Gas Natural

La diplomacia en el largo plazo

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La revista dominical Doble Click, de Los Tiempos, trajo este domingo una nota que los historiadores y comentaristas no dudarán en subrayar su importancia. La reproduzco aquí con autorización del autor.

Walter Auad Sotomayor

Escritor e historiador

Las versiones históricas siempre están cambiando. Eso puede deberse al distanciamiento temporal, al descubrimiento de nuevas fuentes e incluso al surgimiento de nuevas herramientas de análisis. Ese inevitable “revisionismo histórico” muchas veces fue percibido como algo negativo, tal vez porque uno de sus efectos, además de acabar con algunas certezas, haya sido abrir debates para cuestionar corrientes dominantes de opinión.

Pueblos tan diferentes como los incas y los chinos, para iniciar una nueva dinastía se preocupaban en borrar o denigrar el pasado y comenzar una nueva versión, aún cuando se trataba, en el caso de los incas, de historia oral. Hoy en día, denigrar al gobierno anterior es parte de las estrategias políticas en todo el mundo.

El nacionalismo revolucionario, al empeñarse en la tarea de la reconstrucción del Estado frente a lo que consideraba una inaceptable usurpación de papeles por parte de los barones del estaño, se ensañó contra “la Rosca”, la élite intelectual y política que había ejercido un rol predominante hasta entonces.

En ese empeño destacó el trabajo de  Augusto Céspedes, que escribió relatos apasionados sobre la guerra y la posguerra en los que embistió contra todos los que habían servido a gobiernos de la Rosca. Esa perspectiva de Céspedes tal vez se justificara en su momento, como parte de un proceso de cambio. Se trataba, principalmente de un cambio de mentalidad.

Pero a veces fue excesivo. El mismo Céspedes trató de forma muy áspera al diplomático y político Alberto Ostria Gutiérrez, que había sido parte de una generación que además de participar en las negociaciones de la paz del Chaco estaba comprometida en la estrategia de sacar a Bolivia de su aislamiento internacional. La constatación de que Bolivia no había buscado relaciones más estrechas con los países vecinos fundamentó la misión de Ostria Gutiérrez en Brasil entre 1936 y 1939.

El diplomático había estudiado derecho en la década de 1920 en Río de Janeiro, al margen de su labor como secretario de la embajada de Bolivia, y era sin duda, el hombre ideal para la tarea. Conocía el país, tenía amigos influyentes y había acumulado experiencia en sus misiones diplomáticas anteriores en Madrid  y Lima.

El resultado de su misión fue un tratado con Brasil que vinculaba la venta de petróleo boliviano a la construcción del ferrocarril Corumbá Santa Cruz. Pero sus instrucciones, incluían un tema delicado, que trató directamente con el presidente Getulio Vargas. Se trataba de conseguir una declaración formal del gobierno brasileño de compromiso con la integridad territorial de Bolivia.

El presidente Busch sabía muy bien que eso era muy importante y percibía esa vulnerabilidad cuando aun no habían concluido las negociaciones de la paz del Chaco. En su gabinete, los jefes militares defendían el reinicio de la guerra, pese al desastre causado por la guerra en la economía nacional, al hecho de que 25.000 bolivianos estaban prisioneros en Paraguay y más de 70.000 habían caído en las arenas del Sudeste.

Robert Brockmann, en “Dos disparos al amanecer. Vida y muerte de Germán Busch”, registra que pese a que la situación no era favorable para un reinicio de la guerra, el imaginario boliviano pasó a creer hasta hoy que habían condiciones para una rápida victoria y a la ocupación del territorio perdido durante tres años de enfrentamiento bélico.

La literatura de la guerra no ha conseguido librar al país de algunos mitos como ese, pero es necesario reconocer, 80 años después, la labor de los diplomáticos que trabajaron por la paz y el fin del aislamiento boliviano. Otros gobiernos iniciarían después la necesaria integración con las tierras bajas como parte de la construcción de una nueva conciencia nacional.

La política interna con frecuencia se orienta por objetivos de corto plazo, mientras que acciones de política exterior tienen efectos de más larga duración, como el tratado firmado por Ostria. Fue difícil aplicarlo en lo relativo a la venta de petróleo, pues además de las respectivas coyunturas políticas brasileñas y bolivianas, opuestas a esa venta, se descubrió más tarde que la producción nacional no generaba grandes excedentes exportables. También se constató que petroleros de gran calado no tendrían condiciones de llegar al puerto sobre el Río Paraguay por el que se luchó en el Chaco.

En la práctica Bolivia exportó a Brasil gas natural sólo 60 años después de firmado el compromiso inicial, y aunque la ferrovía demoró en construirse de 1939 hasta 1955, logró acercar a los dos pueblos, como lo había buscado el denigrado diplomático.

 

El autor publicó en 2013 “Relaciones Brasil-Bolivia, la definición de las fronteras” (Plural) y actualmente escribe sobre la historia de esas relaciones en el siglo XX: “Relaciones Brasil-Bolivia, la construcción de vínculos”.

Analogías equivocadas

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El Ministro de Hacienda Luis Arce Catacora ha expresado conceptos controvertidos que merecen algunos apuntes. El relacionado con a la fortaleza financiera de Bolivia ante la tormenta que se abate en todo el mundo sobre los hidrocarburos es relativo y explicable solo si el ministro ha tratado de defender la estabilidad monetaria. El precio de esa defensa equivale a poner en entredicho su credibilidad y puede sustentarse mientras la caída no se agrave. La actitud es comprensible. Un ministro de Hacienda inglés juraba a los periodistas que no habría devaluación de la libra esterlina (Inglaterra aún no era parte  del euro), mientras caminaba rumbo a su despacho para firmar, solo minutos después, una decisión que iba a afectar la moneda.

Los expertos dirán que no es correcto comparar los ingresos que Bolivia recibe de sus exportaciones de gas natural a Brasil y Argentina con la reducción de los precios de los carburantes que importa (diesel y gasolina). Si de todas maneras se quiere hacer la comparación, debe hacerse una cuantificación mínima: Calculamos recibir X por nuestras exportaciones de gas natural en 2015 y calculamos gastar X en nuestras importaciones de carburantes. La diferencia entre ambos es X. ¿Dónde está la tajada más grande? (Traten de imaginar de dónde saldrá la diferencia y a cuenta de quién.)

En defensa de la tesis de “aquí-no-pasará-nada” el ministro también recordó que a principios de 2008 el petróleo descendió a 30 dólares y pico el barril y que la economía  boliviana no sufrió. Ahora Bolivia estaría en mejores condiciones de capear una tormenta mayor, pues produce más gas nunca. Es cierto. Hace seis años, producíamos alrededor de 40 millones de metros cúbicos y exportábamos casi todo. Ahora producimos alrededor de 62 millones de metros cúbicos y también exportamos casi todo, salvo un sexto que se queda para el consumo interno, que también ha crecido, lo mismo que todas las importaciones.

No entran en la ecuación ni El Mutún ni la petroquímica. Por todo  lo que se puede prever, la petroquímica que venga en uno o dos años tendría que salir de los volúmenes que actualmente se producen. Como no habido grandes descubrimientos, no está muy claro cómo será reajustada la distribución actual. ¿Se exportará menos a Argentina o a Brasil?

De una siderurgia en escala asentada en el Mutún no se  podrá hablar en un buen tiempo, si es que el tema vuelve en los próximos años. Sábalo, Margarita y San Alberto representaban el 70% de las exportaciones hacia mediados de 2014 y no hay nada que indique que a ese grupo con el que Bolivia sacó la lotería vayan  a sumarse nuevos campos gigantes.

Lo liviano de afirmar que financieramente a Bolivia sólo salpicaría el derrumbe de precios se observa en que para junio, los ingresos que había percibido el país sumaban alrededor de 3.000 millones de dólares, de acuerdo a la contabilidad de YPFB. Fue a partir de junio que comenzó a notarse el descenso persistente de los precios. No es aventurado suponer que los ingresos pueden haber mermado en un 20% al 30% respecto a lo calculado para el segundo semestre. Es decir entre US$600 millones y $US 900 millones menos en el semestre que acaba. Nadie diría que esa cantidad es liviana. De mantenerse la tendencia, el ajuste de los cinturones presupuestarios será muy fuerte. Se estaría hablando de mucho más dinero. Asegurar que Bolivia saldrá indemne de la tendencia en curso contribuye a crear expectativas irreales en la población.

Otra afirmación que debe ser vista con cuidado es que la demanda interna es el motor que mueve la economía boliviana.  En mayor o menor grado eso ocurre en todos los países, más en aquellos que tienen una producción diversificada y donde gran parte de la mano de obra está empleada por la industria. Ese no es el caso boliviano donde la mayor parte del empleo formal (que no es mucho) radica en el estado y su burocracia. En la estabilidad financiera del estado pesan decisivamente los ingresos por las exportaciones, de las cuales el gas natural es el rey. Es irreal pretender que, en el peor de los casos, la contracción de precios solo salpicaría al país.   El tema es abultado y el debate que conlleva probablemente nos acompañará a lo largo del año que está por comenzar.

Lo que está en juego

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Incluye tres párrafos de actualización al final de la entrada.

Las perspectivas de la elección de este domingo en Brasil parecen mostrar el camino hacia una segunda vuelta. A menos que ocurra una  variación notable en las intenciones de voto, los vencedores disputarían el desenlace dentro de tres semanas, en el epílogo de un proceso seguido con avidez en todo el hemisferio. El volumen en juego es grande, tal vez bastante mayor de lo que imaginan muchos que a estas horas se aprestan a votar, y explica el sube y baja en las encuestas (generalmente serias) sobre las preferencias de votos para la presidenta Dilma Rousseff, la ecologista Marina Silva, y  el ex gobernador Aécio Neves. También parece en juego la continuidad del proyecto Socialismo del Siglo 21 bajo las características que adquirió en los últimos años.

El PT al mando del gobierno de Brasil ha otorgado cierta tranquilidad a  los de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua e, incluso, Argentina. Un gobierno crítico como sería el de  Marina Silva incomodaría a todos, especialmente a los  más vociferantes, con cuestiones relativas a los derechos humanos, libertades democráticas y relaciones económicas intra y extra regionales. De inmediato, se supone que el gobierno argentino de Cristina Kirchner estaría aún más inquieto, pues la comprensión que le han brindado los gobiernos del PT, de Lula a Rousseff, se convertiría en antipatía bajo Marina o Aércio. Ambos están en desacuerdo con las tendencias proteccionistas prevalecientes en el Mercosur y favorecen acuerdos comerciales con la Unión Europea y otros bloques, de los que recelan Argentina y Venezuela.

El “peligro Marina” ha desencadenado la furia de las fuerzas de izquierdas con sustentación marxista-leninista, que hasta hace poco creían próximo el momento en que todo el hemisferio estaría bajo su bandera o muy próximo a cobijarse bajo ella.  Marina es también de izquierda, pero abjura de los métodos de aquellas y ofrece una democracia participativa que no excluye a quienes piensan diferente. Más por resentimiento que por convicción, sus adversarios uniformados con el PT dicen que es de  “ultraderecha”. Marina fue ministra del primer gobierno de Lula (2002-2006), para luego reforzar las filas del Partido Verde, organización ambientalista como la de ella, y desembocar como aliada del Partido Socialista Brasileño. Se convirtió en candidata presidencial tras la muerte trágica de su líder Roberto Campos el 13 de agosto. Al repasar la historia de la ambientalista, nacida en un siringal del noroeste brasileño, cerca de Pando, nadie podría decir racionalmente que Marina es de  “ultraderecha”. Pero es inobjetable que salió al paso del PT y que, al amenazar el poder instalado en Brasil desde hace 12 años, ocasionó la reacción de los identificados con esa corriente y que protegen los beneficios que de ella reciben.

La tendencia expansiva del Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas) manifiesta desde comienzos de siglo, fue interrumpida por la caída de Manuel Zelaya (Honduras, 2009) y la de Fernando Lugo (Paraguay, 2012).  El tumulto institucional del alejamiento de Lugo abrió las puertas de Mercosur para Venezuela, a cuyo ingreso se oponía el senado paraguayo. Con más sentido ideológico que económico o geopolítico, Bolivia juzgó que era el  momento de jugar su carta y avanzó en la intención de ingresar al Mercosur. Pero se ha encontrado con que Paraguay, readmitido en la alianza sureña, no es muy entusiasta a facilitarle el paso. La espera puede ser larga.

Ni Marina Silva ni Aécio Neves ocultan sus simpatías hacia la Alianza del Pacífico, fundada por México, Colombia, Perú y Chile. Esas simpatías son un mensaje que el  gobierno de Cristina Kirchner deberá leer junto a los resultados que emerjan de la votación de este domingo. El interés de Bolivia por la votación brasileña no es menor. Ocurrirá en uno de los períodos más desafiantes de la relación bilateral. Las nubes que amenazan esa relación van  desde el trío de refugiados políticamente más sonoro de bolivianos en el vecino país –el senador Roger Pinto, el ex fiscal Marcelo Soza y el teniente de policía Juan José Laguna-, hasta las negociaciones en puertas para un nuevo acuerdo de venta de gas natural, para las cuales Bolivia debe acelerar la búsqueda de nuevas reservas suficientes para enfrentar el compromiso.

Actualización   

22:30 de la noche – Los resultados de la primera ronda electoral en las elecciones presidenciales de Brasil anticipan una lucha sin tregua,  voto a voto, en el desempate que ocurrirá dentro de tres semanas. La presidente Dilma Rousseff consiguió vencer el escollo y agarrarse de un sólido 41.52% de los sufragios (del 99.25% del total divulgado por Red Globo a las 21:00 de la noche), frente a un 33.65% logrado por el socialdemócrata Aécio Neves. Marina Silva, la ecologista que sorprendió a todo  el mundo y solo una semana después de la muerte de Eduardo Campos, quien presidía la tarjeta electoral del Partido Socialista Brasileño (PSB), se alzó como el mayor rival de la presidente-candidata empujando a Neves al tercer lugar,  esta noche agradeció emotivamente a sus electores en la mayor y más disputada contienda democrática de la historia republicana de Brasil.

Con la perspectiva de enfrentar a Rousseff en la ronda final desvanecida, Silva descartó apoyo a la presidente y dejó abierto el camino para endosar al socialdemócrata Neves. Pero la  palabra final la darán los votantes de la ecologista, cuando deban escoger entre los dos contendores. Las horas que vienen son de suspenso y de una intensificación de la lucha política.

Las sorpresas de la votación de este domingo pueden venir de la conformación de los gobiernos estaduales (26, y el distrito federal de Brasilia) y del Poder Legislativo que emergerá en las próximas horas.   Los resultados son importantes para todo el hemisferio, por razones ya destacadas en anteriores entradas.

 

Dar sentido a las cifras

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Billones y trillones; pies cúbicos y metros cúbicos. A juzgar por la soltura con la que las cifras y las medida son desplegadas rutinariamente, el país está conformado por expertos que con una mirada aferran números siderales y procesan su significado. Estos días todos los medios destacaron la noticia que vino desde la Presidencia del Estado Plurinacional: Bolivia contaba con reservas de gas natural que el pasado diciembre llegaban a 10,45 billones (trillones ingleses) de pies cúbicos, un aumento del cinco por ciento respecto a la cantidad registrada cuatro años antes  por una medición certificada. Los que lograron procesar al instante la magnitud de la cifra y expresarla bajo una forma más cotidiana y vulgar podrían concursar para un premio a la lucidez.
Desde hace años, al público boliviano se le informa que los contratos de exportación están calculados en metros cúbicos. A Brasil se le venden 31 millones de metros cúbicos diarios. A la Argentina exportamos cerca de 20 mm3 diarios. El consumo nacional está en unos 10 mm3. Llegamos así a una producción superior a 60 mm3 diarios. El salto hacia pies cúbicos no hace sino marear. La cifra brindada por el gobierno habría sido más sencilla y manejable si el anuncio oficial hubiese dicho que el volumen certificado garantizaba la producción y exportación durante unos diez años al ritmo presente, cualquiera que sea la forma en la que se la exprese, pies cúbicos o metros cúbicos. (Y tal vez menos, podría decirse, pues las reservas nunca son extraídas hasta llegar a cero y se las cierra, como en las cuentas bancarias. Salvo que esa previsión esté de alguna forma ya contenida en los cálculos oficiales. La cuantificación anterior no incluye proyectos industriales como petroquímica o El Mutún.)
El anuncio ha causado perplejidad. La cifra es inferior en cerca de un 10 por ciento respecto a otra anunciada en mayo por autoridades de YPFB (la información está en la red.) Los nuevos datos han aumentado la ansiedad generada por la urgencia de incrementar substancialmente las reservas del recurso que por ahora representa el sueldo de Bolivia. Parafraseando la obra monumental de Daniel Yerguin sobre el surgimiento y expansión de la industria petrolera en el mundo (The Prize, 1992), para Bolivia, el gas hace posible “dónde vivimos y cómo vivimos”.
Los volúmenes certificados son una porción de los que circulaban a principios de la década pasada, cuando se llegó a creer que el país guardaba el segundo mayor reservorio gasífero del continente después de los que tiene Venezuela. Pero se trataba de cifras meramente especulativas, Desde entonces, el total de esas reservas ha estado encogiéndose en un proceso que aún no logra ser revertido.

Subsidios en conteo regresivo

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Las filas de personas para comprar gas licuado, cada vez más largas estos días en las principales ciudades bolivianas,  me recordaron un estudio que hace unas semanas me envió  un ingeniero petrolero para demostrar que los precios más  bajos y subsidiados  incrementan el consumo exponencialmente, más allá de la capacidad de  los países para sostenerlos sin sufrir graves daños. En el estudio sobre 13 países de la región, Nicaragua, con los precios más  altos, es el que menos consume. Venezuela, con los precios más  bajos, es de  lejos el mayor consumidor. Bolivia ocupa el séptimo lugar en precio y consumo, pero la tendencia del consumo interno a crecer luce imparable. Esa tendencia es peligrosa en momentos en que las reservas gasíferas han caído a un quinto del volumen que ostentaban hace una década, cuando eran grandes las esperanzas de transformarlas en plantas petroquímicas y termoeléctricas y El Mutún industrializado parecía al alcance de la mano. Estos días, el consumo de GLP llega a unos seis  millones de metros cúbicos, cerca de lo que  consumiría el proyecto Mutún.

El  rey de los carburantes subsidiados en Bolivia es el diesel. De cada 12 bolivianos que cuesta un  litro importado de Venezuela, el consumidor sólo paga 3.72. Los otros 8.28 bolivianos salen del bolsillo del estado. Desde que el gobierno optó por el subsidio a los carburantes en la década de 1990, el gasto no ha cesado de crecer. Este año, la importación de ese combustible costará al Tesoro Nacional unos 1.100 millones de dólares (253 millones de dólares en el primer trimestre, según datos oficiales).

Si se mantuvieran los volúmenes y valores de las exportaciones gasíferas de los primeros meses,  al final de año Bolivia recibiría 5.916 millones de dólares, un récord espectacular. Pero también sería espectacular el monto por los subsidios, pues de cada 100 dólares recibidos como pago por las exportaciones a Brasil y Argentina, 18.5 ciertamente se habrán de desvanecer en subsidios.

Es natural preguntarse si la bonanza es sostenible. La respuesta de los expertos es condicionada por varios “si”. Si hubiese una producción suficiente para compensar una baja de precios con un aumento de las exportaciones; si la demanda de los compradores creciera o surgieran nuevos mercados para exportar, y si –este es el cuello de la botella- hubiese suficiente inversión como para garantizar una producción mayor sostenida.

Por ahora y desde hace rato, las inversiones en exploración y producción son mínimas en relación a las requeridas.  YPFB carece de condiciones para soportar sola un volumen de inversiones de miles de millones de dólares. Sus convocatorias han sido insuficientes para atraer capitales de la escala requerida por el sector. Los que trabajan en hidrocarburos sostienen que las inversiones que se realicen hoy podrán empezar a producir en una década, al menos.  En los siete años desde la toma militar de los campos hidrocarburíferos,  no se ha encontrado un nuevo campo Margarita o de magnitud aproximada capaz de elevar las reservas, cuyo tamaño real es un secreto. Sólo se conocen datos dispersos. Como todo parece  indicar que la capacidad de producción está al máximo, es incierto el efecto que ese ritmo puede tener sobre la producción de líquidos, que obtienen del gas la presión que necesitan para salir a la superficie.

No luce probable un aumento de la demanda de Brasil, cuyo ritmo económico ha disminuido este año y no es inminente una recuperación.  Menos mal, pues el país no tendría condiciones de cubrir una demanda mayor sin afectar las necesidades internas, ya visibles en las colas mencionadas al comenzar esta nota.   El cuadro que ofrecen los pacientes compradores de botellones de GLP, que también refleja una red de cañerías insuficiente para llegar con el producto a todos los domicilios, resume los desafíos que tiene al frente la  empresa estatal.

Una propuesta inviable

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Reproduzco para Uds. un artículo del diplomático y ex vicecanciller Marcelo Ostria Trigo, sobre el oleaje producido por el roce verbal entre los presidentes de Bolivia y Chile hace unos días. Bajo el título de «Gas por mar: Por ahora una propuesta inviable entre Bolivia y Chile», el artículo fue divulgado por el sitio de América Economía, con base en Santiago.

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La propuesta llamada “gas por mar” presentada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, en la Cumbre de la Celac-UE para solucionar el problema de le mediterraneidad de Bolivia, y la tajante negativa del presidente de Chile, Sebastián Piñera, han causado enorme revuelo en los dos países. En verdad, no sorprendió que nuevamente Evo Morales se refiera a la mediterraneidad de  Bolivia en una cumbre de países con distintos propósitos a los de ventilar diferendos o controversias.

El presidente boliviano no fue claro en su proposición. Esto dio lugar a que se interprete que había propuesto a Chile que ceda a Bolivia una salida soberana al mar, a cambio de la provisión de gas, presumiblemente como compensación. Pero, muy pronto la confusa propuesta del mandatario boliviano fue “aclarada” por funcionarios de su gobierno y, sorpresivamente, por el ex presidente Carlos Mesa,en sentido de que no se trataría de compensar a Chile con gas por la eventual cesión a Bolivia de una salida soberana al mar, sino de una oferta de venderlo -es decir, como proveedor seguro- a Chile, luego de que se concrete dicha solución de acceso al mar a Bolivia. Por su parte, el ministro boliviano de Gobierno, Carlos Romero, también aseguró que el presidente Evo Morales fue malinterpretado y que en ningún momento ofreció a Chile gas a cambio de una salida marítima para Bolivia. Según este funcionario, lo que realmente dijo el presidente Morales fue que, una vez concretada la cesión de una salida al mar a Bolivia, “se podía pensar” en conversar sobre la exportación gasífera a Chile.

Carlos Mesa, fue el vicepresidente que asumió el mando de la nación en octubre de 2002, cuando fue derrocado el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada por el “pecado” de intentar la exportación de gas a mercados del norte, a través de un puerto chileno.Mesa, entonces, adoptó la llamada “Agenda de Octubre”, impuesta por los revoltosos, en la que se “prohibía” exportar gas boliviano a Chile, o a cualquier otro país a través de los puertos de país vecino. Pronto, Mesa varió su posición y estableció, a través de un plebiscito, la política de su gobierno. La pregunta fue: “¿Está usted de acuerdo con la política del presidente Carlos Mesa de utilizar el gas como recurso estratégico para el logro de una salida útil y soberana al océano pacífico?”. Nótese que se trata de un texto difuso, pues no se explicó el alcance de eso de “utilizar el gas como recurso estratégico”. Por lo demás, Mesa no propuso una política de Estado, sino “su” política.

Naturalmente, el ex presidente Mesa ahora aprovecha la ocasión para recuperar vigencia. Esta vez de la mano de Evo Morales. Y dice: el presidente Evo Morales nunca ofreció “gas por mar” y, apela a una acusación:“ese (la proposición de gas por mar) es un ‘paquete’ que fue ‘vendido’ por los medios de comunicación chilenos y en el que lastimosamente cayeron muchos periodistas bolivianos”.

¿Qué gas ofrece Evo Morales vender, o dar como compensación por una salida soberana al mar eventualmente cedida por Chile? Por lo que se sabe,con el actual ritmo de inversiones para el descubrimiento de nuevos yacimientos de  gas, solo será posible cumplir con los compromisos de venta a Brasil y Argentina y satisfacer la creciente demanda interna. Es que no parece haber variado sustancialmente la situación que se presentaba a fines de 2010, cuando Bolivia pasó, de tener reservas probadas de 28,7 TCF’s el año 2005, a 8,86 TCF’s el año 2010. Entonces, ya fue claro que las reservas no alcanzarían para proveer adicionalmente gas a la proyectada acería en los yacimientos de hierro del cerro Mutún en el Oriente boliviano, cuya explotación  estuvo a cargo de la compañía hindú Jindal Steel Co., que finalmente abandonó el proyecto.

Las últimas estimaciones sobre las reservas de gas de Bolivia alcanzarían a 9,91 TCF’s y, pese al gran potencial gasífero de su territorio, un posible aumento de las  mismas resultaría en excedentes de gas sólo dentro de ocho años, si se invierte lo requerido para el descubrimiento de nuevos yacimientos. Esto, naturalmente lo sabe el presidente Morales. Probablemente, el solícito ex presidente Mesa lo ignora.

Pero, además de la inviabilidad de la proposición del presidente Morales, su presentación fue, por lo menos, imprudente. Sorpresas como ésta no son propias de un buen manejo diplomático. La trascendencia de un asunto como la solución de la mediterraneidad de Bolivia exige preparación, consultas previas y, por supuesto, negociaciones. Sólo así se evita rechazos públicos que son difíciles de revertir; más aún si las respuestas, como la del presidente Piñera, son torpes y cierran posibilidades de entendimientos futuros.

Una vez más, el presidente Piñera, justificó su cerrada negativa en la “santidad” de los tratados de límites, sosteniendo que Chile no está -alguna vez dijo que nunca estuvo- en disposición de ceder a Bolivia una salida soberana al mar. Esta inexactitud la repite constantemente. Pero la historia muestra los contrario: en 1950 Chile declaró oficialmente que estaba “llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar una fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico” (nota del canciller chileno Horacio Walker Larraín al  embajador de Bolivia en Santiago, de 20 de junio de 1950). Luego, transcurridos 25 años, también se llegó a negociar –luego de la reunión de Charaña– una fórmula concreta para la salida soberana de Bolivia al mar como solución de la mediterraneidad de Bolivia. En ambos casos, no se habló de revisión, modificación o nulidad del Tratado de 1904. En verdad, no es justo ni prudente torcer la verdad.

Pero en lo que tiene razón el presidente Piñera es que ambas partes están empeñadas en un “diálogo de sordos”. Claro que él, en esto, también tiene su parte.

Los rescoldos no pueden ser más decepcionantes: los adjetivos y las agresiones verbales ya provienen de los dos lados, llegando a las descalificaciones personales.

Dos Bolivias

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Poco después de la nacionalización de Petrobras en Bolivia, hace seis años, el entonces presidente Luiz Inacio Lula da Silva anunció que el vecino país avanzaría a ritmo acelerado hacia el autoabastecimiento de gas para consumo industrial y doméstico y subrayaba que Brasil no debía depender “del humor de nadie”.
Las autoridades bolivianas no se dieron por enteradas de la dirección del anuncio brasileño ni sopesaron el significado del esfuerzo de Brasil para conseguir autonomía plena en su abastecimiento de energía. Lo que Brasil anunciaba equivalía a decir que pronto estaría en condiciones de neutralizar cualquier amenaza de corte, suspensión o alteración en las entregas de gas natural de Bolivia. Se trataba de suprimir o reducir a niveles tolerables la supuesta ventaja negociadora de Bolivia, que partía de la convicción de que Brasil necesitaría el gas boliviano durante muchos años. Es la ventaja del vendedor que sabe que el amigo lo busca no sólo por amistad sino también por necesidad. Inversiones voluminosas realizadas en los últimos seis años han permitido a Brasil construir y mejorar instalaciones que le permiten recibir gas natural incluso de otros suplidores. La ventaja ya no es la de antes.
Hace pocos días el diario O Globo, de Rio de Janeiro, trajo las palabras de un alto funcionario de Petrobras sobre los saltos de Brasil rumbo a esa meta. No son nuevas que  Bolivia celebraría, pues marcan la declinación drástica de la ventaja que creyó tener sobre su vecino. Decía el titular de la nota del diario carioca O Globo: Casi dos Bolivias de gas en 2016.
La nota anunciaba que hasta 2016 Petrobras tendrá capacidad de producción de 55 millones de metros cúbicos por día de gas natural, casi el doble del de gas importado de Bolivia, de 30 millones de metros cúbicos diarios. La información provenía del director de Gas y energía de Petrobras, Alcides Santoro, al detallar el Plan de Negocios 2012-2016. De un total de 236.500 millones (10 veces el PIB anual boliviano) destinados a inversiones en el quinquenio, 13.500 millones (equivalente a todas las reservas internacionales de divisas de Bolivia) irán a proyectos de gas y energía.
Santoro dijo que el gas boliviano cubre un 30,3% de las necesidades de Brasil, y que ese porcentaje disminuirá. Para 2016, habrá descendido al 21,5% y para 2020 estaría en 17,8%. Santoro subrayó que esa declinación no significará una prescindencia del gas boliviano. “Precisamos y precisaremos del gas boliviano. Bolivia está siempre en nuestros planes”, dijo, citado por O Globo. Objetivamente, la carta maestra boliviana está debilitándose aceleradamente y pronto puede quedar en cero.

Gas: Brasil será autosuficiente en cinco años

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El diario O Globo, de Rio de Janeiro, publicó este domingo un reportaje que describe un horizonte prometedor para la industria del gas natural, en virtud de descubrimientos de campos gasíferos que lo volverían autosuficiente en un quinquenio y, a partir de allí, empezaría a exportar. Es decir, empezaría a competir con los mercados a los que Bolivia aspiraba a principios de la década pasada: Chile, Uruguay, Paraguay y, quizá, Estados Unidos. Nuestro vecino no tendría inconveniente en enviar millones de metros cúbicos a esos clientes potenciales de gas natural donde, por lo menos a Chile, Bolivia no deseaba enviar “ni una molécula”.
Los recientes descubrimientos son considerados “un nuevo pre-sal”, el área marina de la costa atlántica donde desde fines del siglo pasado Brasil dirigió sus esfuerzos en asociaciones con empresas privadas y logró gritar “Eureka” tras alcanzar su autosuficiencia en petróleo. O Globo dice que el gas natural es la nueva frontera energética de Brasil y puede clocar a Brasil en un nuevo nivel en el escenario internacional. Las reservas gasíferas, todas tierra adentro, equivaldrían a las de petróleo y el vecino país podría cuadruplicar su oferta de gas de 65 millones de metros cúbicos por día (31 millones le llegan de Bolivia) a 300 millones de metros cúbicos entre 2025 y 2025. Para el 2020, dentro de ocho años, Petrobrás prevé poder ofrecer 200 millones de metros cúbicos diarios.
La nota del diario carioca se encuentra aquí.