Presencia
Una historia aún fresca
El cierre debía ser temporal pero hoy, 18 años después, nadie se atrevería a decir que lo fue. El 2 de junio de 2001 se cumplieron 18 años del cierre de ¨Presencia¨, la publicación que durante casi cinco décadas, primero como semanario y después como como diario, fue uno de los mayores faros informativos que tuvo la sociedad boliviana.
Está en circulación ¨Presencia, una escuela de ética y buen periodismo¨, (Plural, 319 páginas), producto de una veintena de periodistas que tuvieron la fortuna de trabajar en ese medio durante algunas de las épocas de la vida del periódico. Bajo visiones individuales de quienes estuvieron vinculados directamente al periódico, el libro cuenta la historia de la publicación católica que, en los hechos, con vicisitudes y alegrías, llegó a representar la voz más creíble de la sociedad boliviana en el tiempo que le tocó vivir. La obra es una de las novedades de la Feria Internacional del libro abierta hace unos días en Santa Cruz.
El cierre debía ser temporal, según el anuncio de la Conferencia Episcopal. Pero se tornó permanente, y es ahora un registro de una de una época trascendental de la historia boliviana. En el medio siglo de la vida del periódico, se nacionalizaron las minas, se implantó el voto universal y se otorgó ciudadanía a más de la mitad de la población boliviana; también ocurrió el auge y caída de dictaduras para desembocar en el cauce democrático más prolongado de la vida democratica nacional.
Además de las victorias y percances del periódico, algunos contribuyentes relatan momentos poco difundidos de esta historia. Mario Frías Infante, el último director que tuvo ¨Presencia¨, menciona, por ejemplo, intentos de utilizar al periódico para fines al menos cuestionables, cuando ya era cooperativa con participación prominente de una industria privada de Cochabamba. El capítulo deja vacíos importantes al no abordar este tema con cierto detalle, indispensable dada la magnitud del caso y por tratarse de una institución de la Iglesia Católica.
La contribución de ¨Redacción de Presencia¨, con capítulos que abarcan períodos amplios de los últimos años del periódico, son de lectura imprescindible para comprender parte de su agonía en años de dificultades.
El editor responsable de la obra, Juan Carlos Salazar, me dijo que se trata de capítulos escritos para ocasiones memorables anteriores, como la de las Bodas de Plata, a los 25 años, en 1977, O a los 40 (1992) bajo la gestión de Ana María Campero (+), con ¨Pasión, muerte y resurrección de la democracia¨.
Todo el que estuvo cerca del periódico, siente la falta de testimonios como el de Francisco Roque-Bacarreza, el incansable Jefe de Informaciones, primero, y de Redacción, después, durante lo peor de las dictaduras militares, en la década del ´80, o el de Carlos Arze Castedo que trabajaba a todo pulmón para lograr noticias primiciales, en especial del ámbito militar, lo mismo que Germán Cassasa, quien temprano se vino a Santa Cruz para dirigir otros medios. No menos notable fue el aporte de Norah Claros, ¨norita´¨para sus colegas, en las páginas de ¨Sociales¨ y en la recolección de noticias que solo su delicadeza y tacto femenino podían lograr. Las citas resultarían demasiado extensas para una nota que busca ser apenas una reseña.
El libro, forzoso para estudiantes de comunicación, no pretendió abarcar sino pinceladas de una obra construida a lo largo de medio siglo. Haber empezado desbrozar el camino ya es una hazaña.
Jaime Humérez Seleme
Fue un profesional sin recreos, convencido de que Bolivia sí tenia futuro, dueño de una lógica persuasiva con sus causas cobijadas en el bien común. Como Jefe de Redacción y Director buscaba equilibrios sin desviarse de su misión de informador, su vida profesional fue un camino empeñoso y sin claudicaciones. Jaime Humérez Seleme emprendió su ruta final el 21 de octubre.
Los años de Jaime en el ejercicio profesional periodístico se insertan en la lucha de Presencia por salir adelante y por consolidar el liderazgo que alcanzó con las armas más nobles de la comunicación social: noticias, muchas de ellas exclusivas, redacción de calidad y respeto a las normas éticas.
Entre las últimas empresas en las que se embarcó estuvo la redacción del Código de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP). Debía haber sido uno solo, que englobara a todas las instituciones periodísticas, pero hubo sectores que quisieron escribir ellos mismos sus propias normas y elaboraron estatutos separados. Jaime Humérez y Willman Durán, también fallecido, se esmeraron en elaborar un documento digno de profesionales, que sirviese de antorcha ética para los periodistas. Creo que la meta fue lograda, aunque pocos recuerdan la contribución de esas dos personas en la elaboración de un conjunto de normas que buscaban hacer la tarea periodística éticamente más confiable. Tal vez no sean muchos los que sepan, pero Jaime y Willman quemaron las pestañas en la concepción y redacción de las normas éticas del que guían a los profesionales de las empresas bajo el alero de la ANP. Junto a Alberto Zuazo Nathes fui parte del Tribunal de Ética Periodística gestado por la ANP, el primero de esa institución.
Muchos años antes, Jaime fue un puntal del sindicalismo entre los periodistas, cuando alcanzó la dirección del Sindicato de Trabajadores de Prensa de La Paz y luego la Federación de Trabajadores de la Prensa de Bolivia. Desde allí libró batallas siempre actuales para proteger la libertad de prensa, a los periodistas y a los medios impresos acosados por tentaciones totalitarias. Cochabambino egresado de la facultad de Derecho, nunca ejerció la profesión, consecuencia de su inconformidad con una justicia mezquina y con frecuencia tramposa. Jaime Humérez desarrolló un camino profesional largo y señero, como pivote esencial de Presencia en los años en que el periódico pasó de semanario a diario, en 1958. Sus primeras páginas, que él mismo diagramaba con un inflatable lápiz Faber bicolor rojo-azul, obedecieron a una concepción noticiosa atractiva para el público. Esas páginas, cuando la extension de un artículo se medía en centímetros y no en caracteres, fueron muchas veces resultado de las jornadas nocturnas aliviadas con el sabor de un café tinto remachado por un Singani San Pedro.
Desde la jefatura de Redacción, Humérez coordinó y él mismo ayudó en el armado del diario de Che Guevara que el periódico decidió publicar de un envión y dejar en su rastro la hazaña de un tiraje de 134.000 ejemplares, todavía récord quizá imbatible del periodismo escrito boliviano. Con esa primicia, un verdadero ¨scoop¨, Presencia se anotó un poroto histórico que no dejó sobra para ningún otro diario, ni para los más fervientes medios del castrismo de aquella época. Lo que ellos habrían querido hacer, Presencia lo hizo, gracias a una combinación fortuita de episodios que hicieron que uno de los primeros ejemplares de la edición parisina llegara a la redacción. Esa madrugada fuimos varios los que nos hincamos sobre del pavimento de Editorial Lux para armar los cientos de páginas del documento. A esa incomodidad pueden ser atribuidos unos pocos errores de compaginación de esa edición.
A ratos veíamos a Jaime como un ¨toro¨. Incansable, a veces amanecía a la espera de las últimas noticias. Llegaba el alba con la satisfacción de haber cumplido la tarea, y aún con tiempo para ir el estadio Hernando Siles, donde las caseras escuchaban tertulias sobre la jornada que acompañaban a docenas de anticuchos consumidos por esos voraces comensales de las madrugadas.
Dotado de una paciencia excepcional, Jaime buscaba aclaraciones del redactor, corregía e indicaba cómo escribir mejor una noticia. Su letra menuda pero clara no representaba un gran esfuerzo para los linotipistas pues era muy legible. Imponía su autoridad con una fuerza profesional que a nadie incomodaba. Jaime enseñó el camino para una buena redacción y entrenó en el buen olfato periodístico a muchos de las siguientes generaciones. Tuvo a su cargo los diarios Hoy y Meridiano, en La Paz. Los cambios politicos, a menudo intempestivos, que ocurrían en Bolivia, lo llevaron a apartarse de Presencia. Fuera del periódico, incursionó en la internet con un blog: Bolivioscopio. Algunas de sus notas aún perduran en la red.
Su pasión por entender y construir Bolivia desde una óptica del Bien Común lo colocó entre los dirigentes del Partido Social Cristiano, antes de que se convirtiera en PDC. Inconforme con esa conversión, refundó, junto a otras personas, el PSC original, pero el esfuerzo se diluyó en los períodos autoritarios que vivió el país.
La partida de Jaime cierra un capítulo del periodismo boliviano del que fue uno de sus grandes gestores. Fue parte destacada de una ¨belle époque¨ del perenne quehacer por forjar una sociedad mejor informada. Le sobreviven su esposa Nelly y sus hijas Carole, Heidi, Marienka, Cecilia, Julieta, Karina y Claudia.
Un chaqueño purasangre
La noticia la trajo Erbol. Jesús Urzagasti, literato y periodista –creo que en orden inversa- falleció este sábado de un infarto fulminante. Nacido en la Provincia Gran Chaco el 15 de octubre de 1941, Urzagasti se trasladó joven a La Paz, donde estudió y concibió su obra primordial, Trinea, una de las mejores novelas de la literatura boliviana. Iba a estudiar geología pero la práctica lo llevó por caminos muy diferentes y se volvió forjador del buen estilo en el uso de las palabras.
Retraído y de poco hablar pero con una gran seguridad en sí mismo, Urzagasti fue un colega con quien compartí parte de mis años fecundos en “Presencia” , aquel periódico que acunó a tantas personalidades y que, lamentablemente, desapareció dejando un vacío inmenso que todavía no logra ser llenado por los medios escritos bolivianos. Trabajaba al lado de Mons. Juan Quirós, otra pieza esencial de la Iglesia Católica y de la literatura boliviana, en la elaboración de Presencia Literaria, antes de ejercer otras responsabilidades en el periódico.
La última ocasión que tuve de verlo ocurrió durante la presentación de una de sus obras, en la Feria del Libro, aquí en Santa Cruz, durante una noche de surazo que él soportaba imperturbable, su herencia del sur boliviano.
Leer los escritos de Urzagasti fue siempre una delicia que requería de cuidado, por la profundidad de sus pensamientos. Nunca exageró en el uso de las palabras y fue implacable con los adjetivos, fiel a lo que había aprendido al lado de Quirós y de otra figura monumental del periodismo boliviano: Huáscar Cajías. Austero en su estilo de escribir, cada coma estaba donde debía estar, cada verbo era puesto en su debido lugar y momento, denotando la acción que quería presentar. No había muchos de su estirpe. Ahora los hay menos.