Mes: abril 2017
Maduro en su Hora 25
La conmoción interminable que vive Venezuela bajo Nicolás Maduro ha alcanzado otra vez niveles críticos y todo parecería apuntar a un desenlace próximo. La forma que tendría ese desenlace se ha vuelto foco de las más grandes apuestas políticas de la region latinoamericana sobre un país que ha sido un centro constante de controversias en las últimas décadas.
La ciudadanía opositora ha encontrado una forma de manifestarse que complica la represión de los soldados de la Guardia Nacional: la protesta es en paz, bajo la forma de ¨plantón¨ en la que la gente se concentra en determinados lugares para expresar su descontento con el régimen de una manera nada habitual. No es fácil echar gases lacrimógenos sobre gente que conversa, lee, canta, reza y juega cartas mientras acumula adherentes.
El Nacional relató el lunes que una mujer se hizo presente en una avenida del este de Caracas y envuelta en los colores de la bandera venezolana, realizó piruetas frente a plantonistas, alegres y animados con el inesperado espectáculo acrobático de la atleta que simulaba reprimirlos.
No fue así en todas partes ni en todo momento. Dos personas murieron el martes en las ciudades de Mérida y Barinas, lo que elevó a 26 el número de víctimas fatales. Este miércoles la tension había recrudecido en Caracas y imágenes televisivas y testimonios por internet mostraban de nuevo nubes de gas lacrimógeno en el centro de la ciudad con el despliegue de la milicia policial para dispersar manifestantes.
Las protestas estallaron a fines de marzo tras la decisión de la Corte Suprema de Justicia de disolver la Asamblea Nacional, en la que la oposición tiene una amplia mayoría, y asignar a una de sus salas el papel legislador. Dirigentes opositores dijeron que el movimiento de protesta no cederá hasta que el gobierno convoque a elecciones regionales, se dicte una amnistía general con liberación de todos los prisioneros políticos y Maduro se repliegue del escenario politico venezolano.
Incluso para los gobiernos europeos que apoyaban a Maduro o evitaban criticarlo, la continuidad del sistema que implantó el comandante Hugo Chávez luce insostenible. Ahora ni siquiera contaría con los votos dóciles de algunas islas del Caribe que lo protegían contra censuras y aislamiento hemisférico.
Los analistas ven al régimen a cargo del país con las más grandes reservas petrolíferas del mundo en picada lenta y dolorosa, con su presidente ahora abierto, quizá demasiado tarde, a concesiones que hace pocos días nadie imaginaba poder arrancarle. El domingo dijo que estaba ansioso por realizar las elecciones para gobernadores que debían haberse efectuado en 2016. Pero no iba más allá del que dijo que era su mayor deseo, y el Consejo Nacional Electoral, que el régimen controla, se mantenía en silencio. Maduro lanzó la carta electoral para apaciguar a los venezolanos que están en las calles. Éstos no le creyeron o desdeñaron la jugada. El Socialismo del Siglo 21, del que el gobierno boliviano es militante, parecía en trance de perder a su país líder fundador y hasta no hace mucho ariete financiero.
Los observadores veían una perspectiva sombría para esa corriente y creían que, dado el fracaso estrepitoso en Venezuela, con 1.660 por ciento de inflación calculada para este año, escasez insoportable y una delincuencia desembozada, no levantará cabeza en la región siquiera durante dos generaciones. La izquierda radical venezolana dilapidó la mayor oportunidad que tuvo de erigir a su país en un ejemplo de desarrollo armónico pues recursos financieros no le faltaban. La falta de talento administrativo y de honestidad del regimen habrían quedado al desnudo cuando los precios del petróleo se derrumbaron hace tres años.
Los observadores dicen que las cavilaciones de las cancillerías de la región se centran en determinar la forma que tomaría apartar al régimen. Un golpe clásico parece descartado, aunque subrayan que esa sería la forma que Maduro y su régimen buscarían.
Nada más ingrato para un gobierno de izquierda como la venezolana, subrayan, que salir desplazado por la voluntad popular. La memoria de líderes de la izquierda europea como Honecker y Ulbritch, (Alemania), Ceaucescu (Rumania), Jaruzelski (Polonia), Svoboda (Checoslovaquia), Hoxa (Albania), Kádar (Hungría), para citar a algunos, se deslizó muy rápido hacia el olvido y el desprecio por un tobogán oscuro apenas fueron apartados del poder. O ejecutados, como el caso del rumano. Nadie se atrevería a erigir una escuela, fundar una Universidad o abrir una biblioteca con el nombre de cualquiera de ellos.
Un golpe militar y una represión masiva permitirían a los líderes de la izquierda venezolana victimizarse y provocar alguna reacción internacional de simpatía. Pero el camino de la resistencia pacífica promovido por las organizaciones civiles venezolanas apunta a una salida institucional cuyo camino sería solo la renuncia de Maduro y/o la convocatoria inmediata a elecciones nacionales y regionales.
Los observadores creen que el mango de la sartén ha pasado a manos opositoras y que el margen de maniobra del regimen venezolano es estrecho. Como en la novela de Constantin Virgil Gheorghiu, La Hora 25, es el momento en que para el individuo se acaban las posibilidades y yace solitario ante la maquinaria del estado. Solo que en este caso, subrayan, Maduro debía representar al estado. Ahora el juego parece camino a una voltereta en la que el líder venezolano pronto podría enfrentarse a la justicia. Tal vez en ese momento podría pedir que no sea la misma justicia que el régimen montó.
El pintor del Tipnis
La curiosidad de un profesor y un jalón de orejas fueron la mano del destino que llevó a José Moreno Aparicio a encontrar su pasión artística y con los años a proyectar las figuras de sus sueños infantiles convirtiéndolas en pinturas que asombran por la vivacidad de los colores y lo genuino de sus paisajes. Sin percatarse, estuvo librando durante años una lucha entre sus propias habilidades antes de encaminarse por la que se impondría y que hoy engalanan salas en Santa Cruz, México, Brasil y residencias privadas de otros países.
Con 60 años a cumplir en abril y ahora pintor consagrado, José Moreno Aparicio parece cobijado por la sombra del ave gigante, la guacamaya o la paraba rojo-azul que bate sus alas sobre una marcha de hombres de las tierras bajas como para darles protección y aventar a los enemigos del lugar. Con ese cuadro, ahora en posesión de una familia particular en Santa Cruz, Moreno Aparicio consolidó el entrelazamiento de su arte con la defensa del medio ambiente. No ha vuelto abordar el tema de la marcha de los pobladores del Tipnis, que escindió las relaciones del gobierno con los pueblos indígenas del oriente y norte de Bolivia, pero la atmósfera húmeda y ardiente de la selva permea el estilo de gran parte de sus telas.
Conversé con el pintor tras haber visto en una casa de amigos de Santa Cruz algunos de sus cuadros y visitar la exposición que presentaba hace un par de meses en la sala de Cainco (Cámara de Industria y Comercio), donde eran también destacadas las obras de otros riberalteños. (Es curiosa la vocación artística natural de los nacidos en aquella ciudad, a veces identificada con paisajes del Edén o con una extensión imaginaria del paraíso).
Macizo, bajo de estatura y luciendo una guayabera de lino celeste, José Moreno Aparicio me contó que había pintado cuanto le pidieron: techos, paredes y hasta cruces en el cementerio, donde su letra gótica fina era buscada para homenajear con elegancia a parientes, amigos o conocidos ya difuntos. A los 13 años trabajaba de albañil con su padre y hacía adobes, rellenaba paredes con barro en los tabiques y colocaba techos, en la trilla de un oficio de construcción que se mantiene inalterable por generaciones. Le trajeron tutumas para pintar, después caparazón de tortugas y por último discos de 78 rpm, que fueron el orgullo de familias que podían darse el lujo de una vitrola. Una cubierta con paisajes coloridos del disco que registraba la música favorita era una exclusividad privilegiada que ganó simpatías en el lugar y trajo alivio a los bolsillos desnutridos del naciente artista.
Aún estaba en el ciclo primario de educación cuando una vocación innata de arreglar lo arreglable lo llevó a reparar anafes de la casa que oficiaban de hornillas para cocinar y tiempo más tarde a reparar la máquina de coser en la que su madre quemaba los ojos para ganar el sustento de ocho hijos. Empeñado en darle un respiro, el joven Moreno Aparicio empezó a reparar los anafes de la casa y a manejar el hierro candente para derretir metales y soldar piezas rotas. Ahí comenzó una historia que décadas después se iba a plasmar en las pinturas vistosas y paisajes con los colores lujuriosos del vientre tropical que albergan algunas galerías y domicilios privados de muchos lugares. ¿Cómo pasó de allí a manejar los colores con destreza? Uno nunca lleva apuntes para subrayar los cambios decisivos en la ruta del destino pero Moreno Aparicio dice que todo le servía para pintar, inclusive los rizos de sus hermanas, que guardaba para hacer pinceles finos para trazados delicados.
En esa misma ruta artística apareció el trabajo en barro greda, entonces abundante en los pauros de las que eran las ¨afueras¨ de Riberalta (ahora a solo pocas cuadras de la plaza principal). Y, recuerda, se le ocurrió moldear cabezas de sus profesores. Ya tenía varias en fila al pie de una pared de la casa donde se había instalado en diagonal al edificio del colegio cuando cruzó por su destino la curiosidad de Rubén Darío Parada, declamador eximio y figura señera de la educación en Riberalta.
El espigado profesor estaba intrigado por las entradas y salidas tan frecuentes del alumno que apenas ingresaba al ciclo secundario y quería saber el motivo de sus trajines cada vez que había intermedio en las clases. Desde el piso superior del colegio, en medio de los dos grandes barrios de la ciudad, lo veía salir corriendo y una vez se dispuso a averiguar el porqué.
Recuerda el pintor que el profesor quedó sorprendido al encontrarse al pie de la pared con media docena de bustos, ente ellos el suyo, de casi todo el elenco de profesores del colegio. Acababa de develar el secreto de las salidas furtivas del estudiante. De ahí, dice el pintor, se forjó una relación sólida entre el alumno y el maestro que vincularía a ambos por el resto de sus vidas. El professor murió hace algún tiempo pero su nombre está vivo en la ciudad: evoca las grandes épocas de la educación en el noroeste boliviano.
¨El profesor Ñaño confió en mí¨, recordó, y cuando surgió un ítem para enseñar artes se lo hizo saber. Moreno Aparicio, que aún no era bachiller, postuló y a los pocos meses era nombrado maestro en su colegio. ¨Fue un salto con garrocha¨, dijo, pues de golpe ganaba en status y conseguía un sueldo mensual que lo sacaría de las apreturas financieras. Al poco tiempo se vino a Santa Cruz para estudiar bellas artes y reunirse con parte de su familia (había enviado a la capital oriental a una hermana y a su madre). Fue otro salto cualitativo.
En Santa Cruz estudió teatro bajo la dirección de Elías Serrano y forjó muchas amistades. Finalizaba la década de 1970 y ganó una beca para ir a Rio de Janeiro donde estuvo seis meses. Ahí tuvo, en su evocación, el mayor avance cualitativo de su carrera. Red Globo entrevistaba a jóvenes artistas y reparó en sus trabajos, casi todos guiados por el estilo Naif. Días después lo llamaban desde las oficinas de Roberto Marinho, el patriarca dueño de Red Globo. Le ofrecían un trabajo desafiante: revivir paisajes de Cabo Frio, la costa del Atlántico donde residía el magnate, en base a las memorias que contarían los pobladores más ancianos del lugar. Los ancianos describían el paisaje y Moreno Aparicio procuraba retratarlos. Instalado en el lugar, el pintor conoció a personalidades de las artes y del espectáculo brasileños.
De vuelta en Bolivia, con la madurez lograda en Rio, pintó con entusiasmo y se fue a La Paz con algunos de sus cuadros. Intentó exponer, pero se encontró con que abrirse camino en la capital política del país era demasiado cuesta arriba. Recuerda que le dijeron que en las salas oficiales de exposiciones ¨no había espacio para benianos¨.
Se le ocurrió ir a la Embajada de México, donde había un salón de exposiciones que en esos días hospedaría obras de algunos artistas. No tuvo suerte inmediata, pero al salir del lugar con un amigo que lo acompañaba, acomodó en la vereda los tres cuadros que había traído, cuando otro golpe del destino hizo que estacionara, a pocos pasos, un vehículo con placa diplomatica.
No lo sabía, pero era el Embajador de México, quien al ver los cuadros le preguntó qué hacía allí. En pocos minutos, Moreno Aparicio contaba con un pequeño cubículo donde expondría sus telas, gracias a la intervención de Marcelo Vargas, hijo del cantante Pedro Vargas cuya voz perpetuó ¨Vereda Tropical¨ y cientos de otras canciones. Pese al desdén de algunos funcionarios de las bellas artes nacionales, la exposición resultó no sólo en la venta de casi todos sus cuadros sino en llegar hasta México (¨nadie es profeta en su tierra¨), donde se instaló y tras coincidencias sucesivas acabó radicándose. Ahora vive, dice, entre Cuernavaca y Puerto Vallarta y cuando viene a Bolivia se queda meses, va a Riberalta y Guayaramerín, dicta clases y seminarios y se envuelve en proyectos de nuevas telas. Ahora espera desarrollar pasantías para jóvenes pintores orientales con suficiente talento como para abrirse camino. Moreno Aparicio cree ellos pueden reproducir su historia.
Crónica de un martes
Corrige título: martes, no matres.
Los tres testigos llegaron protegidos por murallas compuestas por decenas de policías en traje de fajina, en una movilización raras veces vista para individuos de quienes se esperaban detalles esclarecedores para el mayor juicio penal de la historia boliviana y la muerte brutal de tres personas.
El episodio sucedió hace ocho años pero la presencia masiva de la policía y las decisiones del tribunal que preside el juez Sixto Fernández trajeron de nuevo a la memoria escenas que aún conmueven de manera especial al oriente boliviano. El martes, blindados por sus camaradas y en calidad de testigos de descargo, ingresaron al salón de audiencias Walter Andrade, Marilyn Vargas y Gary López, con jerarquías de capitán, dragoneante y subteniente de policías cuando, lanzado por una unidad policial ya disuelta de la que los tres eran parte, ocurrió el ataque al Hotel Las Américas.
La movilización hacía pensar en declaraciones capaces de quitar los velos que aún cubren lo ocurrido en el Hotel Las Américas al rayar la madrugada del 16 de abril de 2009. Tres huéspedes del hotel murieron esa madrugada: uno acribillado a balazos, otro con un disparo que le destrozó la tráquea y un tercero con un disparo que le partió el corazón.
Bajo protestas de la defensa de la docena de acusados, el juez dispuso que la audiencia fuese reservada. De la sala salieron parientes, amigos, periodistas, fotógrafos y camarógrafos antes de que los testigos llegasen. La medida fue inusual, pues otros policías e investigadores oficiales habían declarado en público sin que se alegase seguridad personal ni secretos vitales para la seguridad del estado.
La cuarentena para la prensa se extendió a todo el piso y solo estuvieron exentas las gradas hacia el primer piso. El Secretario del Tribunal ordenó que salieran de los pasillos para ampliar el perímetro-sin-prensa diciendo que el juez Fernández lo había dispuesto así. El diario El Deber informó al día siguiente que el magistrado había negado tres veces haber impartido tal orden. La ocurrencia parecía evocar el Viernes Santo que acababa de pasar.
La exclusión tuvo lugar en medio de protestas de los parientes de los juzgados y la inconformidad de los periodistas. Maria del Carmen Morales, esposa del general (r) Gary Prado Salmón, reclamó con vehemencia contra la que calificó como una censura ¨propia de dictaduras¨ para proteger al trio policial al que responsabilizó de gran parte de lo ocurrido en el hotel. Recordó que a su esposo, Héroe Nacional declarado por el Congreso, lo habían obligado a declarar aún convaleciente en su domicilio bajo el sistema de comunicaciones Skype, sin respeto a su privacidad.
Pese a la parafernalia protectiva, ninguno de los tres declaró, aseguraron personas que lograron informarse sobre la sesión. Una de ellas dijo que los policías ni siquiera llegaron a jurar, requisito indispensable para quienes van a declarar pero en este caso innecesario pues los policías no lo harían, amparados en el derecho a la reserva por cuestiones de seguridad nacional que el tribunal les reconoció.
Los policías habían sido traídos bajo el patrocinio de Alcides Mendoza, el ex dirigente de la Unión Juvenil Cruceñista preso, junto a otro dirigente de la agrupación, Juan Carlos Guedes, pocos días después del asalto al hotel. Ambos, junto a Svonko Matkovic, están en el penal de Palmasola, en Santa Cruz. Se los acusa de ser parte de un plan terrorista y separatista. El autor de la acusación, el ex fiscal Marcelo Soza, está refugiado en Brasil desde 2014 tras fugar del país y denunciar que la tesis acusatoria fue en gran parte obra de las autoridades para desarticular a la oposición al gobierno del presidente Morales en Santa Cruz.
Mendoza dijo que al trio se le pagó el transporte terrestre pero declinó el alojamiento. Los tres tenían reserva para pasar la noche en el Hotel Las Américas en las mismas habitaciones de los que murieron hace ocho años. Ninguno se presentó y las piezas estuvieron vacías, dijo el abogado Gary Prado Araúz, defensor de Mendoza. Las habitaciones suelen ser objeto de curiosidad de huéspedes del hotel atraídos por el recuerdo del violento episodio de 2009.
Trumptopía a la deriva
Donald Trump se aproxima a los cien dias de gobierno, la marca acuñada en 1933 por Franklin D. Roosevelt para medir la eficacia de un gobierno en la cúspide de la luna de miel con sus electores. Nada induce a pensar que el presidente republicano haya tenido un desempeño sobresaliente ni conservado el entusiasmo de quienes lo siguieron. Al contrario, muchos analistas piensan que estos cien días son los peores de la historia reciente de USA. Como el peso de la nación del norte es mundial, las consecuencias de ese desempeño son planetarias.
Debía inaugurarse desmantelando el sistema de seguridad social creado por Barack Obama, pero la proposición parecía tan inequitativa que muchos legisladores de su partido se opusieron y colocaron al gobierno en la disyuntiva de retirarla o sufrir una derrota histórica humillante. La propuesta habría dejado en pocos años sin seguro a 24 millones de ciudadanos mientras concedía beneficios impositivos extravagantes (hasta 300.000 millones de dólares, según cálculos demócratas) a los más ricos. Habría sido una transferencia brutal de recursos de pobres a ricos.
Resentido con el fiasco, Trump anunció que no repondría su propuesta y dejaría que el sistema lanzado por Obama (Obamacare) estallase. Puesto que se trataría de un estallido en sus propias manos, cuyas consecuencias serían devastadoras en las elecciones legislativas de 2018, estos días trabajaba en una nueva propuesta. La clave era saber si para ese nuevo plan contaría con los demócratas, el antídoto para evitar un nuevo descalabro.
En medio de tropiezos en casi todos los frentes (inmigración, comercio, clima, etc), cobró cuerpo una investigación que algunos analistas llaman ¨la madre de todos los escándalos¨: la conexión rusa en negocios de la familia presidencial. El tema encabeza la cuestión mayor de la supuesta interferencia rusa en las elecciones de noviembre.
La investigación toca las puertas de Jared Kushner, yerno ¨consigliere¨ de Trump. Uno de los asesores renunció en febrero tras omitir en sus informes reuniones con el embajador ruso Sergey Kislyak en las que habría tratado temas delicados de política exterior. El renunciante trabajaba también para el gobierno turco como agente de relaciones públicas bajo un contrato de millones de dólares.
Resulta que Kushner también se reunió con el diplomático ruso días antes del cambio de gobierno, incluso con Sergey Gorkov, jefe de Vnesheconombank (sí, es impronunciable), una de las empresas sancionadas como secuela de la anexión rusa de Crimea e interferencias en la vida política de Ucrania. The New York Times dice que Gorkov confirmó las reuniones justificándolas al decir que ocurrieron en virtud de la condición de Kushner como ejecutivo de Kushner & Cia., el conglomerado que dirigía el yerno presidencial.
La ruleta de acontecimientos gira vertiginosamente y su desenlace es imprevisible.
La última vuelta
La disolución de la Asamblea Nacional venezolana, dispuesta por la Corte Suprema de Justicia (que después se retractó), ha desatado una tormenta que muchos observadores creen que convirtió a Nicolás Maduro, con la suma de todos los poderes, en un monarca, rareza que se creía erradicada del continente hacía más de dos siglos.
Un antecedente esencial para examinar lo que ocurre está en el derrumbe del petróleo hace dos años. Con el astro de las materias primas en 120 dólares o más el barril, no habría ocurrido el desplome politico e institucional que ahora agobia al país. Pero el grado del gasto venezolano era tan exótico que incluso en ese nivel las arcas nacionales estaban en déficit respecto a las importaciones. Con los ingresos en solo un tercio de niveles desbordantes que en una década llegaron a producir para Venezuela alrededor de un billón (doce ceros) de dólares, la cubrecama resulta ahora demasiado estrecha. El petróleo representa el 96% de los ingresos venezolanos por exportaciones y la abrupta caída de precios le costó el año pasado una tajada brutal del 11,3% de su producto interno bruto. El año anterior había sufrido una contracción parecida.
No todo el dispendio de esos años fue en vano. Petrocaribe, una de las formas de cooperación venezolana para afirmar simpatías en el Caribe, repartió ayudas y subsidios ahora transformados en una deuda que cálculos técnicos estiman en 10.000 millones de dólares de difícil recuperación. Eso explica en gran medida la lealtad de la media docena de islas caribeñas que respalda al régimen de Maduro con firmeza y que hace una semana lo protegió durante el Consejo Permanente de la OEA. Poco después de esa reunión en la que, a pesar de Caracas, se habló de la situación venezolana, vino el golpe sobre la Asamblea Legislativa y la amputación de atribuciones transferidas al Poder Judicial. Con excepciones contadas, el golpe ha sido repudiado en gran parte del hemisferio.
La anulación de la Asamblea Legislativa no fue original pero los ejemplos tampoco son para sentirse feliz. Entre otros casos, la medida evoca a Alberto Fujimori en Perú y a Juan María Bordaberry en Uruguay, ambos de memoria ingrata para los demócratas.
Atenazados por una inflación que este año llegaría a 1.660%, un récord mundial, y una violencia que cobra 28.000 vidas anualmente, es fácil entender porqué tantos venezolanos buscan salir de su país, en una reversion de lo que ocurría a mediados del siglo pasado, cuando los aeropuertos desbordaban de inmigrantes.
El colapso en que se encuentra el país de Bolívar y Sucre exhibe el fracaso de un régimen socialista que generó expectativas pues se creía que con tanto dinero no podría sino resultar exitoso. Su prueba suprema ocurrió en las elecciones legislativas de diciembre de 2015, cuando siete de cada diez venezolanos votaron por candidatos de la oposición, que obtuvo una mayoría abrumadora. En medio de una tension creciente, llevó horas al Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciar los resultados. En esos momenbtos llegó a decirse que hubo presión militar para reconocer la voz de las urnas.
Los críticos subrayan que los regímenes socialistas o pro socialistas reconocen la voluntad popular de las urnas a plenitud solo cuando éstas los favorecen. Apenas instalada la nueva asamblea, comenzó un forcejeo que derivó en el marginamiento de tres diputados del remoto estado Amazonas, acusados de cometer fraude. Fueron apartados de la asamblea pero, dicen los opositores a Maduro, nunca se les instruyó un sumario ni cosa parecida, ni tampoco se convocó a nuevas elecciones para designar a nuevos representantes por su distrito. Los legisladores marginados han asegurado que en caso de nuevas elecciones los perdedores serían de nuevo los candidatos del gobierno.
Para los observadores, el desmantelamiento de la Asamblea Legislativa es una infracción a la democracia demasiado grave y ostensible para tolerarla. Inclusive si, como de hecho ocurrió la noche del viernes, el Tribunal Supremo de Justicia reculase. Pocos creen que los magistrados venezolanos actuaron sin interferencias del poder Ejecutivo. La marea que estos días se ha levantado contra Maduro y su régimen luce como el desafío más difícil para el régimen socialista del que es responsable desde hace cuatro años. Una pregunta decisiva es si los militares al lado de Maduro seguirán identificándose con el régimen.