Mes: febrero 2017

Alrededor del 21 de febrero

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Las fuerzas oficialistas que encabeza el presidente Morales se preparan para una segunda fase de la estrategia para desconocer la prohibición de una re3 (re-re-reelección) zanjada en el referendum del año pasado. Tras no lograr el martes una movilización contundente en el aniversario de la consulta del 21 de febrero del año pasado, los analistas creen que el oficialismo ha quedado en un sendero deslucido y salvo sorpresas deberá continuar en una ruta empinada y espinosa para revertir la antipatía que provoca la re3.
Todas las concentraciones oficialistas suelen estar marcadas por el escepticismo, pues hace mucho que dejaron de ser termómetro de respaldo o de simpatía. Cargan la sospecha odiosa de que muchos de sus participantes son obligados y que se consideran humillados al tener que asistir a actos con los que en conciencia discordan. El referendum del año pasado confirió a la antipatía por la re3 un sello nacional de legalidad y, para los observadores, los esfuerzos para neutralizarla lucen como un disparo en el pie oficialista.
El próximo paso de la estrategia re3, dicen, sería la renuncia presidencial seis meses antes de los comicios de 2019 o un debate legislativo sobre la modificación de la CPE. Ambas opciones subrayan las sospechas gigantes que de ellas emergen entre quienes observan la vida política nacional. En el fondo, puede tratarse de extender en el tiempo los beneficios del poder más que de garantizar las supuestas bondades de una causa. En todo caso, en Bolivia y en otras latitudes, los líderes pueden temer la perspectiva de verse desprovistos de la coraza del poder y en algún momento enfrentar a la justicia, muchas de cuyas impropiedades ellos ayudaron a forjar.
El ejemplo más reciente es el de Alejandro Toledo, ahora con paradero desconocido y perseguido por la justicia peruana acusado de recibir sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. En ese mismo círculo de la fortuna revertida están Cristina Fernández, en Argentina, y Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil.
Solo una generación atrás está el gran destape en los ex países socialistas, donde se implantó el Gulag del que líderes del Socialismo Siglo 21 copiaron algunos métodos y sacrificaron mucho en aras de un proceso que decían que acabaría en un Edén, ahora cada vez más desdibujado. Cubanos y venezolanos pueden describirlo mejor.
Para algunos de los líderes que resisten normas democráticas es una pesadilla recordar el destino del dictador rumano Nicolás Ceausescu, quien presidió el régimen más represivo de Europa del Este durante la Guerra Fría y acabó en la Navidad de 1989 junto a su esposa Elena frente a un pelotón de fusilamiento inspirado en las mismas normas legales que su regimen estableció.
Por todo lo leído y escuchado estos días, puede concluirse que la reaparición fugaz en las pantallas de televisión de la ex pareja del presidente Morales no fue ninguna ayuda para despejar las dudas y el bochorno que cundieron en todo el país el año pasado. El gobierno decidió bautizar la jornada como ¨El día de la mentira¨, en tanto que los que rechazan la re3 le dieron una significación cívica: Jornada ciudadana. Los propugnadores de la primera no repararon en una premisa fundamental en toda frase propagandística: evitar su distorsión fácil. Quienes transformaron el lema en ¨la mentira del día¨ encontraron una formula embarazosa para los defensores de la re3.
Los 20 minutos de la presentación -declaración individual, no entrevista- con un formato reprochable mostraron para muchos un caso de servidumbre humana y nada cambiaron la percepción mayoritaria de una mujer aplastada por el poder y víctima de sus propias veleidades.

Alarmas encendidas

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Las sospechas estadounidenses de que los nexos del gobierno venezolano con regímenes árabes eran un campo fértil para terroristas tomaron cuerpo hace dos años cuando un ciudadano iraquí resultó con múltiples pasaportes de Venezuela. El individuo tenia un prontuario relacionado con Hizbolah, la organización islamita tildada de terrorista y cuyos vínculos con la legación venezolana y su gobierno llegaban los más altos niveles.
Hace poco más de una semana, la cadena televisiva CNN en Español puso en el aire un reportaje (¨Pasaportes en la sombra¨) sobre un presunto tráfico de pasaportes venezolanos que tendría por eje a Irak. El trabajo hacía temer que algunos hubiesen llegado a manos terroristas, que con ellos tendrían pase libre a una treintena de naciones. Un par de días después, Nicolás Maduro cancelaba las señales de la cadena internacional, en un severo ajuste de las clavijas que atenazan la libre expresión en la tierra de Bolívar y Sucre y expresan la intolerancia de los gobiernos del socialismo del Siglo XXI hacia los medios informativos.
El bloqueo de señales vino precedido de un alud de denuncias contra el primer vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami (siete semanas en el cargo), y de la decision del gobierno estadounidense de designarlo oficialmente como narcotraficante, sancionarlo suspendiéndole la visa a Estados Unidos y confiscando sus propiedades en ese país. Poco antes, Donald Trump había recibido a Lilian Tintori, la esposa del opositor encarcelado Leopoldo López, cuya libertad inmediata demandó en un tweet. Sentenciado sin poder presentar pruebas de descargo, López cumple dos años de confinamiento en una prisión militar. En las mismas horas, Trump conversó con el presidente argentino Mauricio Macri sobre la situación venezolana.
Los observadores notan que la seguidilla no augura nada bueno para Maduro y su régimen, ahora con el ejército como su sostén principal. Las encuestas más recientes le otorgan una aprobación inferior al 10 por ciento. Los analistas subrayan que ningún régimen puede sostenerse así por mucho tiempo, menos aún sentado en bayonetas.
Debe suponerse que las cancillerías tienen las luces de alarma encendidas, en especial las que todavía visten la camiseta del Socialismo del Siglo XXI. El panorama aconseja una nueva mirada hacia los medios y revisar prejuicios que los declaran enemigos a primera vista. En nuestro caso, esta nueva mirada debe incluir el respeto pleno a los acontecimientos democráticos, en especial a la voluntad emanada de consultas populares. El 21 de febrero marcó una decision nacional y buscar desconocerla arguyendo que ¨fue un error¨o ¨nunca debió haberse convocado a referéndum¨ es un desatino peligroso.

Escenario de confrontación

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Las cartas para una contienda política decisiva están echadas: el presidente Evo Morales no está dispuesto a obedecer el mandato del 21 de febrero y en el aniversario de esa fecha puede comenzar un camino sin retorno. Todos los indicios hasta ahora disponibles señalan que cualquiera que que sea la modalidad que el gobierno escoja, la ciudadanía que hace un año detuvo su empeño por una re3 (re-re-reelección), reafirmará su decision y esta vez más convencida de la corrección de su voto.
Son grandes los obstáculos que el presidente y su partido tendrán que sortear. A diferencia de hace un año, la oposición se ha visto tonificada con la victoria sobre la re3. Su ánimo es mayor porque cree que los vientos históricos ahora soplan a su favor. Antes de perder el referendum, Evo Morales lucía como un coloso. Ahora se lo ve con su caudal popular disminuido y envuelto en una tendencia que luce irreversible al haber acabado la temporada de las vacas gordas que un tiempo le permitió gastar a manos llenas y cubrir demandas de sus partridarios. También animadas por la victoria del No, las fuerzas opositoras aceleran su reorganización y se preparan para la gran batalla contra la re3.
Conducido por su líder fundador Jaime Paz, el MIR está cerca de recuperar la personería jurídica que perdió hace algunos años y con la identidad complementaria de Comunidad Política Ciudadana se dispone a reunir más de 100.000 firmas requeridas por la legislación electoral para su rehabilitación como organización política. Lograr ese número de firmas en un período relativamente breve puede colocar a ese partido dentro de la vanguardia anti re3.
Sectores que participaron de manera activa en la conformación del bloque cívico opuesto a la re3 están en el mismo empeño movilizador que exhibe un dinamismo curioso: gana ímpetu al hacerse más ostensible el esfuerzo del gobierno al colocar la re3 como su primera prioridad. Es una retroalimentación continua. Por otro lado, también aumenta el esfuerzo del gobierno para asegurarse que su empeño no será en vano.
En este marco el martes 21 de febrero luce como un punto de partida fundamental en el calendario político boliviano. Si es lo que los primeros escarceos propagandísticos señalan, plazas y lugares públicos de gran parte del país serán escenario de concentraciones a favor y contra la re3. En busca de apuntalar la re3 y desacreditar la derrota del año pasado trabajan en una sola estrategia todas las reparticiones del Estado en un despliegue pocas veces visto en el país.
El gobierno atribuye la derrota de hace un año ¨al cartel de la mentira¨ (para muchos otros ¨la mentira del cartel¨) y que un puñado de medios (Página Siete, El Deber y Agencia de Noticias Fides) maquinó su ruina electoral. Resulta interesante notar los parecidos de los juicios sobre la prensa bajo el gobierno actual de Estados Unidos y el de Bolivia. Ambos atribuyen sus dificultades mayores a medios informativos.
Hace algunas semanas circuló una película financiada por el gobierno a través de un productor argentino que endosa esa tesis. Para formarse un juicio equilibrado, sugiero ver la respuesta de Carlos Valverde que circula en la red desde hace pocos días. La respuesta de Valverde, refugiado en Argentina desde el año pasado, subraya que el caso sigue abierto y que el punto mayor -tráfico de influencias- continúa descubierto con todas sus implicaciones. La crónica reabre las interrogantes que han rondado la cabeza de un gran número de bolivianos sobre la forma de gobernar y sobre la utilizacion de recursos públicos para una causa política y el comportamiento de los gobernantes actuales.
El escenario para la contienda anti y pro re3 está nublado en casi todos los frentes. En la economía, no hay signos de mejoría del sector petrolero, ahora con un tercio de los ingresos que tuvo hace tres años, y la minería está lejos de la exuberancia de un pasado no tan distante. Las señales de malos tiempos tuvieron estos días nuevas expresiones: el aumento lineal de impuestos para las importaciones de la línea blanca (refrigeradores, lavadoras, hornos de micro-ondas) aleja para muchos la posibilidad de adquirir esos productos, y el sector bancario, uno de los que mejor relación ha tenido con el gobierno, está disconforme, a causa de un impuesto que grava sus robustas utilidades. Está claro que la quimera de la abundancia se disipó.

Arquitecto del caos

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Sin signos de apaciguamiento, Donald Trump está en su tercera semana con el timón de Estados Unidos y crecen las especulaciones sobre el escenario de su próxima ronda. Ninguno de los capítulos abiertos estos días está cerrado pero son componentes de un piso sobre el cual el nuevo dirigente pretende que el mundo camine. Es una arquitectura caótica cuyo destino es un signo de interrogación enorme incluso para los norteamericanos.
Vía México, tocó de frente al hemisferio al decidir continuar la construcción del muro sobre la frontera. La embestida apenas empieza. A la vuelta de la esquina están negociaciones sobre el tratado de libre comercio que incluye a Canadá, en un supuesto banquete en el que Trump asegura que a USA le ha tocado la carne más flaca mientras sus vecinos recibieron filet mignon. La vision oculta los beneficios recibidos por los consumidores norteamericanos.
En la secuencia de remezones los más afectados son, por ahora, los refugiados y los países a cuyos ciudadanos les fueron suspendidas las visas, inclusive a quienes ya tenían residencia, a cientos que estaban en pleno viaje y muchos ya en aeropuertos. Era curioso que entre esas naciones no figurasen aquellas de donde partieron los que destruyeron las Torres Gemelas, Egipto y Arabia Saudita. Era más significativo que esas naciones albergasen millonarias inversiones de Organizaciones Trump, lo que para muchos analistas exponía intereses conflictivos.
La fiscal Sally Yates desafió la orden anti-refugiados y anti-inmigrantes del magnate presidente, por muchos vista como anti-islámica, y dispuso que su despacho no colaborase con su implementación. La firmeza de la fiscal, encomiada como muestra de integridad ética, tuvo una respuesta inmediata. Trump la echó. En otras latitudes, donde la justicia se ahoga en perversiones y languidece, el comportamiento de la fiscal emergió como un rayo esperanzador al mostrar que hay personas que se juegan por su conciencia y resisten al poder.
Las tensiones crecieron cuando Trump colgó el teléfono al primer ministro australiano Malcolm Turnbull, que le reclamaba un compromiso para recibir a 1.250 refugiados instalados en campos de detención australianos.
Los sacudones han llegado a un área muy sensible: ecología y medio ambiente. Una de las órdenes de Trump dispuso ejecutar las obras de un gasoducto que atraviesa áreas indígenas y ha desencadenado protestas por toda la frontera norte. Decenas de manifestantes, en su mayoría nativos, han sido arrestados y nada indicaba que la tension fuese a disminuir.
En este marco, muchos arquearon las cejas cuando el jueves oyeron al mandatario reconocer que había problemas en el mundo. ¨El mundo está en problemas, pero vamos a resolverlos. ¿OK? Es lo que yo hago. Resolver problemas¨.

Nota: La anterior reseña, publicada hoy lunes 6 de febrero en El Deber, de Santa Cruz, fue escrita antes de las decisiones judiciales que detuvieron temporalmente las medidas sobre inmigración.

Donde la justicia funciona

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Desde la posesión de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos, se ha desencadenado un huracán de acontecimientos que para muchos latinoamericanos parece repetir situaciones que ellos ya han vivido pero con una diferencia fundamental: el funcionamiento de la justicia. Es conocida en los países dominados por populismos la estrategia para abrumar a la sociedad con medidas de corte radical e inesperado. No acaba de ser digerida una decisión cuando aparece otra. En el caso estadounidense, la justicia se ha puesto al frente de decisiones que los jueces consideran inconstitucionales.
Mientras el nuevo gobierno preparaba medidas para desmantelar las que implantó Barack Obama tras la crisis financiera de 2008, la peor desde la Gran Crisis de 1929, un juez federal del estado de Washington decidió la suspension de las órdenes ejecutivas sobre inmigración y refugiados que han levantado protestas en gran parte del mundo. Su alegato es que ese estado ha sido golpeado con la restricción a inmigrantes, que sustentan el funcionamiento y progreso de muchas de sus empresas, en especial las del área tecnológica.
La decision del juez James Robart prefiguraba una pugna abierta de poderes que de inmediato se levantaba como el mayor desafío para el nuevo gobernante, a solo dos semanas de haber jurado al cargo. El juez sostiene que la medida dispuesta por el nuevo presidente es inconstitucional y está dispuesto a probarlo. Otros estados han introducido demandas contra las órdenes ejecutivas del nuevo mandatario en un dominó que este fin de semana la nueva administración no conseguía detener.
En el fondo de la disputa hay un principio: nadie, ni siquiera el presidente, está encima de la ley. El respeto a ese principio confiere credibilidad a los gobernantes y les asegura el respaldo de la sociedad. No respetarlo lleva a la degradación de gobiernos, germina autoritarismos y alimenta su propia inestabilidad.
Las decisiones del nuevo presidente han sacudido la confianza de los aliados tradicionales de Estados Unidos. Pocas veces los diplomáticos estadounidenses han estado tan empeñados, sin gran éxito, en apaciguar a sus colegas aclarándoles que ciertas expresiones y actitudes no revisten gravedad.
En Inglaterra crecían por centenas de miles las peticiones firmadas para que la Primera Ministro Theresa May cancele la invitación para que Trump visite Londres más tarde este mes. Los diplomáticos informaban que si la visita se llevase a cabo, no sería la más feliz para un mandatario que apenas empieza su gestión y heriría gravemente la relación entre las dos naciones. Para Australia, otro aliado de los más leales, pasará tiempo antes de que se disipe el malestar creado cuando Trump, a mediados de la semana transcurrida, colgó el teléfono al primer ministro Malcolm Turnbull que reclamaba el cumplimiento de un acuerdo para recibir a 1.250 refugiados por ahora en suelo australiano.
Con México, las viejas heridas por las disputas del siglo antepasado que derivaron en la pérdida de gran parte de su territorio, parecían reabrirse. No era casualidad que en las redes sociales el juego favorito fuesen piñatas en las que el muñeco a golpear era el nuevo mandatario. Muchos observadores subrayaban que nunca un presidente había provocado tantos malestares con tantos países en tan poco tiempo.
Ni Israel se libró estos días de los vaivenes repentinos de la política exterior. Los guiños de simpatía desde el triunfo electoral y la posesión de Trump perdieron fuerza cuando la nueva administración advirtió a los israelíes que la pretensión de instalar nuevos asentamientos y construir miles de viviendas para colonos iba en contra ruta de la búsqueda de paz en una region donde la guerra y la violencia son diario vivir desde hace décadas.
En la semana tumultuosa que pasó, hubo una actitud consecuente de un multi milmillonario. Vincent Viola, designado para dirigir la Secretaría del Ejército, retiró su nominación. Su argumento fue convincente pues rebasaba de consecuencia: sería demasiado complicado apartarse de sus negocios e intereses, que entre otros incluyen un importante grupo financiero (Virtu Financial) y otros, como una participación mayoritaria en una línea aérea. Gracias, mejor no, decidió.

¨Gobernaré un billón de años¨

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Por Jorge V. Ordenes-Lavadenz

“Gobernaré un billón de años” se reporta que dijo a voz en cuello el dictador Yahya Jammed cuando se enteró de que había perdido las elecciones presidenciales del 1º de diciembre de 2016 después de haber sido presidente de facto de la República de Gambia durante 23 años… y de querer continuar siéndolo con el presunto apoyo de otros líderes africanos que al final le dieron la espalda. Por otro lado, las excentricidades de Jammed, como proclamar que podía curar el SIDA con una mezcla de hierbas, o amenazar con degollar a todos los homosexuales de su país, atemorizaron a la amedrentada población.

La tercera parte de la población de Gambia registra uno de los índices de desarrollo humano más bajos ocupando el puesto 175 de 188 países, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Tiene 1,9 millones de habitantes. La agencia de refugiados de las NNUU dijo en enero que por lo menos 45.000 personas, la mayoría niños, había salido del país como resultado de los recientes encontrones socio-políticos. Según la ONU, 10.000 se refugiaron el Italia en el mes de octubre de 2016. Jammed se sabe que era dueño de una flota de Rolls-Royces, que compró una casa de 3,5 millones de dólares en Maryland, EEUU, y que su hija estudiaba en una escuela de Nueva York que cuesta 40.000 dólares al año.

Como diría Alcides Arguedas en “La plebe en acción” de su Historia de Bolivia: “El odio a los estudiosos y letrados, instintivo en gentes ignorantes, ásperas y soliviantadas por la demagogia de los traficantes y logreros, suele tener manifestaciones de grosera crueldad o de baja rufianería.” El prolongado régimen hipercorrupto, represivo e impopular de Yahya Jammed se creyó inamovible, lo que lo enajenó… como debería enajenar a todo régimen que busque por todos los medios “legales” y no legales adueñarse del poder.

El ganador de las elecciones de diciembre en Gambia fue Adama Borrow (de 51 años de edad, ex guardia de seguridad de una tienda de Londres, y ex agente de ventas de propiedad inmueble) quien, desde el vecino Senegal, reclamaba respeto a su triunfo electoral en tanto que miles de ciudadanos dejaban el país temerosos de que el dictador tomara represalias contra los que habían votado por Borrow. Éste juró su mandato presidencial en la embajada de Gambia en Senegal con el apoyo de varios países africanos. Éstos intentaron negociar la salida del dictador Jammed que insistió en permanecer en el poder “un billón de años”.

La suerte de tener tratados internacionales como ECOWAS (en inglés), Comunidad Económica de Estados de África Occidental, que une a la mayoría de los países africanos en defensa de la democracia, los valores liberales, los derechos humanos y la libre expresión, hizo que con el beneplácito de La Unión Africana y las Naciones Unidas, 7.000 soldados de países amigos ingresasen a Gambia para deponer a Jammed. A las horas y sin mucho ajetreo, éste comenzó a negociar su partida con los presidentes de Guinea y Mauritania además de Marcel Alain de Sousa de ECOWAS, en tanto que los comandos de las fuerzas armadas de Gambia decidieron desobedecer a Jammed y no enfrentar a las fuerzas extranjeras.

Mientras el nuevo gobierno de EEUU proclama dizque la no intervención en asuntos de otros países (incluyendo la OTAN), cuando el país del norte ha sido mayormente bastión y ejemplo de tolerancia socio-política internacional además de defensor de la democracia libre y representativa después de la Segunda Guerra Mundial, ahora son los países africanos que dan el ejemplo de sensatez y justicia internacional al impedir que la ignominia continúe arraigada en el continente más grande del planeta. Ojalá que Joseph Kabila, del Congo, que también perdió elecciones en diciembre, deje el mando sin tener que obligar a los países africanos a proceder como lo hicieron acertadamente con Jammed en Gambia.