Chavez
Aniversario en tiempos de tormenta
A principios de este mes cumplió 73 años una de las expresiones más célebres del periodismo venezolano y una de las ventanas de una lucha obstinada por la libertad de prensa en el universo hispano-parlante. Junto a Tal Cual Digital, El Nacional de Caracas es el medio periodístico de crítica más abierta al régimen de Nicolás Maduro. Y uno de los que ha pagado un precio muy alto por ejercitar esa libertad. Fundado el 3 de agosto de 1943, su aniversario transcurrió como una jornada informativa más en un largo camino de oposición al régimen del Socialismo del Siglo XXI.
Fundado por el novelista Miguel Otero Silva, El Nacional contó, en las historias escritas por sus reporteros y editores, los pasajes más relevantes de la vida contemporánea venezolana. Sus páginas se lucieron con informaciones sobre la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, y el advenimiento de la democracia, en la que alcanzó su mayor esplendor. Sus páginas fueron recorridas por escritores de primera magnitud, Arturo Uslar Pietri, Ramón J. Velásquez y Simón Alberto Consalvi, entre ellos. En los años de las dictaduras en América Latina, este diario, que nunca renunció al formato tradicional, fue una de las pocas luces informativas veraces en el continente.
Y fue también un refugio para quienes subían desde el sur del continente perseguidos por los regímenes de fuerza. En la delantera de estrellas de El Nacional figuró Ted Córdova-Claure, (Catavi, Bolivia 1932-Havelock, USA 2011) una de las figuras más señeras del periodismo boliviano. Firma conocida en las redacciones de los diarios del continente, tras asumir la jefatura de informaciones internacionales, Córdova-Claure confirió al periódico una jerarquía informativa mayúscula. Gracias a la red de amigos y de contactos forjada por este compatriota boliviano, El Nacional estuvo entre los primeros en contar con corresponsales propios en las principales capitales del continente. Desde sus oficinas en el barrio de El Silencio, los regímenes autoritarios y dictatoriales estuvieron en jaque constante. Con Córdova-Claure destacado a Londres y Carlos Silva Valero, subdirector de la sección, a Buenos Aires, la cobertura que ofreció el periódico sobre la guerra de las Malvinas estuvo entre las más completas de los medios de habla hispana.
La posición crítica del periódico respecto a la estructura de poder que dominaba Venezuela durante gran parte de la era democrática lo llevó a apoyar al Tcnl. Hugo Chávez en la elección de 1998. A los pocos años, el régimen del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) empezó a considerarlo un enemigo. Miguel Henrique Otero, hijo del fundador y uno de los periodistas perseguidos por el régimen Nicolás Maduro, es hoy voz itinerante a favor de la democracia en su país. Por ironía, había sido uno de los simpatizantes del régimen del comandante Chávez en sus primeros años.
Bajo una dieta forzosa de papel que impuso el gobierno a la mayoría de los medios impresos, ha dirigido esfuerzos notables a su edición digital. La reproducción de informaciones que el año pasado publicó un periódico español sobre vinculaciones de líderes del régimen con un cartel del narcotráfico le significó un juicio por difamación aún en curso. La noticia que había registrado el diario ABC de Madrid se basaba en informaciones del capitán de corbeta Leamsy Salazar, uno de los encargados de la seguridad de Chávez y también de Nicolás Maduro.
La lucha cuesta arriba que libra el diario se siente en el bolsillo de sus lectores. Un ejemplar de su edición aniversario costaba 700 bolívares, 14 veces los 50 bolívares de Últimas Noticias, uno de sus competidores.
Las dificultades no han empañado su chispa para producir encabezamientos que atrapan al lector. Decía la presentación de una noticia hace un par de días sobre las filas interminables, a veces de más de 30 horas, que deben realizar muchos venezolanos para comprar alimentos:
¨Las largas filas para comprar comida se han convertido en la nueva diversión de un país que estaba acostumbrado a los fines de semanas de fiesta y playa.¨
Una nueva realidad
Venezuela dio el domingo un viraje gigantesco cuando una mayoría abrumadora de electores rechazó a los candidatos oficiales a la Asamblea Nacional y optó por dirigentes opositores. Por primera vez parece al alcance de la mano la posibilidad de corregir el rumbo del gobierno que instauró el comandante Hugo Chávez al cerrar el siglo pasado. Al acercarse el resultado final, la Mesa de Unidad Democrática había consolidado las condiciones legislativas para colocar una camisa de fuerza en uno de los regímenes que muy pocos dudarían en clasificar entre los más autoritarios del continente.
Las jornadas que han precedido a la debacle han sido las contiendas más crispadas de la vida democrática venezolana moderna, parte esencial de una historia reciente de tensiones, violencia y de cambios en la composición política, económica y social de la nación petrolera. Con un eco que retumba en todo el continente, los clarines tocan la retirada en la nación fundadora del Socialismo del Siglo XXI y surge con vigor la perspectiva de suprimir sus aspectos más crueles, liberar a los presos políticos y devolver credibilidad a la justicia. El telón de fondo principal es la pregunta que angustia a la mayoría de los hogares: ¿Cómo aliviar a corto plazo las colas y normalizar el abastecimiento de alimentos esenciales?
La Mesa de Unidad Democrática ganó en todas las circunscripciones de Caracas, donde el oficialismo se presumía invencible. La victoria abarcó el centro donde había votado Nicolás Maduro, y ratificó el llamado del himno nacional venezolano: “ …seguid el ejemplo que Caracas dio¨. Los resultados del Consejo Nacional Electoral muestran que los mayores centros agrícolas e industriales no necesitaron del llamado. El oficialismo fue noqueado en casi todos. Incluso el intemperante Diosdado Cabello quedó en segundo lugar en su propio distrito y accedió a un escaño por lista. Un dato dice mucho: La MUD logró el triple de legislaturas uninominales (candidaturas individuales) respecto al oficialismo.
A las 24 horas, en una reunión con dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela, Maduro anunció el reaglutinamiento de las fuerzas oficiales para relanzar a su gobierno. El esfuerzo lucía como una autopsia para examinar las causas del deceso. Las causas las habían dicho los electores que votaron hastiados de la escasez, la carestía de la vida, la represión, la inseguridad, el narcotráfico, la delincuencia, la incapacidad administrativa y la asombrosa corrupción. Y sobre todo, cansados de un lenguaje violento de confrontación reproducido sin retoques del socialismo real y sus similares fascista y nazista durante más de 15 años. Maduro simplificó la derrota en cinco palabras: ¨Circunstancialmente ha triunfado la contrarrevolución¨ y admitió el triunfo opositor. Para su desaliento y perplejidad, le llovieron felicitaciones de todos lados.
Es inevitable encontrar similitudes con la Polonia de hace algo más de un cuarto de siglo, cuando Solidaridad capitalizó el descontento con la represión, los racionamientos y la extrema vida austera que los polacos debían soportar. En la primera oportunidad para expresarse en libertad votaron en aluviones contra el régimen y entregaron a la oposición que aquel movimiento representaba todos salvo un escaño del Sejm, la Cámara Baja. Lo mismo ocurrió en el senado, donde el régimen comunista consiguió conservar apenas una de 100 representaciones. Los aires rebeldes se esparcieron por los países comunistas y pronto abarcarían a toda la Unión Soviética, que acabó disuelta al cabo de 72 años de dominio. Los dirigentes polacos, y luego los rusos y todos los europeos del este del viejo continente, también se preguntaban por qué. La aspiración de igualdad de derechos había acabado instalando una clase en la que unos, los de la nomenklatura del partido, eran más iguales que el resto.
El propósito hacer de Venezuela otra Cuba nunca logró afincarse, pero estos años los dos países han sido carne y uña. No se vislumbra un alejamiento drástico entre ambos, aunque Cuba está en una ruta que contrasta con la fuerte retórica anti-norteamericana de Maduro.
La mayoría de los análisis coincide en que el triunfo de la MUD fue regido por la convicción de que votar por los candidatos del gobierno era votar para seguir con lo mismo y acentuar la desesperanza que cunde en el país que durante gran parte del siglo XX había sido tierra de promisión, incluso para decenas de miles de exiliados de otras latitudes. Es célebre la confesión de García Márquez que en Venezuela vivió ¨feliz e indocumentado¨ y que a veces se afeitaba utilizando agua mineral de Escocia.
La que dio el triunfo legislativo a la MUD fue la Venezuela de la inconformidad, que también había encumbrado a Chávez años antes descontenta con el destino de los torrentes de petrodólares que al país ingresaban sin alterar la división entre los que tenían y los que no tenían. Era obsceno y manifiesto el contraste entre los rancheríos que circundaban las grandes ciudades y sus segmentos modernos, Igual que ahora, después de tres lustros chavistas, con factores agravantes que irritan a todos: mayor criminalidad y escasez aguda de casi todo lo esencial.
En un mundo entrelazado como nunca, los fenómenos de un país repercuten sobre sus vecinos. Marcan una tendencia de las sociedades. Pretender desconocerlo equivale a querer cubrir el sol con un dedo.
Las aguas turbias del norte
En el norte sudamericano emerge una disputa que eriza los cabellos de las cancillerías de la región. Un nombre que parecía exótico al oído hispanoparlante empieza a ser lugar común y peligroso: Esequibo, una derivación, dicen los historiadores, de Juan de Esquivel, el navegante hijo de Colón que se aventuró por costas más allá del Caribe y confirió a la región un nombre que cada cierto tiempo equivale a tensiones y trae malos recuerdos del poder colonial inglés.
El cuadrilátero de la disputa tiene a Guyana en una esquina, y a su lado a todos los países anglófonos del Caribe, incluso algunos integrantes de ALBA, la agrupación geopolítica forjada por el comandante Hugo Chávez y sustentada por petrodólares otrora abundantes. En la otra esquina está Venezuela, armada de mucha retórica, sin ningún apoyo externo ostensible y escindida por antagonismos internos que parecen superar los límites para una reconciliación racional.
La disputa incomoda y enmaraña a la región. Cuba, para citar un caso, es aliada íntima del gobierno social-chavista de Venezuela, a donde ha enviado a decenas de miles de médicos y maestros que trabajan en salud, educación y otras áreas, y de donde aún recibe suministros importantes de petróleo subsidiado. (Con la declinación de precios, el subsidio puede haberse evaporado de manera natural, pero no puede prescindir de profesionales con valores contratados que Cuba no tiene condiciones de cambiar.) Con Guyana, Cuba tuvo relaciones siempre estrechas, parte de la red de amistades que forjó durante décadas con las islas anglófonas. La Habana sabe que con ellas no debe crear susceptibilidades que generaría un apoyo abierto a Caracas en desmedro de Georgetown. Aun sus amigos más próximos y beneficiados por la que un tiempo fue la billetera más repleta y abierta del continente trepidan ante una perspectiva de inclinarse por Venezuela, que resultaría como agarrar una granada. Otro ejemplo sería Bolivia: ¿colocarse del lado de Guyana, un campeón del tercermundismo, y malograr la relación histórica vital que ha tenido con Venezuela? Eso equivaldría a olvidar que Hugo Chávez llegó a decir, para disgusto de Chile, que deseaba tomar sol en playa boliviana del Pacífico? Bajo cualquier análisis, es un asunto complicado.
La disputa plantó raíces hace 116 años, cuando un laudo arbitral internacional adjudicó la región a Gran Bretaña, entonces el mayor poder naval y colonial del mundo. Venezuela no tuvo una representación propia y su lugar en el tribunal de cinco miembros estuvo a cargo de dos magistrados norteamericanos. Los otros eran dos ingleses y un ruso que se suponía neutral. Hasta ahí, la cuestión parecía acabar. Pero en sus memorias póstumas conocidas (1949) a los 50 años del laudo que fijó los límites de Venezuela con la región entonces bajo dominio inglés, uno de los abogados denunció que el ruso había presionado a sus colegas norteamericanos para favorecer la posición inglesa y definir los límites adjudicando a Guyana todo el lado oeste del Esequibo. El laudo había sido fraguado.
Venezuela lo declaró sin valor en 1962, pero para entonces el gobierno inglés estaba camino a conceder independencia a Guyana. En contra de los deseos de Venezuela, que quería el entuerto arreglado antes de que su vecino se convirtiese en nación independiente, en 1966 nació Guyana como ente soberano a cargo de una región que Venezuela reclamaba como suya. Fue un momento curioso de inflexión de las percepciones sobre los dos países. Venezuela era hasta entonces vista como una víctima frente al poder inglés que la despojaba de una porción importante de su territorio, unos 150.000 kilómetros cuadrados, casi el tamaño del departamento de La Paz. La riqueza petrolera la convertía en potencia frente a una nación que surgía pobre y de la que pretendía llevarse más de dos tercios de su extensión territorial.
La región de la que Venezuela se siente despojada y por la que Guyana se siente amenazada es rica en petróleo y minerales, inclusive uranio y otros de carácter estratégico. Y no solo en tierra firme. No es fantasía hablar de la riqueza petrolífera potencial de un país vecino de Venezuela, detentora de las mayores reservas del mundo, y Trinidad y Tobago, el mayor productor del Caribe (85.000 barriles diarios). La gigante petrolera Exxon anunció hace poco que ha descubierto petróleo en la plataforma continental que Venezuela considera parte de su reclamación sobre Guyana. La susceptibilidad de Venezuela tocó las nubes al saber que entre los concesionarios de áreas ricas en potencia está China, su mayor proveedora de inversiones y créditos.
La escalada de tensiones tuvo hace pocas semanas un momento destacado con el apoyo de los 15 miembros de Caricom, que dejaron a un lado los años y petrodólares invertidos por Hugo Chávez para granjearse su apoyo o al menos por considerar la posición de Venezuela. Se alinearon con Guyana sin reservas.
Para la nación bolivariana no es un gran momento para encarar el desafío. Corta de recursos y con un petróleo que solo apunta a la baja, la inflación interanual es supera el 200% interanual, a solo pasos de la espiral de vértigo experimentada por Brasil, Argentina y Bolivia en las décadas de 1980 y 1990, cuando los precios subían de una hora para otra. El porcentaje es sólo estimación, pues el Banco Central no emite informes desde hace un ano y medio.
Sin que su causa genere mayores simpatías entre sus vecinos pero con respaldo interno absoluto, Venezuela ha acudido a las Naciones Unidas en busca de mediación. Con todo el Caribe anglófono en contra y ninguna voz sudamericana equivalente a su favor, la que está en curso parece una partida en la Venezuela luce en terrible desventaja. Pocas veces las aguas tibias del Caribe y norte del Atlántico sudamericano estuvieron tan calientes.
Al vesre
Las autoridades han logrado una unanimidad sorprendente que ha llevado a todos a hablar del cambio de dirección de las manillas del reloj del Palacio Legislativo de La Paz. La nueva idea, por ahora sólo circunscrita a ese reloj, ha decretado que las agujas giren en dirección a la izquierda, en contraposición con todos los demás miles de millones de marcadores de la hora en el mundo que desde sus orígenes marcharon hacia la derecha. Quienes quieran ver la hora en el reloj legislativo deberán entornar los ojos de otra manera y ajustar el cuello, acostumbrando al cerebro para hacerlo mecánicamente sin mayores preámbulos. El riesgo de una epidemia de tortícolis por ahora se reduce a los visitantes habituales de ese lugar histórico de Bolivia.
Llevar los relojes a la configuración que ahora tiene una excepción en el palacio de los legisladores bolivianos llevó muchos años, quizá milenios, porque el tiempo ha sido medido como una marcha hacia adelante y nunca hacia atrás. En la marcha inexorable del tiempo, a alguien se le ocurrió que ese concepto tenía que ser medido. Más adelante, los capitalistas acuñaron el concepto de que el tiempo es oro y lo convirtieron en la mercancía más valiosa del hombre. Los historiadores aseguran que el primer reloj fue solar pero nadie dice con certeza porqué desde el principio marcaron las horas hacia la derecha y las representaron con los símbolos de los que se sirve el capital para determinar cuánto crece o disminuye su volumen. Quizá porque nuestro lado derecho predominaba en casi todo. Los que escribimos con la mano izquierda siempre tuvimos grandes dificultades de escribir en el pizarrón, ideado sólo para gente que escribe con la derecha. Menos mal que en los diales telefónicos modernos los números pueden ser marcados con cualquier mano. Muchos recordarán que era un tormento discar con la mano izquierda y sostener simultáneamente el auricular con la derecha. O los riesgos de manchar el cuaderno con la tinta cuando ésta era líquida y había que escribir cuidando que la mano izquierda no ensuciase el cuaderno en su rastro de avanzar hacia la derecha.
Las decisiones que desorientan a mucha gente no son patrimonio boliviano. Hace pocos años, al gobierno del entonces presidente venezolano Hugo Chávez se le ocurrió que había que cambiar la hora oficial para permitir un ahorro de energía, algo extraordinario en un país donde la energía es vendida a los precios más bajos del mundo. Uno llena el tanque de gasolina con unos 15 bolivianos. Encontrar el huso horario exacto para establecer la hora oficial de Venezuela, hasta entonces la misma de Bolivia, no era fácil. Chávez decidió desatar el nudo cortándolo: la hora oficial estaría a tres y media horas de la del Meridiano de Greenwich. La diferencia anterior era de cuatro horas redondas. Quienes consultan los horarios oficiales de los partidos de fútbol que se juegan en Brasil notan una diferencia desconcertante de media hora respecto al horario boliviano. Hubo dolores de cabeza agudos cuando se implantó ese horario, especialmente entre las líneas aéreas internacionales.
La iniciativa expresada en el reloj legislativo es menos traumática que si se hubiera tratado de cambiar los polos, la salida y puesta del sol, que el norte fuera sur, o que el corazón humano fuese colocado a la derecha.
Hace un tiempo, era común decir palabras pronunciando las sílabas al revés. Se decía “tisgra” por gratis o “al vesre” por al revés. El jefe de la diplomacia boliviana explicó que el cambio en el reloj era una expresión de creatividad. Lo mismo que decir el canciller del odatse lanoicanirulp, Vidad Acnauheuqoch, el canciller del Estado Plurinacional. No me digan Uds. que esta creatividad no causa mareos.
No vuelvo a leerlo
El autor “Las venas abiertas de América Latina”, uno de los ensayos más difundidos de América Latina, y por décadas sustento líder de la idea de que las inversiones extranjeras eran nocivas y que el continente pagaba por ellas tributos coloniales, ha hecho una declaración que erizó la piel de muchos. En la reciente Bienal del Libro de Brasilia donde fue el homenajeado principal, Eduardo Galeano dijo que carecía de formación económica cuando escribió la obra y que él mismo no la volvería a leer.
Al reseñar la declaración, originalmente difundida en portugués, el diario caraqueño Tal Cual Digital dijo que, a los 43 años de haber publicado la primera edición, Galeano (73) se había dado el gusto de matar su obra más conocida. A partir de ahí parece haber recuperado eco la declaración para ahora repercutir en otras latitudes, incluso en su propio país, Uruguay.
Lanzada en 1971, la obra de Galeano ha recorrido el mundo como un catecismo incuestionable de las izquierdas. Traducido a una veintena de idiomas, también está en gran parte de las librerías nacionales, inclusive en su versión trucha (fotocopiada). Figura como libro de cabecera de muchos personajes de la política en todo el continente y no son pocos los que aseguran haberlo leído sin siquiera haber hojeado sus páginas.
La revista CartaCapital, una de las mayores de Brasil, citó al escritor en una conferencia de prensa tras llegar a Brasilia a principios de abril: “Después de tantos años, no me siento tan apegado a ese libro como cuando lo escribí. El tiempo pasó, comencé a abordar otras cosas, a aproximarme más a la realidad humana en general y en especial a la economía política. ‘Las venas abiertas’ trató de ser un libro de economía política, sólo que entonces yo no tenía la formación necesaria. No estoy arrepentido de haberla escrito, pero es una etapa superada. No sería capaz de volver a leer ese libro. Me desmayaría. Para mí esa prosa de izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría”.
La Agencia Brasil citó otro párrafo de esa declaración, muy poco divulgada en Bolivia: “La realidad cambió mucho. Yo cambié mucho. Mis espacios de penetración en la realidad crecieron tanto fuera como dentro de mí. Dentro de mí esos espacios crecieron en la medida en la que iba escribiendo nuevos libros y redescubriéndome, viendo que la realidad no es solo aquella en la que yo creía”.
La obra no necesitaba de mayor publicidad cuando el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez la escogió para ofrecerla a Barack Obama, en la cumbre de Trinidad y Tobago de 2009 en un gesto que probablemente propulsó nuevas ediciones. Preguntado en Brasilia sobre si Obama entendería la obra, Galeano respondió con calculada picardía: “Ni Obama ni Chávez”.
La batalla de Petkoff
Con este título fue publicada este miércoles una entrevista a Teodoro Petkoff, el líder izquierdista venezolano, fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), el original, en 1971.Actual director de Tal Cual Digital, sus opiniones tienen un peso fundamental en la escindida sociedad venezolana. Recomiendo su lectura. Oprima aquí.
No deja de ser un volcán
Las elecciones municipales del domingo pasado en Venezuela no han agregado luz a la incertidumbre política y económica que prevalece sobre uno de los mayores productores de petróleo del mundo. El gobierno asegura que ha ganado la contienda con matiz plebiscitario, pero si se miden los resultados por las reacciones de los campos en el combate puede percibirse a quién duelen más los votos ganados por el contrincante y quién ha resultado disminuido.
Al menos siete de los 49 municipios adicionales que ganó la oposición se vieron el jueves privados de maquinarias y vehículos públicos en una aparente retaliación de las fuerzas oficiales cuyos candidatos fueron desdeñados por el voto ciudadano, informaba el jueves el diario El Nacional. Tras el anuncio del presidente Nicolás Maduro de asignar funciones especiales a sus candidatos perdedores, crecía el temor que el gobierno reduzca las competencias de los nuevos bastiones opositores y se despliegue el escenario para una nueva confrontación.
El margen porcentual de votos a favor del oficialismo está lejos de la mayoría abrumadora que obtenía Hugo Chávez. En la suma total, los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) recibieron cerca del 50% de los votos, en tanto que los de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) lograron el 44%. La balanza, empero, se inclina a favor de la oposición cuando se le agrega el total que no votó por el oficialismo. La abstención fue elevada bajo cualquier parámetro (un 40%) si bien similar a la de procesos municipales anteriores en el vecino país.
La pasada ha sido considerada como la elección la más ventajista para el oficialismo de las contiendas de los últimos años. Todo el aparato estatal (inclusive ambulancias, subraya The Economist) estuvo al lado de los candidatos gobiernistas).
La oposición concluye la contienda con un caudal de fuerza mayor, ganado principalmente en centros urbanos, inclusive en Barinas, el estado natal de Chávez. El oficialismo confirmó su fuerza especialmente en lugares remotos, en la Venezuela rural donde la ciudadanía suele estar menos informada y es más permeable a la propaganda oficial.
Si las cuentas parecen dar un resultado político relativamente claro, con una oposición que deja de ser anecdótica y puede consolidarse como fuerza alternativa, las de la ecuación económica son más complejas.
Tras el furor que desató el llamado de Maduro para “vaciar los anaqueles”, es una incógnita determinar si el dinero del Estado y la capacidad de sus administradores podrán volver a llenarlos de manera sostenida. El 95% de las divisas que recibe Venezuela viene del petróleo, cuyos precios declinan a la par que disminuye la producción (2,75 millones de barriles diarios, 30.000 menos que el año anterior, de acuerdo al Banco Central de Venezuela). El cuadro se agrava con la indisponibilidad de una tajada importante de la producción exportada debido a compromisos comerciales, especialmente con China, y a obligaciones políticas con Cuba, América Central y algunas islas del Caribe a las que vende petróleo el país sudamericano con descuentos.
A eso se suma un consumo interno de gasolina creciente, alentado por subsidios increíbles que hacen que llenar el tanque de un vehículo promedio cueste estos días unos 40 centavos de dólar (tres bolivianos). Para llegar a cubrir siquiera el costo de producción, Petróleos de Venezuela (PDVSA) tendría que quintuplicar el ridículo precio vigente desde hace décadas. Algunos cálculos sostienen que Venezuela pierde unos 13.000 millones de dólares anuales al mantener esa subvención.
Una insinuación sobre una eventual alteración de precios ha recibido un inmediato rechazo de la oposición que sabe dónde le aprieta el zapato a cualquier gobernante.
El “caracazo” de 1989, a causa de un fallido intento de nivelar los precios, está vivo en la memoria de muchos venezolanos. El Ministro de Transporte Terrestre dijo esta semana que las autoridades estudian un posible aumento, pero de inmediato aclaró que cualquier variación no deberá afectar al transporte público. Con la cotización del dólar no oficial por las nubes (hasta 10 veces más), una nueva devaluación parece tocar las puertas.
El presidente Maduro ha conseguido controlar las pérdidas de las elecciones del 8 de diciembre. La crisis que todavía yace en la economía de su país puede ser mucho más compleja y de manejo más difícil.
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