del Estado que, en el art. 4 dice claramente: “El Estado es independiente de la religión.”
Una laicidad inclusiva se da cuando el Estado respeta y garantiza el desarrollo de los diversos credos religiosos sin que él los asuma en forma oficial. Queda todo abierto a la opción de cada persona y a cada grupo social. El Estado se debe limitar a respetar la libertad religiosa sin identificarse con ningún credo ni culto religioso.
La laicidad y el secularismo entendidos como el reconocimiento del protagonismo libre y responsable de las personas es positivo y es necesario. El laicismo con actitudes agresivas contra la religión no respeta los derechos y libertades de los ciudadanos .
La laicidad y la secularizad son expresiones de la autonomía de la sociedad civil y lo debemos aceptar como algo positivo y necesario ya que reconoce el protagonismo libre y responsable de las personas. No mezcla ni identifica lo religioso con el poder político. Tampoco subordina la Iglesia al Estado ni el Estado a la Iglesia. Son realidades distintas que se deben respetar, y en muchos casos colaborar mutuamente, pero nunca supeditar, dominar, o perseguir.
En una sociedad secular, la religión y la Iglesia tienen que ser críticas cuando se desconoce la libertad de las personas y su igualdad real, o cuando se da una grave falta en la vigencia de los derechos humanos, así como cuando constatamos la pérdida de los valores ético-morales en nuestro ambiente. La Iglesia tiene que seguir ofreciendo una espiritualidad humanizadora frente al materialismo hedonista, consumista e insolidario, y permanecer vigilante frente a tantas idolatrías deshumanizadoras.

El surgimiento del cristianismo

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Comparto con Uds. la  más reciente entrega del diplomático Ramiro Prudencio Lizón:

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Hace pocos días se celebró un nuevo aniversario de la Navidad de Jesucristo y sería pertinente recordar la forma cómo surgió y se expandió la religión cristiana en el mundo; religión que hoy es profesada por un tercio de la humanidad.

Cabe señalar que la primera referencia al cristianismo entre los historiadores antiguos se halla en la persecución ordenada por el emperador Nerón contra los cristianos asentados en Roma.  Fue el historiador Tácito (hacia el año 100 DC) quien hizo mención de ello comentando que ese emperador buscó supuestos culpables del gran incendio de la ciudad ocurrido el año 65, y eligió a “aquéllos detestados malhechores a quienes el vulgo llama cristianos, por el nombre de Cristo, que bajo el reinado de Tiberio fue crucificado por el procurador Poncio Pilatos”.  Luego agrega: “Esta semilla quedó entonces sofocada; pero cobró vigor no sólo en Judea, donde había nacido, sino también en Roma, donde abundan a porfía y adquieren celebridad todas las cosas atroces y repugnantes”.

Al mencionar a tales “malhechores”, Tácito se hace intérprete de los rumores que corrían en Roma, según los cuales, las comunidades cristianas sacrificaban seres humanos en sus liturgias y comían su carne.  Dichos relatos parece que surgieron de una torcida interpretación pagana de la doctrina cristiana de la “presencia” en la Eucaristía del cuerpo y sangre de Jesús.

No se tienen otras fuentes antiguas, salvo el historiador Josefo, sobre el más importante movimiento espiritual del mundo.  En cuanto a las referencias de los primeros cristianos, la mayor parte fue transmitida por vía oral y sólo cuando se necesitó precisar algún punto del ‘nuevo testamento’ (el nuevo pacto con Dios), se usó el idioma griego en su forma más sencilla.  Con el tiempo, este ‘libro popular’ se convirtió en el ‘Libro’ de todos los pueblos, ya que de ningún otro en el mundo se ha editado tantos ejemplares ni se ha traducido a tantos idiomas.

Después de Cristo, Mesías salvador y columna vertebral de la nueva doctrina, se debe destacar a otra figura extraordinaria, como lo fue Saulo, el cual tomó el nombre de Pablo, y quien fuera el principal propagador del cristianismo en el mundo y gestor de la ruptura con la antigua ley mosaica.

Sabemos que el cristianismo surgió del judaísmo como una de muchas otras sectas que existían antes de la destrucción de Jerusalén por los romanos.  Pero por instigación de Pablo, se rompió el cordón umbilical que unía al cristianismo con la religión judía materna.

Para Pablo, “el justo se salva por la fe” y, por tanto, el cumplimiento de la ley antigua no era fundamental.  En consecuencia, no se debía exigir la circuncisión a los feligreses pertenecientes al mundo de los gentiles.  Esto dio lugar a que los judíos ortodoxos, que consideraban esta ceremonia como la base del pacto de Dios con los hombres, rechazaran definitivamente toda relación con la doctrina de Jesús.

Desde ese momento, el cristianismo se convirtió en una religión autónoma, y con el tiempo, hasta antagónica con la judía, lo cual produjo una histórica aversión entre ellas que duró hasta el pasado siglo.  Y fue la labor de los últimos papas, sobre todo de  Juan Pablo II, lo que determinó que la religión judía y cristiana se reconciliaran e intentaran mantener estrechos vínculos basados precisamente en su común origen.

Corresponde por último, hacer referencia a la rápida propagación del cristianismo por todo el imperio romano.  A este respecto,  cabe señalar que la principal causa fue que los súbditos del imperio esperaban de la religión algo más que las ceremonias de un culto oficial en que no creían ni siquiera los que lo celebraban.   Y el cristianismo respondió precisamente a las aspiraciones del alma humana, porque propugnaba la igualdad de los hombres ante Dios, la solidaridad entre ellos, el perdón de los pecados, y la promesa de una felicidad eterna siguiendo una doctrina sencilla y maravillosa, condensada en un solo mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.