Bolivia

Nueva ronda en Venezuela

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La oposición venezolana  dio inicio este sábado a la ¨Operación Libertad¨, un esfuerzo opositor extremo para conseguir que los militares renuncien al apoyo que brindan a Nicolás Maduro, y se sumen a la campaña para  apartarlo del poder. La iniciativa ocurre a pesar del desánimo que empezaba a manifestarse sobre el uso de medios exclusivamente pacíficos para derrotar al dictador y dar curso a una reinstitucionalización menos traumática de la patria de Bolívar y Sucre al cabo de 20 años de Socialismo del Siglo XXI.

El esfuerzo, por lo que mostró la television, tuvo más participación de la prevista. La gente salió a las calles desde decenas de puntos de encuentro y convergió sobre las áreas centrales de Caracas (lo mismo ocurrió en otras ciudades) con un mensaje muy claro: la lucha por el desalojo está activa y no cederá hasta que Maduro renuncie y abandone el cargo.  Si eso llega a ocurrir, será la mayor derrota del Socialismo del Siglo XXI y probablemente su fin.

Hasta ahora no han tenido resultado las manifestaciones masivas contra la dictadura, en cuya vida diaria  no parece preocuparle que 54 países hayan reconocido a Juan Guaidó como presidente legítimo y desconocido a Maduro. Los observadores creen que esa indiferencia responde a un instinto de conservación, apoyado en la enorme desproporción entre una población desarmada y un ejército de  los mejor pertrechados y más modernos de América Latina que, en los últimos años, no ha trepidado en salir a las calles para apuntalar al acosado régimen de Maduro. Guaidó anunció nuevas concentraciones y protestas para el miércoles que viene.

Diseñado para disuadir cualquier amenaza fronteriza, especialmente desde Colombia, con la que, en el diseño de Bolívar, conformaba una sola nación, y Guyana, en el suroriente, de quien los venezolanos reclaman el territorio del Esequibo (dos terceras partes del territorio guyanés), las armas venezolanas han adquirido lo más moderno que ofrece la industria armamentista convencional, inclusive aviones supersónicos de Estados Unidos y de Rusia, pasando por vehículos livianos y aviones Pucara fabricados por Brasil.

Guaidó asumió el mando el 23 de enero ante una multitud cansada de un régimen que provocó grandes esperanzas en sus orígenes, hace 20 años, y cuyos fracasos incluyeron el pasado mes la ausencia de luz, que dejó durante días a todo el país sumido en la oscuridad. Guaidó, presidente de la Asamblea Legislativa, fue literalmente empujado al timón del país por una multitud ansiosa de relevos que ese día lo vitoreaba durante una manifestación en las calles céntricas de Caracas.

La fecha está llena de simbolismo en la historia venezolana pues aquel el día fue derrotada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, quien huyó del país cuando fueron vencidas las fuerzas de su policía política y emergió la que fue la democracia más vigorosa del continente.

De la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI han emigrado millones (3,4 millones han salido del país forzados por la hecatombe económica y la persecusión política, según los informes más recientes de organizaciones para refugiados.) Hasta fines de año, se calcula que habrá más de cuatro millones de refugiados. Nunca en la historia de la region Sudamericana hubo semejante alud de emigrantes.

Temeroso de que en una justa electoral dirimitoria perdería por amplios márgenes, Maduro ha rehusado atender los reclamos para someterse a una elección. (Las que celebró el año pasado son vistas unánimemente como tramposas, manipuladas para hacerlo ganar.) Bolivia y Nicaragua son los únicos países en Sudamérica y América Central que respaldan a Maduro. Mientras para Nicaragua la sincronía política con el regimen de Maduro está visible en la conmoción interna que afecta al regimen de Daniel Ortega,  aún no está claro lo que podría representar ese apoyo para Bolivia.

Hace un par de semanas comenzaron a sentirse los efectos de las sanciones impuestas por Estados Unidos sobre  el petróleo venezolano, la vena yugular de la economía que preside Maduro, para doblegar a su régimen y obligarlo a ceder a las demandas a favor de elecciones libres. Las sanciones, que no permiten importar repuestos que se suman a la ausencia masiva de técnicos y especialistas, despedidos o fuera del país por falta de oportunidades, se han agravado estos días con la decision de Washington de extenderlas a los barcos petroleros que transportan combustible. El blanco principal de esa medida son los que transportan petróleo a Cuba, esencial para la isla.

Con esto, la crisis venezolana ha entrado a una nueva fase, que ahora abarca a Cuba. El petróleo que envia a la isla (entre 20.000 y 50.000 barriles diarios, según cifras citadas por The New  York Times) es solo una porción de los 100.000-120.000 barriles diarios que enviaba hasta hace un par de años a precio subvencionado o retributivo por la presencia de técnicos y médicos cubanos en Venezuela a título de asesores.   Desde la desaparición de la URSS, hace casi 30 años, Venezuela ha sido el sostén económico fundamental de Cuba. Sin ese apoyo, disminuido y ahora a punto de desaparecer con el bloqueo impuesto por USA, el futuro económico de la isla es otra incognita que trae el naufragio venezolano.

Es en ese marco que empieza una neva ronda contra el régimen de Maduro.

Publicado en El Diario de La Paz.

La amargura del dictador

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En julio de 1979, días antes de fugar de Nicaragua arrollado por la sublevación Sandinista, Anastasio Somoza se quejaba con amargura que, bajo presiones internacionales, especialmente de Estados Unidos,  se sentía como un tigre amarrado, incapaz de defenderse ante los golpes que lo empujaban al abismo de la derrota. ¨Me siento como un tigre encadenado a un poste al que no cesan de apalear¨, dijo el dictador en una de sus últimas entrevistas antes de huir para instalarse en el Paraguay de Stroessner. Maduro se parecía mucho al dictador nicaraguënse a principios de la semana,  pues hasta el jueves no lograba mover un pelo para detener al rival surgido en los últimos dos meses, cuyo ímpetu amenaza con arrastrarlo a un final  oprobioso.

Juan Guaidó llegó radiante por Maiquetía, el aeropuerto internacional de Caracas. Los funcionarios lo saludaron sonrientes y  lo llamaron ¨Señor presidente¨, ignorando las amenazas que horas antes proferian Diosdado Cabello y otros jerarcas del régimen de llevarlo preso al Sebín, el Servicio Bolivariano de Inteligencia, cuyas mazmorras el gobierno suele destinar a sus opositores. De allí hasta la ciudad, el joven legislador fue aclamado por multitudes. En uno de los tramos detuvo el vehículo que lo transportaba, se subió al techo y, ondeando una bandera, saludó a los cientos que sobre la principal carretera a Caracas lo vitoreaban. Con ellos, brazo derecho cruzando el pecho, y con una voz de estruendo multiplicado por la de los que lo rodeaban, cantó ¨Gloria al Bravo Pueblo¨, el himno nacional. Fueron momentos en los que el país se detuvo y a la cúpula del régimen pudo habérsele helado el aliento.  Uno de los instantes que Nicolás Maduro quizá más temía, se estaba materializando. ¿Qué hacer? En esos momentos, nada.  

Guaidó  llegó hasta la plazuela céntrica donde una multitud lo aguardaba. Allí comenzó a ejercer su mandato interino. Convocó a sindicatos de empleados públicos a reunirse con él al día siguiente, cuando los delegados obreros aprobarían un paro nacional escalonado para los días que vendrían y que esperaban fuese la antesala de la partida de Maduro.

La jornada fue emblemática, incluso porque era un aniversario que todos registraban. El 5 de marzo se cumplían seis años de la muerte del Comandante Chávez, cabeza de la revolución que había heredado Maduro, cuando la ciencia cubana no pudo contra el cáncer que había invadido el cuerpo del teniente coronel de paracaidistas que dio un vuelco a la historia de su país. Chávez volvió a Caracas para designar a Maduro como su sucesor poco antes de morir.

 Poquísimos recordarían que también ese día, 66 años antes, encerrado en un dormitorio de su dacha de las afueras de Moscú, murio José Stalin, en la cúspide del terror que infundía su poder. Fue atacado por un infarto masivo. Nadie pudo auxiliarlo sino después de horas de agonía, cuando la vida se le iba más allá de cualquier ayuda. Su obsesión por la seguridad había hecho que todos los accesos a la habitación fuesen  infanqueables.

¨Sic transit Gloria mundi¨, (así pasa la gloria del mundo), decían los romanos. El lunes continuaba diluyéndose el poder que había ostentado Maduro, voz indiscutible que durante los últimos seis años dominó el panorama de la nación con las mayores reservas petroleras del mundo.

 La historia de la epopeya que Guaidó (35 años) cumplió en las últimas semanas comenzó a acumular capítulos de leyenda. Desde su salida sigilosa de Venezuela hacia la frontera colombiana, para unirse al concierto que ofrecían celebridades musicales por Venezuela, hasta su retorno en Copa Airlines, desde Panamá, todo estuvo regido por un sigilo máximo. Por las redes se filtró que había viajado de Quito a Guayaquil en un avión militar y de allí en un avión diplomático de Estados Unidos hasta Panamá, donde rodeado de hermetismo, fue el último en embarcarse en un vuelo regular. Ya en el avión, pasajeros y tripulación lo reconocieron y lo vitorearon. Guaidó les pidió que los que habían filmado y grabado las escenas no las divulgaran hasta llegar a Venezuela.

Al salir del área de inmigración, en una escena rara vez registrada, lo aguardaba una docena de diplomáticos de Brasil, Estados Unidos, Argentina, Chile, Paraguay, Ecuador, que lo rodearon para protegerlo hasta que se embarcó en la movilidad que,  en un recorrido de 20 kilómetros, lo llevaría a Caracas. El gesto era un detalle mayúsculo pues, horas antes, Estados Unidos había advertido que el régimen de Maduro se cuidase de  cualquier incidente que alterase la normalidad del recorrido. La advertencia apuntaba principalmente a los ¨colectivos¨, las bandas del partido de gobierno.

Medios informativos atribuyeron a funcionarios de la Casa Blanca haber dicho que cualquier atentado contra Guaidó sería responsabilidad de Maduro que se extendería a sus aliados. Es decir, la seguridad de Guaidó también debia interesar a Rusia y China, lo mismo que a Cuba, Bolivia y Nicaragua.

La jornada del miercoles alcanzó un clímax surrealista cuando el régimen decidió expulsar a Deniel Martin Kriener, cabeza de la legacion diplomática alemana. El diplomático ignoró la orden y dijo que el gobierno de Maduro carecía de legitimidad democrática.

No son muchos los que lo entienden, pero esta la crisis interesa a Bolivia. Si se fuese Maduro, el gobierno boliviano perdería a su mejor aliado. Solitario en el continente, su camino se complicaría, con una oposición envalentonada que apretaría el acelerador para cerrar el paso a la nueva candidatura del presidente Morales, todo cuando se acercan raudas las elecciones de octubre. Estar solo y sin aliados, o con los supuestos aliados a varios fusos horarios de distancia, puede ser demoledor. Pero eso es tema de otra historia.

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La huella venezolana

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La alarma de los medios nacionales ante la convulsión que vive Venezuela proviene del  temor de estar viendo el futuro próximo de Bolivia al insistir en el Socialismo del Siglo XXI como guión rector del gobierno del presidente Evo Morales.

Los analistas admiten que las condiciones de los dos países son diferentes y que Bolivia dista mucho de las dificultades en que está Venezuela, económica, social y políticamente. Para comenzar, el factor geopolítico confiere a la Patria de Bolívar un valor excepcional, frente al mar Caribe, a un lado cercano de Estados Unidos, a un paso del Canal de Panamá y con bolsones de petróleo en su interior suficientes para cientos de años. La similitud ideológica  de los dos gobiernos , sin embargo, provoca malestares.  

Para muchos en Bolivia no ha sido tranquilizador ver al país tan cercano del gobierno venezolano como si los uniera el mismo destino. A eso se suma la convicción de que Bolivia nada puede hacer para cambiar la ruta del destino venezolano. Lo más que puede pretender es aminorar la sensación de soledad absoluta del régimen madurista en el continente sudamericano.

Son muchas las interrogantes ante esta hermandad. ¿Respaldaría Bolivia la represión contra quienes intenten ingresar con ayuda humanitaria a territorio venezolano? Hay sondeos de opinión que dicen que la oposición al régimen de Nicolás Maduro abarca al 80% de la población venezolana. El gobierno de Bolivia luce, entonces, al lado de un presidente repudiado como ningún otro en la historia de ese país. Esa cercanía no es ninguna receta saludable cuando el país avanza raudo hacia la largada para las elecciones presidenciales de octubre.

Maduro condenó la resolución del Grupo de Contacto creado el jueves para acompañar la crisis, procurar un encuentro entre las partes beligerantes y encaminar una solución no violenta a la crisis. La clave del rechazo de Maduro en esas resolución fue la mención, que suena a anatema para regimenes autoritarios, a elecciones auténticamente libres y supervisadas.

Con esas premisas, Maduro se sentiría maniatado y sin maneras de modificar cómputos, se encaminaría a  una derrota segura. Ante esa perspectiva, dijo que la exhortación de los países contactantes estaba parcializada con la mayoría que se opone a su gobierno. Fue una afirmación que ningún gobierno  independiente suscribiría. Bolivia se cuadró al lado de Maduro y no firmó  la resolución del grupo, en el que había visto una salida posible del atolladero en que se encuentra su socio principal en el Socialismo del Siglo XXI. Elecciones verdaderamente libres son anatema para regímenes autocráticos.

Brasil, parte del Grupo de Lima que vio con desagrado el surgimiento del Grupo de Contacto ahora vilipendiado, dijo que la emergencia de este grupo solo servía para dar oxígeno a Maduro. El canciller Ernesto Araujo desdeñó la iniciativa y anticipó que no prosperaría. Su vaticinio fue un gol imparable, dado el resultado conocido en la tarde del viernes.

Este fin de semana un ingrediente explosivo atizó el fuego. Tras las sanciones impuestas por Estados Unidos, con repercusión especial sobre la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), la empresa no tendría capacidad de producción de combustibles ni siquiera para un día completo de abastecimientos. La notificación, conocida por informes de la producción de la empresa, acentuó la angustia de cientos de miles de consumidores que desde siempre han considerado un derecho el poder contar con combustibles baratos y en abundancia. En criterio de muchos analistas, la nueva privación es una chispa peligrosa para un ambiente volátil.

Tal Cual Digital informó que para el viernes, PDVSA contaba con apenas 20.000 barriles de gasolina de 95 octanos, apenas una gota para los cientos de miles de vehículos que circulan por las avenidas y carreteras del país. La empresa, según el periódico, no contaba ni con un litro de gasolina de 91 octanos, la calidad más popular. Al ritmo de las necesidades del país, la falta de combustible se sentiría en pocas  horas.

El peligro que emergía de esta crisis de abastecimientos era ser una paralización general del país en muy poco tiempo, a menos que rusos y chinos encuentren vías para llegar hasta los surtidores de combustible. Nada hacía presumir, al cierre de la semana, un aflojamiento de las tenazas que aprisionan al vecino país.

Más allá de Maduro

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Lo que está en juego en Venezuela va bastante más allá de la geografía y la política doméstica. Pasa por el petróleo y se amarra a las corrientes ideológicas que luchan activas desde hace más de dos siglos. Es la lucha por las riquezas naturales y su control. Y Venezuela posee las mayores reservas petrolíferfas del mundo, entre ellas la faja del Orinoco, un gigantesco cinturón que se extiende por más de 55.000  kilómetros cuadrados, algo así como el 80% del departamento de Pando o un tercio de todo Uruguay.

A los bolivianos nos tocó vivir esas luchas durante muchos años. Estábamos sometidos al yugo colonial cuando en 1545 fue descubierta la montaña argentífera de Potosí y vimos que la plata de ese cerro gigante era extraída para erigir grandeza y poder en otras naciones, encender rivalidades y alimentar discordias de las que los dueños legítimos de la montaña estaban ausentes.

Cuba, carente de grandes recursos naturales, vio a Venezuela con envidia. Fidel Castro intentó aliarse con el  líder demócrata venezolano Rómulo Betancourt, al rayar la década de 1960, pero fue desairado. Décadas más tarde, lo consiguió, a través de Hugo Chávez: Venezuela enviaba petróleo (más de 100.000 barriles diarios) y Cuba retribuía con miles de brigadas de jóvenes profesionales, médicos principalmente, que derivarían en el principal sostén económico de la isla.  Por ellos Cuba cobraba (y todavía lo hace) una porción considerable del que debía ser el sueldo de los profesionales. A éstos se sumaron pronto asesores en una gama amplia de especialidades, en particular seguridad. Estuvieron a cargo de gran parte de los sistemas de identificación de la ciudadanía e instalaron en Venezuela sistemas similares a  los que se habían instalado en Cuba para el control de las personas. Es difícil establecer, viviendo fuera de Venezuela, cuán efectivo fue el intento de convertir a ese país en un régimen policial, pero todos los informes que vienen de allí confirman la instalación de un régimen totalitario bajo el signo del Socialismo del Siglo XXI, en el que milita el gobierno boliviano. El presidente Morales ha estado firme al lado de Maduro todos estos días de crisis, a despecho de la actitud de sus vecinos mayores, especialmente Brasil y Argentina.

Pero ahora aquel sistema languidece, en gran parte debido a sus fracasos económicos, por la corrupción en las élites partidistas y por la represión. La dirigencia esclarecida de los regímenes entiende que el tiempo para ese socialismo se acabó. Venezuela es el peor ejemplo de despilfaro y enriquecimiento ilícito, en muchos casos derivado en nepotismo e incapacidad flagrantes. Infórmense de la vida dispensiosa de los jerarcas socialistas venezolanos y verán en ella una de las razones principales (tal vez la verdadera razón) por las cuales se aferran al poder, incluso la casta de militares que, el jueves, juraron lealtad a Maduro y sellaron su ruptura con las corrientes democráticas de su país. Gran parte del gabinete ministerial está formado por militares, que también dirigen las empresas del estado más rentables, entre ellas Petróleos de Venezuela (PDVSA), un tiempo considerada entre las más ricas y poderosas del mundo. ¿Quién podría sostener que ese gobierno es ¨socialista¨ y de los ¨trabajadores¨?

¿Alguien se atrevería a aproximarse a algún joven venezolano y solicitarle su voto para el partido oficial Partido Socialista Unido de Venezuela? Con cierto optimismo, pasarán décadas antes de que esas corrientes vuelvan a despertar alguna simpatía. Las presentes y futuras generaciones no  podrán olvidar que fue bajo ese signo politico que Venezuela pasó a militar entre los países más pobres del mundo, luego de haber estado en la ruta hacia el primer mundo. Culpables de este desastre también han sido las élites políticas y económicas venezolanas, incapaces de comprender que ninguna sociedad sobrevive mucho tiempo cercada de miseria y con expectativas crecientes atizadas desde los medios audiovisuales y electrónicos de comunicación.

En estos días se juega la suerte no solo de Venezuela. También el futuro de los socialismos que procuraron demostrar que ¨otro mundo es posible¨ y acabaron en el mismo socialismo del que buscaron diferenciarse. Maduro declaró anoche (viernes) que la ruptura que ordenó de las relaciones con Estados Unidos no era, en realidad, una ruptura, pues todo seguiría funcionando igual. Se trataba sin duda de un desvarío. Los venezolanos, que tienen  un agudo sentido de la realidad, le habrán dicho: ¨Chivo que se devuelve se desnuca¨.

Jornada de vértigo

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En una jornada de vértigo, las calles de Caracas y las principales urbes venezolanas se vieron colmadas este miércoles con cientos de miles de ciudadanos que repudiaron a Nicolás Maduro y endosaron al joven legislador Juan Guaidó como presidente interino hasta la realización de nuevas elecciones. Quienes veían las imágenes televisivas, coincidían que que la concentración fue una de las mayores registradas en Venezuela.

Mientras el régimen de Maduro se diluía y Guaidó ganaba respaldo internacional reconocido por gran parte del hemisferio, de Estados Unidos a Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia hasta Paraguay, el anochecer  del miércoles solo contaba con la voz de Bolivia y Cuba. No era clara aún la repercusión que podría conllevar el apoyo boliviano  al acosado dirigente del Socialismo del Siglo XXI.

En actitud  vista por los observadores como de fuga hacia adelante, Maduro anunció que rompía relaciones con Estados Unidos y que daba 72 horas a los funcionarios estadounidenses en Venezuela para abandonar el país. Pero a la medida que firmó enfurecido, se le cruzó la decisión del presidente interino quien, jeans, camisa blanca y paltó azul,  había jurado ante Dios y la multitud venezolana en las calles. Guaidó declaró que Maduro no era más presidente. Por tanto los diplomáticos podían continuar en el país. Era el primer gran tropiezo que enfrentaba la ruptura: ¿Cómo hacer cumplir la orden de expulsión?

Entretanto, colgaba de una hebra de araña el único flujo financiero seguro del régimen de Maduro: unos 500.000 barriles diarios de petróleo pesado que desde Estados Unidos compra la refinadora petrolera Citgo. Esa hebra, debilitada aún más por los años de tensión diplomática entre el régimen de Caracas y Estados Unidos, es el único ingreso seguro con que cuenta Venezuela.

Lo ocurrido este 23 de enero subrayó el carácter histórico de la fecha. En un día similar, en 1958, abrumado por manifestaciones populares que repudiaban a su régimen despótico, huyó del país el general Marcos Pérez Jiménez, quien gobernaba con mano de hierro desde hacía diez años. El derrocamiento, que empezó con una rebellion militar y se diseminó por todo el país, dio lugar a la
Venezuela democrática bajo la cual el Cnl. Hugo Chávez Frías llegó a la presidencia 40 años después.

El grado de insatisfacción de los venezolanos con el régimen que, al morir Chávez en 2013, asumió Nicolás Maduro, fue patente en las fotografías de la TV que mostraban avenidas y calles compactas de multitudes que acudieron al llamado de Guaidó y de los principales dirigentes de la oposición para forzar el alejamiento de Maduro y orientar la ruta venezolana hacia senderos democráticos. Igual perplejidad puede haber causado en el régimen la rapidez con  la que países de la region  reconocieron a Guaidó  y le ofrecieron ayuda. Fue el caso de Brasil, cuyo presidente Jair Bolsonaro, habló desde el balneario suizo de Davos, donde hablaba con líderes de las finanzas sobre su país.

La asistencia masiva de ciudadanos confirió a la jornada las características de una ¨poblada¨ capaz de desbordarse en cualquier momento. Acusado de haber ururpado la presidencia diciendo que había ganado elecciones que adolecieron de graves irregularidades, inclusive de una escasa participación, Maduro y su partido, el Socialista Unido de Venezuela (PSUV), tuvieron una concentración en la parte posterior del Palacio de Miraflores, del sector opuesto donde estaban las multitudes pro-democracia.

Ante ellas, que igualmente parecían colmar todas las adyacencias del  lugar, Maduro firmó la inefectiva orden de expulsión de los diplomáticos estadounidenses. En las primeras filas se destacaba una bandera boliviana, la única fuera de las color rojo que dominaban en el ambiente.

El único soporte firme para Maduro lo dio el general Padrino López, Ministro de Defensa, quien declaró que los militares no aceptaban la presidencia de Guaidó. ¨No aceptamos a un presidente impuesto a la sombra de  oscuros intereses ni autoproclamado al margen de la ley¨, declaró, citado por Tal Cual Digital.

Un tiempo visto como una possible figura de transacción que permita el relevo de Maduro, la declaración de Padrino López lo alejó como figura de transición en la baraja  de los líderes demócratas venezolanos.

(*) https://haroldolmos.wordpress.com

¿Hacia el final?

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Desde el ¨por qué no te callas¨ que soltó el Rey Juan Carlos, exasperado por la perorata interminable del comandante Chávez, nunca una intervención en alguna reunión regional concitó tanta adhesión como cuando el canciller chileno Roberto Ampuero, con ira reprimida, le dijo a Jorge Arreaza, su par venezolano, que entregue y escuche a su propio pueblo la tarjeta de visita que le había dado tiempo atrás.

Las malas maneras de la oratoria social-comunista se encogieron ante los ojos de millones que vieron la escena y otros tantos que estos días la ven por las redes sociales como una reafirmación del fantasma de la Corte Penal Internacional que persigue al autócrata venezolano y a su régimen y, quizá, a sus amigos más incondicionales.  Los aplausos para Ampuero mostraron la magnitud del repudio hemisférico a un sistema que hace 20 años prometía el paraíso y ahora se ha vuelto un Rey Midas al revés, que vuelve miseria todo que toca.

Fuera de la propia Venezuela, la pared ciega e insensible con la que Ampuero equiparó a Arreaza, recibió el respaldo de Bolivia, Surinam, y las islas caribeñas de San Vicente y Granadina y Dominica. Un año antes, los alineados con Venezuela fueron 11. El cómputo del lunes en la Asamblea de la OEA fue una muestra más del crepúsculo que ensombrece al régimen de Nicolás Maduro.  Nadie apuesta a si va a caer, sino cuándo.

Bolivia, que se sepa, no mostró ningún rubor al figurar en el exclusivo mini-club de simpatizantes de Maduro ni de importarle su identificación con un régimen del que han escapado cerca de dos millones de ciudadanos el último par de años, en sí una terrible advertencia para la ciudadanía de cualquier país cuyo gobierno se empeñe en militar en el Socialismo del Siglo XXI que encabeza Maduro.

El agotamiento de las últimas pilas del régimen está a la vista. La producción de petróleo (95% de los ingresos del país) está en menos de 1,5 millón de barriles diarios y por falta de inversiones y mantenimiento decrece entre 3.000 y 5.000 bpd. Pronto, a menos que ocurran cambios drásticos en el país, podrían descender a un millón, nivel de 1945. Si los militares estarán decididos a llegar a eso, que puede asomar en un año, será asombroso por la magnitud de la catástrofe. Ni los propios militares podrían subsistir pues es probable que el maremoto también los ahogue.

Nada indica que el trayecto cambiará bajo Maduro y su régimen. Sus amigos ni siquiera podrían remojar las barbas, por la verguenza de haber apoyado a un régimen que llevó a su país al naufragio.

Ocaso sandinista

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La tensión bajo la que vive Nicaragua desde hace mas de un mes escaló estos días con nuevos enfrentamientos y al rondar la cota de un centenar de víctimas fatales la crisis parece encaminarse a desenlaces capaces de hacer temblar la geopolítica continental. Un ícono de la izquierda mundial está ante un jaque que quizá ni el genio de Capablanca pueda resolver.

Los disturbios que estallaron el 18 de abril cuando multitudes salieron a las calles para protestar contra un nuevo régimen de seguridad social que había dictado el gobierno Sandinista de Daniel Ortega fueron solo una chispa para las protestas que ahora han tomado un cariz insurreccional. La oposición creciente a la medida, que buscaba equilibrar los gastos fiscales con recorte de pensiones, forzó a las autoridades a anularla. Para entonces, estudiantes y organizaciones cívicas que tomaban las calles habían redoblado la apuesta con una demanda mayor: la salida del régimen con nuevas elecciones generales. El régimen Sandinista, que encantó a gran parte del mundo al cerrar la década de 1970 para dar paso a una larga era de romanticismo politico forjado tras la caída de Anastasio Somoza, luce en el ocaso y quizá ante un anochecer inevitable.

El reclamo de los jóvenes apunta al relevo de Ortega y su esposa Rosario Murillo, dirigente Sandinista poderosa que ostenta anillos lujosos en cada dedo de las dos manos, y a quien muchos ven como la gran rectora de la política nicaraguense. Ortega estuvo en el gobierno hasta 1990, como coordinador de la Junta de Reconstrucción Nacional que se instaló tras la caída de Somoza. La demanda para alejarlo del poder es el mayor desafío enfrentado por el sandinismo, que retomó el poder presidencial en 2007 al ganar las elecciones ese año. En 2016 venció por tercera vez consecutiva y muchos creen que buscará una cuarta y una quinta oportunidad, pues bajo su aliento fue instaurada la reelección indefinida. Siempre que logre pasar incólume la barrera de los disturbios ahora esparcidos por las principales ciudades del país.

Hasta hace mes y medio, Nicaragua parecía el más tranquilo de los países regidos por gobiernos de izquierda. Con un respetable 4,7% de crecimiento de su producto interno bruto el año pasado, su gobierno confiaba en tener firmes las riendas del país.  Nada  parecía amenazar al régimen, hasta que grupos de estudiantes universitarios y de secundaria comenzaron a protestar, indignados porque a sus padres o a sus abuelos se les reducirían las pensiones que para muchos de ellos sustentaban sus hogares. El régimen creyó que con lanzarles gases lacrimógenos a profusion y golpearlos a palos los controlaría. Fue un pésimo cálculo, pues 11 años de Ortega, con fuerte control policial y limitadas libertades políticas, habían agotado la paciencia de un gran número de jóvenes que veían sus esperanzas diluirse en un país donde un tercio de la  población de seis millones vive debajo de la línea de pobreza (menos cuatro dólares por día).

La confrontación jóvenes versus gobierno recrudeció el 30 de mayo, el Día de La Madre en Nicaragua, cuando la policía y turbas sandinistas reprimieron a los primeros, que gritaban consignas antigubernamentales. Solo en esa jornada murieron 15 personas y decenas de otras resultaron heridas. Hasta entonces, el gobierno se negaba a reconocer que las víctimas de más de un mes de disturbios fuesen más de 15. Ese día, la cifra official dio un salto y dobló para 30.  Para entonces, el número de muertos que registraba la Cruz Roja Internacional era de 84. El total de 99 (en los dos días que siguieron hubo otras dos víctimas) exhibía sin dudas la magnitud del conflicto que el gobierno ya no podría minimizar y menos ignorar. El reclamo por elecciones generales anticipadas levantó un signo de interrogación sobre el futuro del gobierno de la pareja Ortega, cuyas tribulaciones son seguidas con angustia por las cancillerías del hemisferio, especialmente por las de Cuba, Bolivia y Venezuela, militantes del Socialismo del Siglo XXI. Los cuatro sostienen una plataforma de la que retirar una de las patas provocaría desequilibrios en el resto.

Aún no hay una cuantificación de los daños que la ola de disturbios ha acarreado para la economía nicaraguense, ya sacudida por la reducción de la asistencia de Venezuela, cuyas propias tribulaciones han disipado la idea de que a fuerza de petróleo el socialismo se irradiaría por todo el continente. Los observadores consideran que es aún demasiado temprano para esa cuantificación, sobre todo cuando el proceso está en pleno desarrollo y quizá haya con muchos capítulos por delante.

Quiebra de Unasur en medios bolivianos

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El abandono de seis naciones del bloque regional UNASUR anunciado la noche del viernes puede representar una clase didáctica sobre el manejo informativo que suele darse en Bolivia y generar discusiones en las facultades nacionales de comunicación y en sus áreas de periodismo, escrito y audiovisual.

No es cualquier día que la mitad  de los asociados en un organismo continental agarra el sombrero y se va diciendo que volverá solo si la otra mitad, territorialmente un décimo del conjunto, se comporta de manera diferente. Esto ocurrió a solo una semana de que Bolivia tomara el mando en el organismo, cuando el canciller Fernando Huanacuni no acababa de calendar el sillón. Por la importancia de la decisión, que representaba un grave revés para la política externa boliviana, uno podía esperar una volumen informativo abundante de los medios bolivianos. Pero en las primeras horas de la noche del viernes, la mayoría eludió abordar la cuestión de frente, otros trajeron informaciones parciales o sesgadas, algunos la ignoraron como si no hubiese ocurrido y solo uno que otro habló de la cuestión o de sus consecuencias.  Al tercer día, el domingo, la noticia había desaparecido, salvo excepciones notables. ¿Ha estado el público boliviano bien informado sobre un tema que cuestiona la solidez de la política exterior de su gobierno?

Al fundarse a principios de siglo, UNASUR fue saludada como una OEA estrictamente Sudamericana. Causó recelos de México, pues la geografía lo excluía, y alborozo en Brasil, que encabezaba la iniciativa en un organismo continental sin la presencia estadounidense y la exclusion de los mexicanos.  Geopolíticamente, el cielo era el límite.

UNASUR Se estrenó con un espaldarazo al presidente Evo Morales, en 2008, con una misión para informar sobre los sucesos que conmovieron a Pando, en 2008. Encomendó el trabajo al abogado argentino y ex militante del Ejército Popular del Pueblo (ERP) Rodolfo Mattarollo, quien concluyó echando toda la culpa a los contrarios al gobierno nacional, con un documento tan redactado a su medida que fue durante años citado en la propaganda oficial.

La mayoría de los que leían las versiones electrónicas informativas la noche del viernes 20 de abril debe haber quedado perpleja, sin entender mucho lo que realmente había ocurrido. Argentina, Chile, Paraguay, Brasil, Argentina y Colombia, cuya superficie cubre el 90% de todo el territorio de UNASUR, enviaban una carta al canciller Fernando Huanacuni anunciándole que dejarían de participar de la organización temporalmente, hasta que se resuelvan algunos entuertos que, de manera privada, otros habían atribuído a la naciente gestión del canciller boliviano. Entre esos entuertos figuraba la elección del Secretario General de UNASUR, hasta principios de 2017 a cargo del colombiano Ernesto Samper.

Lucía cuando menos como un despropósito ante la nueva autoridad y su país. En el fondo, parecían estar las divergencias políticas e ideológicas del presidente Morales con los socios mayores en la empresa regional, que las primeras versiones digitales de los medios nacionales no mencionaban.

Anunciaba La Razón: ¨Bolivia niega abandono de países de Unasur y convoca a una reunión para designar a nuevo secretario¨. El titular era, cuando menos, confuso. No se puede negar una decisión documentada (la carta suscrita por seis países) y, a partir de tal negativa, suponer que nada ha ocurrido.   Además, no dejaba claro si  Bolivia decía que era incorrecto sostener que los seis países estuviesen abandonando el grupo porque suponía que el abandono era temporal. Parecía surealista como una escena de Cantinflas. Como decir ¨se va pero se queda¨. El anuncio de convocatoria a reunión para mayo aumentó la confusión. ¿Se puede convocar a una reunión cuando la mitad de los socios se ha alejado? Lo normal sería traer de vuelta a los socios y luego anunciar la convocatoria.

Página Siete fue el más acertado: ¨Seis países deciden dejar la Unasur. La decisión se conoce días después de que Bolivia asumiera la presidencia pro témpore del bloque regional¨.

Los Tiempos anunció:  ¨Bolivia ignora intenciones de países de dejar Unasur y prevé reunión en mayo¨. Creo que la idea es que Bolivia no asignaba relevancia a la decisión anunciada en la carta de los seis países y que convocaba a reunirse a todo el bloque. Era un ¨se le mete nomás¨ actualizado.

El Día estuvo mejor:  ¨Unasur agoniza, seis países la abandonan¨. Un subtítulo agregaba: ¨Tensión. Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú dicen que el organismo está a la deriva¨.

El Deber no estuvo inspirado y tituló: ¨Bolivia niega la salida de seis países de Unasur y convoca a una reunión¨. El subtítulo tampoco despeja la niebla: ¨El canciller Fernando Huanacuni explica que los seis países que le enviaron una carta no abandonan Unasur sino que dejarán de participar en las reuniones hasta que se elija un secretario general¨. (El lunes, sería el primer diario en editorializar sobre el tema.)

La versión de la agencia gubernamental ABI intentó tapar el sol con un dedo: Quito, 20 abr (ABI) .- Bolivia aclaró que seis países de la Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR) comunicaron el viernes a la Presidencia pro Témpore su decisión de declinar temporalmente sus participaciones en las instancias del bloque hasta en tanto no se designe al Secretario General, acéfalo hace más de un año y que, por lo tanto, no se trata de un rompimiento. La acefalía pudo haber sido cubierta bajo el mandato del colombiano Samper, pero al nombramiento de su candidato -el argentino José Octavio Bordón, embajador de su país en Chile- se opusieron Bolivia y Venezuela, porque no era ex presidente ni ex canciller, como dijeron que estipulaban las normas.

Diarios vecinos de Bolivia hablaron directo. ¨Perú y otros cinco países dejan la Unasur por tiempo indefinido¨, tituló El Comercio, de Lima, y subtituló: ¨Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y el Perú suspenderán su participación diplomática y económica en el bloque por discrepancias con la presidencia pro témpore de Bolivia¨

Perfil, de Argentina, reseñó: ¨Unasur, que atravesaba una situación de virtual parálisis desde hace más de un año, sufrió este viernes un golpe que la deja en peligro de disolución con el anuncio de seis países, entre ellos Argentina, de que abandonarán el bloque hasta que se garantice “el funcionamiento adecuado” de la organización.

La agencia de Noticias Fides encontró un filón informativo y pidió opiniones de dos internacionalistas – el ex embajador en Brasil Gonzalo Montenegro, y la profesora de Relaciones Internacionales y también ex diplomática Karen Longaric. Para ambos el blanco es un alerta roja dirigido a Bolivia (Montenegro) y hacia Venezuela (Longaric), respectivamente, por el trepidante rumbo electoral boliviano y por la consagración de la dictadura venezolana.

Doblan las campanas

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A partir del viernes han subido las apuestas sobre la capacidad del regimen de Nicolás Maduro para sobrevivir. Con la arremetida redoblada del gobierno de Estados Unidos al prohibir negocios de ciudadanos y empresas de Estados Unidos con Venezuela, el pronóstico es de una asfixia progresiva. La mayoría de los analistas cree que al régimen le queda aumentar la represión para asegurarse contra fracturas entre los militares, los únicos que ahora pueden sostenerlo.  Pero inclusive esa carta temeraria luce débil pues Maduro y los militares parecen colocados en la situación que Tyllerand desaconsejaba y de la que nadie puede salir ileso: sentarse sobre las bayonetas.

Sin márgenes para negociar compromisos internacionales de espaldas a Estados Unidos, el riesgo de insolvencia de la potencia petrolera puede estar creciendo en espiral y es inevitable que sean cada vez más escasos los que se atrevan a ofrecerle algún salvavidas financiero.

La medida dictada por la administración estadounidense ocurrió a dos días de otra de Panamá que decidió exigir visas a los venezolanos. Eso agravó la realidad tormentosa bajo la que vive gran parte de los venezolanos, cuyo país fue la Meca latinoamericana que brindaba acogida generosa e incondicional a quienes salían de sus países perseguidos por dictaduras o buscando una vida mejor. Ahora son cientos de miles los ciudadanos de la patria de Bolivar y Sucre en tierras extranjeras forzados por el deterioro de las condiciones de vida en su país.

La declinación del regimen de Maduro es el eclipse de un sistema, en cuya cabeza está Cuba, con eslabones de relativa fortaleza en Nicaragua y en Bolivia, también tributarios del Socialismo del Siglo XXI. Lo que ocurre en estas horas muestra los riesgos de alejarse de las normas democráticas y de aferrarse al poder en aras de una forma de gobierno que fracasó en Europa y que en América del Sur ha hundido a un país desbordante de riqueza. La lección y sus resultados están a la vista de todos.

La quiebra de Venezuela, con cualquier consecuencia que pueda ahora sobrevenir, es vista como un llamado a alejarse cuanto antes de experimentos que al destrozar economías, desobedecen las reglas de la democracia más esencial y amordazan la libre expresión o la tienen bajo hostigamiento incesante.

El desenlace en curso semeja un doblar de campanas que conviene escuchar antes que, como diría Hemingway, doblen por uno mismo.

Un choque de oscurantismo

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Gran parte del mundo aún retiene la respiración para ver los efectos reales de la elección de Donald Trump. De inmediato, es cada día mayor la ansiedad por determinar el grado de oscurantismo que podría recaer sobre una administración cuyo jefe se ha manifestado contra casi todo lo forjado por y con Estados Unidos durante el pasado medio siglo. En ese amplio abanico de insatisfacciones ingresan desde la Alianza Atlántica con la que Estados Unidos ganó la Guerra Fría hasta los elogios del ahora presidente electo a Vladimir Putin y su rechazo a los tratados de libre comercio, en especial al NAFTA que coaliga el comercio de su país con México y Canadá. En el limbo han quedado las causas ecológicas que Estados Unidos abrazó, y los acuerdos contra la contaminación, incluso los programas en los que la participación financiera de Estados Unidos es esencial. Hasta el respaldo a la Organización de las Naciones Unidas (22% de su presupuesto) está en entredicho pues en algunos discursos el mandatario electo le restó utilidad.

Tras la aceptación con sobria dignidad del triunfo de su rival bajo el sistema de votos electorales, Hillary Clinton ha pasado a un segundo plano, pero con una estela de civismo ejemplar. Muchos dicen que reconocimiento de la vitoria de Trump el miércoles está entre los mejores mejores discursos de su larga carrera democrática y que con él dio un mensaje muy claro sobre cuál debe ser el comportamiento de un líder al perder una elección.  Lejos de reclamar una nueva elección, Clinton dijo a sus seguidores que le dolía haber perdido pero que Trump va a ser ¨nuestro presidente¨ y que debía dársele una mirada fresca. En una de sus frases más repetidas dijo: ¨Esta derrota duele, pero nunca dejemos de creer que vale la pena luchar por lo que es correcto¨.

América Latina estuvo fuera de los debates pre-electorales y no se espera que ingrese a áreas de interés para el nuevo gobernante, salvo casos muy especiales. Con México se avecina una pugna fuerte por la inmigración y el NAFTA, al que Trump responsabiliza por el decaimiento del empleo en algunos centros industriales. Esa visión luce para muchos economistas como de un simplismo extremo. No toma en cuenta que de ser producido en Estados Unidos, un refrigerador como el que produce México costaría dos o tres veces más. Tampoco cuantifica cuánto más deberían pagar los consumidores por defender el sello Made in USA versus el Made in China o Made in Brazil. El acceso al consumo que han tenido millones tiene un pilar fundamental en el libre comercio que apuntaló el progreso de las naciones en los útimos 50 años.

Dentro de la sombra gris que proyecta el resultado de la elección está también la relación con Cuba, que apenas empieza a florecer luego de un divorcio de más de medio siglo. Con la mirada más al sur, los observadores señalan que los gobiernos izquierdo-populistas de Venezuela, Ecuador y Bolivia, en ese orden, deberán moverse como si pisaran arenas calientes. Respecto a Colombia, señalan que Juan Manuel Santos deberá utilizar todo su buen juicio para mostrar que los acuerdos con la FARC son convenientes.

El asombro por la elección de Trump es equivalente a la decepción causada por la derrota de la candidata demócrata. Las manifestaciones callejeras que ocurrieron en las noches después de la elección en unas dos docenas de ciudades dice mucho del humor prevaleciente entre los ciudadanos ante los cambios en la brújula a la vuelta de la esquina.

El tabloid New York Post hizo notar el jueves que el Colegio Electoral deberá reunirse el 19 de diciembre en cada capital de estado y que, en teoría, nada impediría que un elector cambie de dirección.  Esto ya ocurrió este siglo, en 2004, cuando un elector declinó votar por el demócrata John Kerry y optó por su compañero de formula John Edwards.  En el lenguaje politico estadounidenses, a los defectores se los llama ¨faithless¨, sin fe o, más preciso, apóstatas. Las apostasías están prohibidas en solo 29 de los 50 estados de la union y el Post hizo notar que si un elector abdicase del candidato republicano bastarían otros 20 para mudar el curso de toda la elección.

La posibilidad luce remota pero es probable que la idea también ha martilleado la cabeza de las multitudes que han salido en manifestaciones nocturnas a protestar contra Trump.