Mes: diciembre 2014

Analogías equivocadas

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El Ministro de Hacienda Luis Arce Catacora ha expresado conceptos controvertidos que merecen algunos apuntes. El relacionado con a la fortaleza financiera de Bolivia ante la tormenta que se abate en todo el mundo sobre los hidrocarburos es relativo y explicable solo si el ministro ha tratado de defender la estabilidad monetaria. El precio de esa defensa equivale a poner en entredicho su credibilidad y puede sustentarse mientras la caída no se agrave. La actitud es comprensible. Un ministro de Hacienda inglés juraba a los periodistas que no habría devaluación de la libra esterlina (Inglaterra aún no era parte  del euro), mientras caminaba rumbo a su despacho para firmar, solo minutos después, una decisión que iba a afectar la moneda.

Los expertos dirán que no es correcto comparar los ingresos que Bolivia recibe de sus exportaciones de gas natural a Brasil y Argentina con la reducción de los precios de los carburantes que importa (diesel y gasolina). Si de todas maneras se quiere hacer la comparación, debe hacerse una cuantificación mínima: Calculamos recibir X por nuestras exportaciones de gas natural en 2015 y calculamos gastar X en nuestras importaciones de carburantes. La diferencia entre ambos es X. ¿Dónde está la tajada más grande? (Traten de imaginar de dónde saldrá la diferencia y a cuenta de quién.)

En defensa de la tesis de “aquí-no-pasará-nada” el ministro también recordó que a principios de 2008 el petróleo descendió a 30 dólares y pico el barril y que la economía  boliviana no sufrió. Ahora Bolivia estaría en mejores condiciones de capear una tormenta mayor, pues produce más gas nunca. Es cierto. Hace seis años, producíamos alrededor de 40 millones de metros cúbicos y exportábamos casi todo. Ahora producimos alrededor de 62 millones de metros cúbicos y también exportamos casi todo, salvo un sexto que se queda para el consumo interno, que también ha crecido, lo mismo que todas las importaciones.

No entran en la ecuación ni El Mutún ni la petroquímica. Por todo  lo que se puede prever, la petroquímica que venga en uno o dos años tendría que salir de los volúmenes que actualmente se producen. Como no habido grandes descubrimientos, no está muy claro cómo será reajustada la distribución actual. ¿Se exportará menos a Argentina o a Brasil?

De una siderurgia en escala asentada en el Mutún no se  podrá hablar en un buen tiempo, si es que el tema vuelve en los próximos años. Sábalo, Margarita y San Alberto representaban el 70% de las exportaciones hacia mediados de 2014 y no hay nada que indique que a ese grupo con el que Bolivia sacó la lotería vayan  a sumarse nuevos campos gigantes.

Lo liviano de afirmar que financieramente a Bolivia sólo salpicaría el derrumbe de precios se observa en que para junio, los ingresos que había percibido el país sumaban alrededor de 3.000 millones de dólares, de acuerdo a la contabilidad de YPFB. Fue a partir de junio que comenzó a notarse el descenso persistente de los precios. No es aventurado suponer que los ingresos pueden haber mermado en un 20% al 30% respecto a lo calculado para el segundo semestre. Es decir entre US$600 millones y $US 900 millones menos en el semestre que acaba. Nadie diría que esa cantidad es liviana. De mantenerse la tendencia, el ajuste de los cinturones presupuestarios será muy fuerte. Se estaría hablando de mucho más dinero. Asegurar que Bolivia saldrá indemne de la tendencia en curso contribuye a crear expectativas irreales en la población.

Otra afirmación que debe ser vista con cuidado es que la demanda interna es el motor que mueve la economía boliviana.  En mayor o menor grado eso ocurre en todos los países, más en aquellos que tienen una producción diversificada y donde gran parte de la mano de obra está empleada por la industria. Ese no es el caso boliviano donde la mayor parte del empleo formal (que no es mucho) radica en el estado y su burocracia. En la estabilidad financiera del estado pesan decisivamente los ingresos por las exportaciones, de las cuales el gas natural es el rey. Es irreal pretender que, en el peor de los casos, la contracción de precios solo salpicaría al país.   El tema es abultado y el debate que conlleva probablemente nos acompañará a lo largo del año que está por comenzar.

La primera baja

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Algunos recién parecen enterarse, pero desde hace meses solo crece la onda gigante de un nuevo tsunami petrolero cuyas dimensiones pueden ser percibidas mejor recordando algunos rasgos y consecuencias del anterior.  La disparada de precios de hace 40 años,  cuando se triplicaron al fragor de las guerras del Medio Oriente,  fue seguida de un colapso, en medio de una feroz competencia entre productores que llevó los precios a una fracción de los que regían hasta poco antes. En su recorrido, la escalada contribuyo a la desaparición de la Unión Soviética, económicamente exhausta, con empresas ineficientes y con la carga insoportable de la invasión a Afganistán.

Con el petróleo como su producto rey de exportación, una Rusia financieramente fuerte, con recursos para cubrir las crecientes demandas de su sociedad, podría haber resistido un poco más. Pero la tormenta era demasiado fuerte, incluso para un imperio como el soviético donde no se ponía el sol. En pocos años estaba desmembrado. Todos sus satélites recuperaron la independencia y su autonomía y se apartaron del imperio cuando Yeltsin arrió la bandera roja y levantó en el Kremlin la celeste-blanca de Rusia hasta antes de la revolución bolchevique.

El petróleo venezolano llegó a ser cotizado  hasta en seis dólares el barril. (Venezuela podría haberse dado por feliz, pues en otras latitudes el precio bajó hasta dos dólares.) A mediados del año que acaba,  nadie, ni en pesadillas, habría soñado con que el precio del petróleo llegaría a los niveles a los que de esta semana, peor aún a los niveles de algunos vaticinios pesimistas. La banda de 50-60 dólares es dolorosamente insoportable para algunos países. Imagínense lo que sería en niveles de 40-50. Para Bolivia, el desequilibrio de estos días puede costarle más de 1.000 millones de dólares a lo largo de un año, entre el 3% y 4% de su Producto Interno Bruto (todo lo generado por la economía en un año). En otras palabras, el crecimiento de la economía podría aproximarse a cero en 2015.

La economía de la patria de Bolívar ya daba tumbos cuando los precios empezaron a precipitarse. Es irreal creer que Cuba, en cuyo socorro acudió el fallecido presidente Hugo Chávez tras el  infarto fatal de la ahora ex URSS, no percibió que podría extinguirse pronto el apoyo venezolano expresado en unos 100.000 barriles diarios de petróleo a precios subvencionados y  ocupación para decenas de miles de profesionales. Perderlo sería tanto o más grave que lo que fue la extinción de la ayuda soviética. Muchos creen que un cálculo frío llevó a la cúpula cubana a buscar neutralizar otros frentes, en la medida de lo posible y conveniente.

El factor petróleo que sofoca financieramente a Venezuela es crítico para explicar el rumbo reconciliador tomado por Cuba y Estados Unidos.  El deshielo cubano-estadounidense se yergue como la mayor baja política del segundo tsunami petrolero en medio siglo.  Gorbachov no imaginaba que la  crisis petrolera de los años de 1980 que encogió sus ingresos por exportaciones acabaría con la URSS, durante décadas la estrella del rumbo de todos los que navegaban por la izquierda.  Es interesante ver que la crisis en curso vuelve a afectar notablemente las finanzas rusas y ha diezmado el valor del rublo, empeorado con las sanciones provocadas por la intervención en Ucrania, que muchos hallan equivalente a la que atascó a los soviéticos en Afganistán.

La escalada de precios de hace cuatro décadas, creó entre algunos exportadores una sensación de bonanza sin fin y un endeudamiento desproporcionado. Fue el caso de México, cuyas finanzas quebraron en septiembre de 1982, y de Venezuela, meses después, en febrero de 1983. Recuerdo que Luis Herrera Campins, el presidente venezolano de esa época, aseguraba que “Venezuela no es México” y que para el país era preferible endeudarse que pagar al contado porque el petróleo,  su mercancía primordial, iba siendo cada vez más cara. La afirmación fue desmentida en poco tiempo.

Bolivia ingresaría al remolino vertiginoso de la deuda externa e inflación un par de años después, con el vendaval que vino: renuncia prematura de Hernán Siles Zuazo, la llegada de Víctor Paz Estenssoro y su decreto estabilizador 21060, que rige aún ahora los destinos económicos del país.

Aniversario sin gloria

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Este final de año se cumple un cuarto de siglo del desplome de uno de  los últimos eslabones del sistema que proclamaba representar el paraíso. Nicolae Ceausescu y su esposa Elena fueron fusilados por un pelotón tras ser declarados culpables por una corte marcial que trabajó bajo procedimientos similares en truculencia a las normas que bajo su férrea conducción sirvieron para perseguir y atenazar a sus compatriotas. Aprehendidos cuando trataban de escapar en un helicóptero, ambos fueron amarrados manos atrás y conducidos en medio de gritos hasta un muro detrás del edificio donde había sido emitido el veredicto. El pelotón disparó unos 70 tiros, de acuerdo a uno de los soldados, pero solo media docena de balas se incrustó en la pared. El resto quedó en sus cuerpos.

Una nota de The Associated Press informó hace unos días sobre cambios ocurridos tras la revolución que puso fin a aquel supuesto paraíso, entre ellos la proliferación de tabletas y teléfonos celulares que ahora circulan por Rumania. En contraste, recordaba que en el edén socialista que murió con la pareja Ceausescu era prohibido comprar maquinas de escribir  y quienes recibían autorización para hacerlo debían registrarlas y rendir cuenta de su uso anualmente.  Las autoridades tenían miedo que ellas sirvieran para difundir panfletos críticos al gobierno y amenazar la hegemonía dominante.

En pocos meses dejaron de existir todos los regímenes comunistas euro-orientales y por último el de la propia Unión Soviética. Ninguno se salvó. Fuera de Europa quedaron o surgieron regímenes aislados, pero el yugo soviético desapareció. El clarinazo final del derrumbe había surgido de Polonia,  y en él mucho tuvieron que ver el fortalecimiento de la fe católica de los polacos, patente con la visita del Papa Juan Pablo II, y la incredulidad general ante un sistema cuyos resultados más visibles fueron la escasez de bienes y la asfixia de la libertad.

La  caída del Muro de Berlín es considerada como el evento que marcó el final de una época. Pero no menos significativo fue el colapso y final trágico del régimen que encarnaba Ceausescu, convencido que iba a regir para toda la vida. El mundo cambiaba pero el dictador se resistía a creerlo. Informes de la época subrayan que el veredicto de la corte marcial, incluso el lugar de la ejecución, habían sido decididos antes de que el tribunal fuera conformado.

Un terremoto

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Un terremoto desencadena eventos imprevisibles. El anuncio del presidente Obama, este miércoles, poco después de haber hablado por teléfono durante casi una hora con Raúl Castro, es un terremoto.  Es un paso que repercute en todo el hemisferio. Los dos enemigos hasta ayer irreconciliables marchan en pos de la reconciliación y hacia el restablecimiento pleno de sus relaciones. Es demasiada dosis para pasarla de un solo trago.

Al margen de las repercusiones que el curso anunciado por los líderes de los dos países tendrá en Cuba, el  nuevo rumbo sugiere replantear posiciones y discursos a los amigos del castrismo, especialmente entre algunos de sus vecinos.

El efecto del desplazamiento de Estados Unidos y Cuba podrá sentirse de modo especial en Caracas y La Paz, en ese orden. En Venezuela, porque el “chavismo” queda de repente sin municiones para alimentar la retórica de “guerra contra el imperio”, al que responsabiliza del naufragio de los  precios del petróleo que le ha puesto un cordel financiero que aprieta cada vez más. Si desaparece la brújula que orientó las relaciones de Venezuela con el mundo a través de Hugo Chávez, primero, y ahora de su sucesor Nicolás Maduro, ¿cómo navegar?

El anuncio Barack Obama-Raúl Castro ocurrió cuando Maduro y su gobierno todavía están irritados con la suspensión de visas y posible congelamiento de bienes en Estados Unidos a 56 funcionarios vinculados a violaciones de los derechos humanos. La irritación venezolana tuvo una tibia repercusión entre sus aliados más fieles.  Ante la noticia de lo que acababa de ocurrir, habló desde el norte argentino, donde estaba para una reunión de Mercosur, y se declaró “muy feliz”.  “Hay que reconocer el gesto del presidente Barack Obama, que es un gesto de valentía y necesario en la historia. Ha dado quizá el paso más importante de su presidencia”.

Sus opositores en Venezuela fueron incisivos al destacar la contradicción. “Hace dos días Maduro mandaba quemar las visas de Estados Unidos…mientras Raúl Castro ya tramitaba la suya”, escribió en su cuenta twitter María Corina Machado, la ex legisladora que el gobierno dispuso expulsar del congreso y a quien Maduro acusa de querer matarlo.

Resultará incómodo volver a atacar “al imperio” y a su gobierno con la virulencia de hasta hace poco. ¿Cómo atacarlo si la fuente ideológica primaria que alimentó esos ataques está por abrazarse con el enemigo?

Otros cosas inmediatas pueden ser más sustantivas. ¿Cuánto más persistirán las ventas subsidiadas de petróleo a Cuba? ¿Seguirá Caracas otorgando precios preferenciales a la isla cuyo gobierno anuncia que va el encuentro de quien consideraba como su peor enemigo? Las respuestas vendrán paulatinas no con retórica sino con hechos.

Para Bolivia los cuestionamientos parten de que Cuba, Fidel y Raúl Castro, e incluso “Ché” Guevara, están en el hilo del discurso que ha tenido el presidente Evo Morales desde que empezó a crecer políticamente. Acaba de denunciar que el colapso de los precios del petróleo es una conspiración de  Estados Unidos para hundir a Venezuela y a Rusia.  ¿Mantendrá la retórica anti-imperio con el mismo vigor? Otra pregunta aún más intrigante: ¿Previó el presidente Morales lo que ha ocurrido y esa previsión catapultó el anuncio de que quiere encontrase con Obama? Vale la misma pregunta respecto a la apertura hacia la Iglesia Católica, a cuyos obispos  ha dicho que “es casi seguro” que el Santo Padre, visto como el articulador de la reaproximación, venga a Bolivia el año que viene. Es perfectamente legítimo suponer que el presidente tuvo indicios de que el Papa Francisco abogaba por una aproximación entre La Habana y Washington y que era conveniente vestir un traje adecuado a las circunstancias en caso de que eso ocurriera. La magnitud del movimiento puede interferir incluso armazones y acciones nacidas al calor de vínculos con Cuba. Habrá barbas que ahora estarán en remojo.

El deshielo que empieza entre Estados Unidos y Cuba es parecido al de la caída del Muro de Berlín con una diferencia. Este deshielo ha sido preparado meticulosamente y los últimos movimientos empezaron a tomar cuerpo hace año y medio.  Todo en sigilo.

Gestiones de otro Pontífice, Juan Pablo II, fueron exitosas para evitar una confrontación entre Chile y Argentina en 1978 y, después, para afianzar el rumbo a la democracia que asomaba en Polonia. Una coincidencia a ser notada es que el anuncio ocurrió en el día en que el Papa Francisco cumplía 78 años. O, si se quiere más, en un aniversario reverenciado por los venezolanos: el de la muerte de Simón Bolívar, en San Pedro Alejandrino.

Sanciones y relaciones

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Con la aprobación separada de las dos cámaras legislativas, ha quedado pronta para su estreno la decisión estadounidense de sancionar, con negación y suspensión de visas y posible congelamiento de bienes, a 56 funcionarios venezolanos vinculados a infracciones a los derechos humanos. La decisión es vista como una condena al gobierno de Nicolás Maduro y luce como una de las medidas políticamente más graves y de mayores implicaciones asumidas por Estados Unidos contra funcionarios de un país sudamericano.

Entre los funcionarios pasibles a esas sanciones están jefes y comandantes militares envueltos

en la represión de las marchas de protesta que estallaron a principios de año en gran parte de Venezuela contra la inseguridad, la carestía y las restricciones a la libre expresión.

Las sanciones lucen destinadas a arreciar la tormenta bajo la que se encuentra el gobierno de  Maduro,  atenazado por la inflación (no hay datos oficiales) y la caída libre de los precios del petróleo que sofoca las finanzas del vecino país. El viernes convocó a una concentración en Caracas para protestar este lunes contra la que llamó “insolencia” de Estados Unidos. El llamado de Maduro se agregó a la crispación bajo la que vive Venezuela y anunciaba un final de año tenso.

Como agravante de la crisis que vive el vecino país, este fin de semana se acentuó la pesadilla que agobia a los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo: los precios descendieron a menos de 60 dólares el barril, el  nivel más bajo en cerca de seis años. Para Venezuela, donde el petróleo es responsable del 95% de los ingresos por exportaciones, la baja vertiginosa de precios era un anuncio de nuevas apreturas ante las que las sanciones al grupo de funcionarios parecían sólo un trueno durante una tormenta.

Analistas y diplomáticos consideraban previsible que la convocatoria de Maduro a la movilización de quienes apoyan a su gobierno repercuta en los próximos días entre sus aliados de América Latina y el Caribe, especialmente entre los que se han beneficiado con las contribuciones que solían venir de Venezuela. La magnitud de la crisis que vive el vecino país ha opacado el debate sobre el costo de la ayuda venezolana por vía directa o por medio de Petrocaribe, la empresa forjada por el difunto presidente Hugo Chávez que entrega petróleo a precios subsidiados a una docena de países de la región. Pero en la otra esquina estarían los gobiernos cuyos países forman la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) y probablemente el de Brasil, tradicional apagafuegos en conflictos que involucran a su vecindario.  Ninguno de ellos se sentiría afectado por las sanciones a los funcionarios venezolanos.

Para Bolivia, las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela ocurren cuando está todavía fresco el anuncio sin sordinas que hizo el canciller David Choquehuanca ante el Cuerpo Diplomático reunido en la cancillería en una ceremonia tradicional de fin de año.  Tras revelar que Bolivia propone una reunión del presidente Evo Morales con su par estadounidense Barak Obama, el canciller dijo que “la pelota está en la cancha de Estados Unidos”.  La eventual reunión por iniciativa boliviana apuntaría a recolocar las relaciones bilaterales en un plano de normalidad con la designación de embajadores.

No se conocen entretelones de la repentina revelación del canciller, pero algunas opiniones escuchadas aquí en Santa Cruz la contrastan con el sigilo y cautela que suelen rodear a  las grandes decisiones de los países.

Bajo el gobierno del presidente Morales, las relaciones entre La Paz y Washington nunca fueron tranquilas. Un repaso somero mostraría la multitud de incidentes que las ha marcado hasta llegar al modus vivendi vigente desprovisto de embajadores bajo el cual, sin embargo, las relaciones comerciales han conseguido un crecimiento robusto varias veces superior al volumen de hace ocho años.

En el rastro del sismo

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Publicado en El Deber, 7 de diciembre, 201

Las señales circulan por todas partes y nadie podrá decir que no las vio. El petróleo, la materia prima cuya energía mueve al mundo, ha entrado a una era de incertidumbre, sus precios se desploman y por ahora nadie puede precisar a dónde llegarán. Rusia ya anunció que tendrá una recesión en 2015, atrapada por la combinación letal de sanciones que le ha costado la invasión a Ucrania y  el colapso de los precios de su principal producto de exportación.  El entusiasmo de quienes sueñan con la recomposición del imperio de los Gulags choca con la realidad de ver al rublo precipitarse sin fondo visible abrumado por un dólar que estos meses sólo se robustece.

La falla sísmica abierta por el petróleo cruza Irán y sofoca a los miembros de la OPEP fuera del Golfo Pérsico, pasa por Nigeria y llega a México, que ha tenido en el petróleo un pilar básico de crecimiento. El recorrido llega con fuerza a Brasil, donde Petrobras ve riesgos para su plan quinquenal de inversiones que prevé gastar 220.000 millones de dólares, con un precio por barril que debía llegar este año a un promedio de 105 dólares, casi 40 más que los niveles de los primeros días de diciembre. El conglomerado brasileño calculaba 95 dólares por barril en 2018, previsión que hoy luce desproporcionadamente irreal. Algunas publicaciones ya mencionan cotizaciones inferiores a 50 dólares.

El impacto es dramático en Venezuela, arrinconada en un callejón político y social que no parece tener salida y que se vuelve cada vez más estrecho y más oscuro. El desabastecimiento vuelve distante la época de las navidades que reflejaban una abundancia envidiada en el resto del continente. El sueldo mínimo es estadísticamente el menor de la región: 30 dólares mensuales si se quiere convertir su valor con el cambio del mercado negro, el único donde realmente se consigue la divisa norteamericana. Allí la relación es 25 veces más cara. Ese valor salarial  compite con el de Cuba, que equivale a 20 dólares.

En nuestro país el gobierno jura que aquí no pasará nada y como armadura exhibe las reservas internacionales atesoradas por el Banco Central.  Que las cosas no están tan bien en las empresas de estado acaba de recordarlo el conflicto de Enatex, que antes de derivar en empresa estatal gozaba de un mercado cierto en Estados Unidos. Con los desastres que ya causa, hay que esperar que el sismo no tenga remezones.

Reveses del petróleo

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La caída de precios del petróleo parece aún lejos de tocar fondo y tiene en vilo a la mayoría de los productores, algunos con más ansiedad que otros, todos presos de un interrogante: ¿Qué hacer para frenar y revertir el curso?

Con la economía sofocada por el costo de las sanciones que la han impuesto los países occidentales por la anexión de Ucrania y que agravan el desplome de los precios, Rusia apunta hacia un factor no ortodoxo que hace 60 años detuvo a las tropas alemanas a las puertas de Moscú: el invierno. Vladimir Putin vaticinó esta semana que el frío de la temporada hará lo que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no logró en su reunión de noviembre. “El invierno está llegando y estoy seguro que el mercado volverá a equilibrarse a principios o mediados de año que viene”, dijo en una reunión de petroleros hace unos días. Poco después reconoció que el encogimiento de precios era grave. “Nos daña, pero no es fatal”, dijo, citado por el Washington Post.
El viernes que acaba de pasar, el pronóstico del líder ruso todavía aguardaba signos meteorológicos más contundentes mientras la caída no daba tregua sólida. Los precios continuaron dentro de la franja de 60-70 dólares por barril, insostenible para los productores, excepto los del Golfo Pérsico liderados por Arabia Saudita. Los traspiés de la materia prima más codiciada y más volátil han sido un revés para muchos que esperan que Rusia retome el camino de la guerra fría, perdida cuando se vino abajo el Muro de Berlín hace 25 años. En los ingresos que le proporciona el petróleo se asienta un 45% del presupuesto ruso, que para equilibrarse necesita un promedio de 100 dólares por barril, lejos de los precios actuales.
Para Venezuela, cuya posición geográfica envidiable la coloca distante de inviernos rigurosos, la odisea de los precios parece insoportable. Ningún analista se atreve a presagiar un fin inmediato de la oscuridad sobre posibles salidas pacíficas y a corto plazo para la crisis en la que está sumergida. Todos coinciden en que el apretón de precios puede resultar más grave que lo que el gobierno prevé. El promedio de los crudos venezolanos de exportación llegó esta semana a menos de 62 dólares el barril (Tal Cual Digital), casi la mitad de lo que necesita para cubrir sus gastos. Pueden estar en camino dos recetas que el gobierno de Nicolás Maduro ha evitado hasta ahora: una drástica devaluación para aproximar el cambio oficial de 6,3 bolívares por un dólar al de más de 160 bolívares en el mercado negro. La segunda es elevar el precio de la gasolina, intacto desde hace más de dos décadas. Las dos medidas lucen inevitables pero el gobierno las esquiva, en una apuesta cuya resolución puede llegar en poco tiempo.
En nuestro vecino Brasil, Petrobras está en dificultades para equilibrar su plan quinquenal, que ha previsto una suma colosal siete veces el PIB anual boliviano, gran parte en exploración. Un informe de Valor Económico, de Sao Paulo, dice que la empresa necesita que el precio promedio del petróleo sea de 105 dólares el barril, también distante de los niveles vigentes, que estimulan la importación y desaniman la inversión.
El ganador más visible de la crisis, cuyo detonante ha sido la afluencia torrencial de petróleo de Estados Unidos (esquistos bituminosos), es hasta ahora China. Su crecimiento económico empieza a declinar y en 2015 representará un aumento de “solo” el 7,5%, un nivel codiciado por el resto del mundo. La economía china acaba de sobrepasar en volumen a la de Estados Unidos y la factura que paga por sus importaciones de petróleo luce con valor de liquidación.
Bolivia debe seguir con atención el curso de los precios, que condicionan los del gas natural que vendemos a Brasil y Argentina. El remedio para una baja de precios debería ser exportar más y refinar más. Ambas opciones son limitadas por el nivel de reservas, que representan una docena de años de explotación a niveles vigentes. Exportar más o refinar más equivale a reducir la duración de esas reservas. Se trata de un dilema que podría romperse solo con una intensificación drástica de la exploración en busca de más reservas. ¿Qué hacer?