Economía
Alertas tempranas
El nivel de las aguas del Titicaca disminuyó tres metros en 40 años; solo en la región del Chaco cruceño hay medio millón de reses en riesgo de morir por falta de agua; el agro de Santa Cruz ha perdido ya 120 millones de dólares, la ganadería beniana también está asolada por la sequía. El norte, el centro y el occidente también sufren las inclemencias del clima. En breve, más de un tercio de todos los municipios del país está en apronte ante el peligro de calamidades mayores. El mensaje es claro: este año será uno de los más calientes desde que hay registros estadísticos y es difícil asegurar que el fenómeno no aterrizará con furia en las mesas bolivianas.
La vida cotidiana del país, entretanto, no luce afectada y la reacción de las autoridades nacionales tampoco parece a la altura de la emergencia. Las crisis de las naciones demoran en madurar y cuando se forja una unanimidad para combatirlas es, por lo general, muy tarde.
La que llevó al fúnebre ¨Bolivia se nos muere¨ pronunciado por Víctor Paz Estenssoro el 29 de agosto de 1985 se gestaba desde hacía más de un quinquenio y cuando estalló tuvo la fuerza de un huracán que arrasó con lo que encontró a su paso. Una mirada fugaz al pasado reciente puede ayudar a percibir mejor nuestro presente.
En 1977 ya había síntomas claros del desastre. Un endeudamiento externo insoportable, caída de la producción, déficit comercial y el derrumbe de los precios del petróleo fueron factores que allanaron el camino para alejar a los militares del gobierno. Vino la crisis electoral y luego de elecciones sucesivas la presidencia de Walter Guevara Arze. Más consciente que otros líderes, Guevara reclamaba un período mínimo de dos años para poner cierto orden en la economía y prevenir un descalabro mayor. No le hicieron caso y vino el golpe del general Alberto Natusch, quien ingresó al récord nacional por la violencia de su ascenso y su exigua duración (sólo 16 días). Su sucesora Lidia Gueiller duró ocho meses sobre las bayonetas y ocurrió lo peor cuando, con tanques, metralla y paramilitares, se encaramó el general Luis García Meza. Cumplió un año y dos semanas para dar lugar a una sucesión de generales hasta que los militares arrojaron la toalla, recibió el mando Hernán Siles Zuazo y sobrevino la era democrática en cuyo curso, con altos y bajos, inclusive el frenazo en seco a una inflación descomunal, aún se encuentra el país.
Gobernar con los vientos de los buenos precios para las exportaciones a favor ha sido relativamente fácil. Ahora que el país ha empezado a transitar por el sendero angosto de la austeridad, es bueno repasar las lecciones del pasado y preguntarse si han sido aprendidas como demandan las circunstancias.
Entre el yunque y el martillo
Agobiados por la falta de papel, los diarios provinciales venezolanos han empezado a entrar en quiebra y cerrar, en una secuencia peligrosa resultado de una cadena de factores, entre los que se destacan la escasez de dólares para importar, la dificultades burocráticas para conseguirlos dentro del marco oficial y, como tela de fondo, el desinterés oficial para facilitar la vida del que ha sido hasta ahora el camino más accesible para la información de cientos de miles de lectores. Media docena de diarios provinciales venezolanos ha cerrado sus puertas este año (tres solo en agosto) y las perspectivas no son halagüeñas para una treintena de publicaciones fuera de las principales ciudades. El fenómeno es una llamada de atención sonora para los medios escritos en general: el futuro no es risueño.
La advertencia no es ninguna novedad, desde que los medios digitales empezaron a cobrar protagonismo a fines del siglo pasado y las filas de lectores empezaron a enflaquecer. Pero se vuelve alarmante cuando se le agrega un clima político hostil para la libertad de expresión y que empeora con las deficiencias de la gestión de gobierno. Con aluviones de petrodólares en los últimos años, Venezuela debería ser una locomotora económica continental en plena bonanza. En cambio, está otra vez endeudada externamente, más de lo que estuvo cuando estalló la crisis cambial de 1983. Ahora luce rendida ante la mayor inflación de la región (se cree que a fin de año llegará al 40%) que el gobierno de Nicolás Maduro no puede explicar. Tampoco pudo hacerlo el fallecido Hugo Chávez. El gobierno busca razones a tientas y la única que ha encontrado hasta ahora es una “derecha” formidable habría sido capaz, incluso, de provocar esta semana un apagón eléctrico en el país sinónimo de energía. La escasez de productos esenciales no ha sido paliada y la desconfianza crece. Siete de cada 10 venezolanos perciben que la economía de su país va por mal camino (El Universal, 05-09) y la mayoría cree que la culpa es de su gobierno.
Hace tres décadas, Venezuela podía jactarse de haber ampliado las fronteras de lectura en su población con la multiplicación de los medios impresos. No había una ciudad mediana (hasta 50.000 habitantes) que no tuviese por lo menos dos diarios. Esa tendencia empezó pronto a estancarse y después a contraerse, particularmente tras la consolidación de la información hasta entonces no convencional proveniente de otros medios (internet). Además, las colisiones cada vez más intensas del gobierno contra los medios ahuyentaron el interés por invertir en la renovación y desde el año pasado conseguir papel de imprenta se volvió, al decir de voceros de los periódicos provinciales, “una vía crucis”. No hay libertad de prensa sin periodistas, pero el cierre de algunos medios ha abierto un abismo para el empleo de unos 6.000 profesionales de la información, dice el Bloque de Prensa Regional de Venezuela. Si se quiere acabar con la libertad de prensa, privar a los periódicos de papel o hacerles imposible comprarlo, es una manera sigilosa y diabólica de evitar el pluralismo informativo.
“Este año habrá de todo para la fiesta de diciembre: regalos, hallacas, whisky, pero no tendremos periódicos”, dijo el portavoz del bloque, Rogelio Díaz. En 2012 el papel de imprenta había sido eliminado de la lista de importaciones prioritarias y este año se volvió más difícil conseguir divisas, incluso al precio del mercado paralelo, superior al cambio oficial. La situación resulta comprensible si se la compara con la escasez de otros productos, incluso alimentos y hasta el papel higiénico, que ha vuelto un caos la abundancia que debía reinar en ese país al que a naturaleza le confirió todo. La mayoría de los venezolanos informados querría saber en detalle el destino del billón de dólares (12 ceros) recibido por el país en los años de Hugo Chávez y, desde abril, de su sucesor Maduro. Jamás Venezuela tuvo tanto y jamás hubo tamaña escasez.
El ocaso de los medios imposibilitados de tener papel donde imprimir informaciones, opiniones e ideas es una mala referencia para los gobiernos vinculados ideológicamente al de Venezuela, entre ellos el nuestro. Ocurre cuando los periodistas bolivianos están de nuevo ante el desafío de hacer frente a iniciativas gubernamentales percibidas unánimemente como nocivas para la libertad de prensa.
Nota: Otro periódico, El diario de Sucre, del sur venezolano, se ha sumado a la lista de medios que han descolgado sus banderas desde la publicación de este artículo en El Diario, de La Paz, el domingo 7 de septiembre.
El desafío del gas
A comienzos de 2003 una misión frondosa de funcionarios bolivianos (nueve ministros) encabezada por el propio presidente de la república llegaba a Brasilia con una misión casi imposible: convencer a los gobernantes brasileños que Bolivia no podría reducir el precio para el gas que le entregaba desde hacía cuatro anos. Brasil calculaba que cuando se llegase al máximo requerido (31 millones de metros cúbicos diarios), el precio sería prohibitivo.
El entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada volvió a La Paz sin persuadir a los brasileños de que los precios contratados para el gas no debían ser discutidos. El asunto quedó para futuras reuniones. El gobierno boliviano –como siempre, salvo en estos los últimos años- estaba en graves apreturas y los ingresos fiscales no alcanzaban para cubrir los gastos presupuestados, menos aún para atender múltiples demandas salariales y de inversión. El precio del gas era entonces una fracción del actual.
Durante una entrevista en aquellos días en la capital brasileña, el mandatario me dijo que había agotado toda su fuerza de argumentación para conseguir imponer el punto de vista boliviano. “Les he dicho: Primero dejemos que el tubo (el gasoducto) se llene (Bolivia aún no había llegado al tope de sus entregas) y discutamos cuando eso ocurra. No hay caso. Llegué a decirles que si Brasil persistía en su actitud, pronto tendría que negociar con otros…”, entre los cuales mencionó a algunos líderes de entonces, entre ellos el actual presidente Evo Morales.
Los costos de la energía son sensibles en toda sociedad. Para Bolivia, reducir la factura de Brasil era como quitarse oxígeno para respirar. Para Brasil, cualquier rebaja en los costos de la energía que importaba también era importante. Había un ingrediente adicional: Sánchez de Lozada no era de los favoritos del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, del PT, entonces una estrella novedosa que refulgía en todo el escenario mundial. Además de los factores económicos, no había mayor interés político en otorgar una concesión al mandatario boliviano, ubicado en la otra esquina del modelo que encarnaba Lula. A fines de ese año, Sánchez de Lozada no era más presidente, en la cúspide de una secuela de eventos que desembocarían en la elección democrática de Morales, a fines de 2005.
La historia suele ser recurrente. Este viernes por la mañana leo en una entrevista (El Deber, Pág. 6) la declaración de un analista brasileño especializado en energía quien anticipa que Brasil demandará una disminución de precios en la discusión de un nuevo contrato, que substituiría al que fenece dentro de seis años. Marco Tavares dice que el precio debería ser de siete dólares por millar de unidades térmicas británicas (la medida para calcular el contenido energético del gas) en vez de los 10 dólares actuales. Es un 30% menos, que probablemente representa el valor que quiere Brasil. En ese porcentaje puede estar gran parte de la bonanza económica que ha tenido Bolivia estos años.
Con todo, el precio no es el único elemento importante. De acuerdo con el analista, y con cualquier observador de los vaivenes de la industria petrolera, el eje de todo es que Bolivia pruebe que tiene reservas suficientes como para garantizar un nuevo contrato. En negociaciones con Venezuela o con cualquiera de los productores árabes de petróleo habar de reservas es superfluo. Con Bolivia es esencial, pues el país no es más el reservorio gasífero que se creía a principios de siglo. ¿Se acuerdan que el presidente Chávez llegó a proponer un gasoducto continental sudamericano que uniría el gas de Venezuela (No. 1 en reservas) con el de Bolivia y Perú para llegar a toda América del Sur? La idea murió por imposible, ecológica (devastación en la región amazónica) y financieramente (US$30.000 millones).
Al ritmo actual de producción las reservas probadas bolivianas durarían entre seis y 10 años. Eso explica la prisa por conseguir inversionistas para explorar, pues YPFB sola no puede hacerlo. Se trata de una escala de miles de millones de dólares. No ha habido ningún hallazgo de magnitud en los últimos años. Hace poco, las autoridades anunciaron que los que encuentren hidrocarburos recibirían como compensación los gastos que hubieren tenido en la exploración. No es poco, pero está por verse si el incentivo es suficiente en esta carrera contra el tiempo.
Cometa Chávez
Hugo Chávez ha sido como un cometa que hace veinte años cruzó el firmamento de Venezuela para representar una reencarnación de Bolívar. Desde entonces ha sido una constante en torno a la cual ha girado la vida del vecino país. Sobre el pedestal de una montaña asombrosa de dólares petroleros, el líder venezolano se propuso una hazaña continental desde la tierra donde el obstinado libertador caraqueño lanzó la epopeya que llevaría al surgimiento de cinco naciones en las que se desmembró el imperio español en América del Sur. Está lejos de esa hazaña pero su nombre, como el de los grandes personajes, inspira adhesión o rechazo y, en estas horas, confusión entre los venezolanos hastiados de vivir en una sociedad polarizada. La estela que deje el cometa dependerá de lo que ahora está ocurriendo en Caracas y La Habana.
La hazaña libertadora hizo de Bolívar una figura universal. Para los venezolanos, Bolívar es como un santo (“San Bolívar”, dicen algunos historiadores), el alfa y omega, y está más allá de toda discusión: Todo con Bolívar, nada sin él. Un ministro de informaciones fue destituido sumariamente porque omitió la cobertura por la TV oficial de los actos conmemorativos de un aniversario de la muerte del libertador. En Bolivia no hay un culto de esa profundidad. Quizá en la ausencia de una figura histórica de tal magnitud o en no exaltar suficientemente los lados buenos de nuestra historia radique gran parte de las penurias cívicas bolivianas.
Necesitado de afincar su propio abigarrado pensamiento político, Chávez ha hecho de Estados Unidos su polo opuesto. Creó la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), el último bloque de “viudas del Muro de Berlín”, que parecería feliz si los gulags y los confinamientos, las purgas y el estado policíaco reaparecieran en Rusia y otras naciones. A pesar del enorme apoyo interno que tiene, muchos creen probable que su gestión se eclipse, como la de otros caudillos, tan pronto como su figura desaparezca de los cielos del continente.
Ni en sueños Chávez habría imaginado este final de sus días, convertidos en un vaivén de retazos de versiones sobre su salud. Todas esas versiones buscaron disimular la verdad sobre su enfermedad y, dicen los críticos, comprar tiempo para sostener al “modelo chavista” y evitar su colapso. El propio Chávez escondió su enfermedad e hizo creer a sus electores que estaba libre del cáncer. El secreto y las divagaciones de los funcionarios oficiales hicieron el resto para sumergir a Venezuela en una de las neblinas más densas de su historia.
Con una economía marcada por el derroche y la ineficiencia, la tarea que empieza la nueva administración, cualquiera sea el nombre que reciba (continuidad o reconducción), será evitar el caos y el desorden. El mandatario debe recordar que fue con la convulsión social de 1989 que empezó a proyectarse cuando conducía batallones que reimpondrían a balazos el orden en Caracas.
Llegar al día 10 de enero, continuar en La Habana y no presentarse a jurar de nuevo al cargo, ha llevado a sus opositores a apuntar sobre el Tribunal Supremo de Justicia. Ya no son solamente militares retirados los que hacen notar los peligros que creen que están acechando al país bolivariano. También los jueces que han ejercido funciones destacadas han dicho a los tribunos: Uds. interpretan la CPE para adecuarla a las necesidades del partido de gobierno.
Los críticos subrayan un hecho irritante en toda democracia: al aplazar sin fecha la posesión formal del presidente Chávez, el TSJ también dio continuidad al vicepresidente Nicolás Maduro, designado por Chávez y no por mandato electoral. Este es uno de los puntos más álgidos de la controversia, pues Chávez pidió, antes de ser operado hace un mes, que sus partidarios voten por Maduro en la nueva elección presidencial que sobrevendría.
El drama que vive Venezuela se agiganta cuando se percibe la magnitud de los ingresos recibidos desde el inicio del período “chavista”: un billón de dólares (un millón de millones). Eso representa una decena de programas como el que apuntaló la reconstrucción de Europa destruida por la segunda guerra mundial, el Plan Marshall. Al cabo de una década, ya era visible por todo el viejo continente el resurgimiento de la economía. En contraste, después de 13 años de “chavismo”, los índices sociales de Venezuela (educación, salud, infraestructura) son aún del tercer mundo.
Norman Gall, director del Instituto de Economía Mundial Fernand Braudel, de Sao Paulo, en un extraordinario ensayo sobre Venezuela escrito hace un tiempo (Braudel Papers, 2006), parafraseaba a Shakespeare en Macbeth y decía que al acabar la “era Chávez” y vista con los lentes del tiempo ésta podría volverse “un relato lleno de estruendo y furia, contado por un idiota, sin ningún significado”.
Ahí viene África
Sin las estridencias contra imperios presentes o pasados, África empieza a ganar la atención de los inversionistas y estudiosos de fenómenos económicos. Con mil millones de habitantes y un millar de lenguas, el que parecía un continente perdido y sin futuro en pocos años podrá albergar a siete de las economías con mayor crecimiento económico del mundo. El Fondo Monetario Internacional pronostica que Etiopía, Mozambique, Tanzania, Congo, Ghana, Zambia y Nigeria tendrán un crecimiento superior al 6% anual hasta 2015. Esto significa doblar el producto interno bruto (suma de la riqueza producida por un país durante un año) en una década.
Mientras en otras partes del mundo se incita a dar muerte al capitalismo (sin especificar cómo) y se ahuyenta a la inversión extranjera, África no muestra complejos en abrazar a los capitales externos. Las inversiones directas dieron un salto el año pasado y se sumaron a la ola de entusiasmo por las materias primas, especialmente petróleo y minerales en una bonanza que se espera que se prolongue a lo largo de la década en curso.
Mediterránea, cercada por ocho países, extendida sobre 753.000 Km2 y 13 millones de habitantes, Zambia no abjuró de las tradiciones liberales sembradas por los ingleses (de aquel imperio que los Incas derrotaron) y el año pasado las inversiones directas casi doblaron las obtenidas en el período precedente, en una tendencia que luce sostenida.
El crecimiento de la economía sonríe incluso al Congo, donde Ché Guevara intentó sin éxito desarrollar una guerra de guerrillas en los años de 1960 antes de venir a Bolivia para sucumbir derrotado por las armas bolivianas. Su economía creció el año pasado en un 6,5% (7,2% el año anterior). Los porcentajes de Bolivia en esos mismos años fueron 4,1 y 5,1.
A pesar de que su país es considerado entre los más corruptos del mundo, los nigerianos tienen razones similares para sonreír. Nigeria creció 6,9% el año pasado tras un 8,7% el año precedente y 7% en 2009. Y la democracia empieza a echar raíces sólidas incluso en Somalia, considera hasta hace poco como un estado fallido.
Todo esto no ocurre por azar. Junto a cientos de empresas inglesas, francesas, portuguesas, italianas, alemanas, brasileñas, chinas y coreanas, unas 600 compañías estadounidenses tienen inversiones sólo en África del Sur, todas involucradas no sólo en la explotación y procesamiento de materias primas sino especialmente en manufacturas exportables. Los sudafricanos ya militan en el club exclusivo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Es extensa la lista de empresas en marcha hacia el continente cuna de la humanidad, convertido en la nueva frontera del desarrollo económico.
Cuando hace unas semanas llegó a África la Secretaria de Estado Hilary Clinton la sorpresa fue que su viaje no obedecía a razones humanitarias ni a atender desastres causados por guerras intestinas. La funcionaria buscaba promover negocios entre Estados Unidos y naciones africanas dispuestas a compartir destinos comunes bajo el paraguas del capitalismo tan detestado en otros lugares. Los propios africanos están invirtiendo, en una carrera inversionista que lideran África del Sur, Kenia y Nigeria dentro del continente.
Si la tendencia se mantiene –no hay razones que por ahora indiquen que habrá de cambiar- pronto pueden surgir en África los “tigres africanos”. El ritmo de crecimiento de ese continente es equiparable al que tuvieron los “tigres asiáticos” en las décadas de 1980 y 1990 antes de ingresar al club de las naciones ricas y desarrolladas. La carrera se volverá más competitiva y ganarán los que se incorporen a ella sin complejos ni nostalgias atávicas por un pasado dudosamente idílico.
Prisioneros de los conflictos
Bolivia es país prisionero de los conflictos, que le han disparado sobre los pies y no le permiten crecer económicamente ni desarrollarse institucionalmente. Un estudio de la Fundación Milenio informa que los conflictos han sido más numerosos en épocas de gobiernos izquierdistas. El gobierno actual, del que se creyó que su experiencia en conflictos le permitiría siquiera paliarlos, ha batido todos los récords y es prisionero de la cultura de conflictos de la que emergió, dice el trabajo de Milenio. El año pasado, el conteo llegó a 2,3 conflictos por día, todos registrados en la prensa y por estaciones de monitoreo de entidades especializadas.
Los datos que expone el estudio, distribuido esta semana, son el tipo de información ilustrada sobre una realidad que debería merecer mejor divulgación y análisis. Los datos que trae parecen un latigazo porque interpelan la capacidad de los bolivianos de constituir un país en un ambiente de justicia y orden. Empieza así:
“Con 884 nuevos eventos conflictivos registrados en la prensa durante todo el año 2011, se alcanza un nuevo record desde 1970. El anterior duró apenas un año, lo que significa que la segunda gestión de gobierno del Presidente Evo Morales es, por mucho, la más conflictiva de la historia contemporánea de Bolivia: un promedio de 2,3 conflictos por día en los dos años de su segundo gobierno.”
Los datos mostrados por Milenio provienen de los registros diarios de la prensa y procesados por institutos sociales de Cochabamba. La recolección se realiza anualmente desde 1970, hace 42 años. El estudio, a cargo de los académicos Evia, Laserna y Eskaperdas, es como un electrocardiograma de las tensiones sociales en el país. Entre 1970 y 1990, el récord lo tenía el año 1984, bajo el gobierno de la Unidad democrática y Popular, con 777 conflictos. El registro más próximo a esa cifra ocurrió 20 años después, en 2004, bajo el segundo gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, con 654 conflictos. El récord de la UDP es roto, en 2008, en el primer gobierno del presidente Morales, cuando ocurrieron 811 conflictos. Dos años más tarde, en 2010, ocurre un nuevo récord: 854 conflictos.
El estudio extrae una conclusión que eriza la piel: Si no hubiesen habido tantos conflictos, el PIB boliviano estaría en el doble de su volumen actual (unos 20.000 millones de dólares) y el país habría acortado distancias considerables respecto a la ventaja que le llevan todos sus vecinos. El cálculo es sólo probabilístico, pero constituye una referencia importante respecto a cómo los conflictos desangran al país.
El estudio también subraya que bajo el presente gobierno la institucionalidad ha sufrido un notorio deterioro que priva al gobierno de ejecutar sus propias decisiones. Destaca: “A pesar de todo el poder acumulado, no puede cambiar el precio de la gasolina, ni impedir el contrabando de ropa usada o de automóviles. Grupos indígenas marginales y minoritarios, como los definió un alto funcionario, han sido capaces de revertir su decisión de construir una carretera por medio del parque Isiboro Sécure, y hasta el cobro de peajes se ha vuelto materia de disputa nacional.”
Tras afirmar que el futuro luce difícil, señala:
“La lucha por la carretera que uniría Cochabamba y el Beni atravesando el TIPNIS es una muestra. Para defender su política el gobierno se ve obligado a movilizar a sus aliados, en una confesión franca de que las instituciones y normas le son desfavorables o inútiles. Y al tratar de equilibrar presiones para revertir una ley acordada con los marchistas indígenas da nuevos justificativos para que se le reste credibilidad.”
Me gustaría leer algún estudio que dispute el contenido del que ha traído Milenio, de por casi incuestionable, pues se limita a exhibir las pruebas de sus afirmaciones con los datos recolectados de los conflictos que han aquejado al país en 42 años, es decir en dos generaciones.
Jactancias sobre el salario mínimo en Brasil
El sitio en la web de la revista semanal brasileña Exame trajo esta semana un extenso informe sobre el aumento del salario mínimo dispuesto en Brasil. Ahora que en Bolivia está en discusión el salario mínimo en Bolivia, vean lo que dice esa revista económica, de Sao Paulo:
El aumento de 77 reales (unos 44 dólares) para el salario mínimo al trabajador brasileño, que pasó de 545 reales a 622 reales y rige desde el 1 de enero pasado, beneficiará a 66 millones de personas e inyectar en la economía hasta 63.980 millones de reales a lo largo de 2012. Para tener una idea, la cifra es superior al PIB (producto interno bruto, o toda la producción y comercio durante un año) de Bolivia (35.170 millones de reales) o la de Paraguay (32.810 millones de reales), en valres de 2010.
No hay ninguna relación entre la economía de Brasil y la de sus dos vecinos, pero la comparación nos da una idea del volumen de la economía el vecino país (la sexta del mundo) y de la necesidad de comparar cifras con cifras o con otros elementos que sirvan de orientación al lector sobre el valor de los números.
Cuando las autoridades se jactan del volumen de las reservas monetarias internacionales, tendrían que compararlas con la de países vecinos que también se benefician de la bonanza de precios de materias primas pero que no atribuyen las crecientes nuevas cantidades a gestiones de gobierno exclusivamente.
El rugido interior del dragón
Todo el mundo admira el crecimiento espectacular de China, el gigante sobre el cual se atribuye a Napoleón Bonaparte, quizá incorrectamente, haber dicho que cuando despertase haría temblar al mundo. Más que temblores, China causa asombro por su rápido crecimiento, de tasas anuales del 10 o más por ciento, que le han permitido multiplicar su producto interno en pocos años y desplazar a países que se creía que fuesen fortalezas económicas: Inglaterra, Francia, Alemania, Japón. Todos perdieron posiciones para el gigante amarillo. Y ahora, desde principios de principios del 2011 que acaba de irse, es la segunda. Se cree que no es exagerado pensar que en diez años, o tal vez menos, sobrepasará a Estados Unidos.
Dos preguntas asaltan a los analistas: 1) ¿Tendrá China la habilidad de inventar necesidades, de crear gran parte de los artefactos patentados a diario en Estados Unidos y colocarse adelante en la capacidad de innovación? 2) ¿Qué pasará si el interior del gigante también despierta? Para la primera pregunta ya hay una respuesta: hace pocos días cundió la noticia de que China registró en 2011 más innovaciones que Estados Unidos. Algunos escépticos subrayan que una cosa es patentar y otra producir con calidad. Pero así fue también hace un par de décadas, cuando la calidad de los productos chinos era vista con un recelo que poco a poco ha ido desapareciendo. Ahora, su meta es diseñar y producir en China en la misma magnitud en que produce y vende al mercado mundial. Para la segunda, hay una gran interrogante. Si China asombra por su desarrollo industrial, también asombra por las brechas inmensas entre los que tienen y los que no tienen. Poco se habla de los cientos de millones (400, según una reciente información en The New York Times), de salarios miserables y niveles de subsistencia que están en la base del desarrollo industrial chino y de su capacidad para conquistar mercados vendiendo barato. Un ejemplo: Hace unos 25 anos, una camisa “social” costaba unos 45 dólares. Pocos años después, gracias al libre mercado y a la escala de producción china, una camisa similar costaba 18 dólares. La masa humana que está en la primera escala del sorprendente crecimiento chino equivale a más de dos veces la población de nuestro vecino gigante Brasil, o unas cuarenta veces la de Bolivia.
Hace algunas semanas, las tensiones entre la China próspera de la costa y la atrasada del interior se manifestaron en el pueblo pesquero de Wukan, no muy distante de la región moderna. Los habitantes de Wukan salieron a protestar e hicieron noticia en todo el mundo por sus reclamos contra los emprendimientos urbanísticos que reducen sus áreas exiguas de cultivo. Cuatrocientas hectáreas habían sido cedidas a una empresa pesquera para un criadero de peces y mariscos, con lo que el área de sobrevivencia de los habitantes de la región se reducía aún más. El gobierno ha intervenido a favor de los agro-pescadores, pero hay que subrayar un dato revelador: ocho de cada diez millonarios chinos hicieron fortuna en la construcción urbana. Incidentes como los de Wukan se repiten continuamente en la China rural. Estimaciones independientes mencionan unas 10.000 protestas por año, muchas de ellas provocadas por proyectos inmobiliarios que reducen las áreas de cultivo.
China es un gigante industrial. Pero sus bases aún son frágiles. Y si esas bases no son fortalecidas, el rugido de su interior también se sentirá por todo el planeta.
- 1
- 2
- Siguiente →